
INFRAESTRUCTURA DE SANEAMIENTO DE CALAGVRRIS IVLIA

ISBN: 84-931428-2-4
Extracto del libro "Así era la vida en una ciudad
romana, Calagurris Iulia".
Amigos de la Historia de Calahorra (Eds.). Calahorra 2002
TRAIANVS © 2002
El municipium Calagurris contaba con un suministro continuo de
agua a través del acueducto proveniente de Sierra La Hez, desde donde
se canalizaba el agua de los manantiales allí existentes (Pascual Mayoral,
1991). Tras pasar por el castellum aquae ya en el interior de la
ciudad, ese agua junto con la procedente de la lluvia recogida en cisternas
y la subterránea extraída mediante pozos, se repartía entre fuentes, termas,
establecimientos públicos y privados, además de las viviendas. Así, Calagurris
satisfacía sus necesidades. Una vez utilizado ese importante volumen
de agua, era necesario sacarlo de la ciudad retornándolo al ciclo natural
y para ello era imprescindible una planificación e infraestructura adecuada
que hiciera posible la correcta evacuación de las aguas ya sucias.
Historia de los hallazgos.

Noticias sobre la existencia de un buen número de galerías en el subsuelo
del casco antiguo de Calahorra han sido prolíficas durante décadas, llegando
incluso a acuñarse el término de ciudad subterránea (Gutiérrez
Achútegui, 1981: 62) intentando justificar así los hallazgos que la imaginación
popular calificaba de sorprendentes y que rápidamente relacionaba "con
obras de moros".
En 1979, el desescombro de una bodega ubicada en el número 50 de la calle
San Andrés dejó al descubierto una galería que atravesaba transversalmente
la calle y que se identificó como un colector de aguas fecales de época
romana. En el XVII Congreso Nacional de Arqueología, se presentaba un
primer trabajo en el que se recogían lugares del casco urbano de Calahorra
en donde había noticias orales o escritas sobre la existencia de todo
tipo de galerías, además de los pormenores de este importante hallazgo:
cronología, características de la obra, y una aproximación a la red de
saneamiento de la ciudad romana (Cinca, 1985). Otros autores se harían
eco de su existencia (Espinosa, 1981: 220 y 1984: 114-115; Martín Bueno/
Cancela, 1984: 88; Tudanca, 1997).
En 1987, el desescombro de otra bodega, esta vez en el número 27, da
como resultado el hallazgo de un nuevo tramo de cloaca de las mismas características
constructivas que la anterior, aunque de dimensiones, pendiente y trazado
distintos (Cinca/ García Cabañas, 1990). Durante las obras de reforma
de la planta baja del inmueble, se pusieron al descubierto los muros Norte
y Este de una piscina en opus caementicium situada exactamente
sobre la cloaca, además de un orificio en la bóveda; estos hallazgos nos
llevaron a plantear la posibilidad de que este colector recogiera no sólo
las aguas sucias de la zona del cerro de San Francisco, sino que también
fuera utilizado como desagüe de la piscina ubicada sobre la cloaca, como
así se comprobó años más tarde.
En 1997, durante el seguimiento arqueológico en las obras de urbanización
y renovación de redes de la calle San Andrés, aparecen nuevos conductos
que son identificados como conducciones de agua potable y aguas negras
(Andrés, 1998: 35-44). Los restos que la autora interpreta como conducciones
de agua potable son muy similares entre sí: en dimensiones (excepto el
hallado en San Andrés 14), en técnica constructiva (opus caementicium)
y en su cronología, comienzos del s. I d.C. Respecto a las canalizaciones
de aguas negras recoge las ya conocidas cloacas de San Andrés 50 y 27
y cataloga como conducciones de saneamiento particulares los restos encontrados
en el Palacio Carramiñana (conducción nº 31b) y al principio de la calle,
de dimensiones ya más reducidas (conducción nº 14).
También en 1997, en el marco de una intervención de urgencia llevada
a cabo en las calles Eras, Pastores y San Blas, se descubre un canal que
se interpreta como elemento de desagüe relacionado con el conjunto termal
allí existente (Luezas, 1998: 26). En 1999, en un breve trabajo de síntesis
se hace una relación de las diferentes obras hidráulicas de las que se
tienen noticia en Calahorra: acueductos, termas, cloacas, canalizaciones
diversas y el embalse de la Degollada, restos ya dados a conocer con anterioridad
por otros autores (Luezas/ Andrés, 1999).
La red de saneamiento
Calagurris se asienta sobre una meseta que englobaríamos entre
las actuales calles Sol, Pastores, San Blas, Bellavista, San Andrés, San
Francisco, Mayor, Coliseo y Santiago el Viejo, con cotas de 356.50 m.
para el cerro donde se ubica San Francisco, y 358.69 m. para el resto
(junto a la Iglesia de Santiago). Ambos espacios están separados por una
vaguada natural por la que actualmente discurren las calles Cabezo y Sastres
en dirección a la plaza de la Verdura. Esta ubicación en meseta
con laderas de fuerte pendiente facilitaría la evacuación natural de las
aguas evitando problemas de encharcamientos; sin embargo, la progresiva
ocupación del terreno consecuencia del desarrollo urbano obligó a la construcción
de las infraestructuras necesarias para evacuar aguas residuales y de
lluvia.
Cuando en 1985 se publicó el artículo sobre las cloacas romanas de
Calagurris, se apuntó la hipótesis de que el trazado de la red de
saneamiento partiera del Raso como cota más alta y desde ese punto, con
una planificación de tipo radial, cubriera las necesidades de la antigua
ciudad (Cinca, 1985: 804). Dadas las características geofísicas del terreno
sobre el que se asienta Calahorra, sí que pudiera darse un trazado
ortogonal, tanto de calles como de cloacas. Transcurridos dieciséis años
desde la publicación de ese artículo se han llevado a cabo abundantes
intervenciones y seguimientos arqueológicos de urgencia, sin que haya
aparecido colector alguno, excepto en la calle San Andrés (Andrés, 1998:
37 ss.). Debemos plantear la hipótesis de que no toda la ciudad antigua
dispusiera de una completa red de alcantarillado por la que evacuar las
aguas residuales; ésta estaría limitada a la cloaca 1 (San Andrés 50)
y a la cloaca 2 (San Andrés 27), y al colector de la Clínica, todavía
en proceso de excavación. La limitación de una red subterránea de saneamiento
a una parte de la ciudad, se atestigua también en Baetulo (Padrós,
1998: 618) y Pompeya (Adam, 1996: 284). Para las otras zonas, las aguas
residuales se canalizarían a través de las propias calles. El vertido
continuo de las fuentes públicas y la propia pendiente de las calles encauzarían
las aguas sobrantes hacia las murallas y a través de los pasos practicados
en su base, saldrían hacia las laderas de la ciudad (Hernández Ramírez,
1998: 448). Según los conocimientos actuales de los que disponemos, este
sería el modelo aplicable a Calagurris.
La evacuación de aguas residuales en lugares públicos.
El urbanismo de Calagurris nos es tan desconocido como hace décadas
y seguimos sin poder ir más allá del probable trazado del decumano (el
mismo que el de la cloaca 1), el recorrido de la muralla, o del posible
origen romano del trazado ortogonal de diversas calles del casco antiguo
actual: Enramada, Pastores, Santiago y transversales como Estrella, Raón
y otras travesías. Y tan desconocido es el urbanismo como la ubicación
de lugares públicos (foro, templos, teatro, etc.), a excepción del circo
y de tres conjuntos termales.
El circo, ubicado entre las calles Paletillas y Teatro (Cinca, 1996),
dispondría de un sistema de drenaje para facilitar la evacuación de las
aguas impidiendo el encharcamiento de la arena, y, posiblemente, de un
colector general para recoger esas drenas. En 1789, Llorente (1811: 4),
lleva a cabo excavaciones junto a la pared norte del circo y descubre
ocho conductos repartidos a distancias iguales que interpretamos como
pertenecientes al drenaje del edificio y de los cuales no queda huella.
Durante la construcción de viviendas en la calle Teatro, se localizó una
importante canalización que es interpretada como uno de los desagües del
circo con orientación noroeste-sureste (Cinca, 1996: 54, fig. 5; Luezas/
Andrés, 1999: 31) y que hoy puede verse en el parque de la Era Alta.

Construido en opus caementicium, se distingue claramente un recrecimiento
posterior de pequeños y toscos sillares mezclados con mortero de cal y
canto rodado. La conducción mide 0,40 m., con una altura de 1,40 m. y
un grosor de paredes de 0,26 m.; el canal estaba cubierto con losas de
arenisca. Junto a la única pared visible del circo en las proximidades
del Parador Nacional, se conserva en un nivel más superficial un canal
de opus caementicium de dimensiones muy parecidas al anterior y
con una longitud de 3,50 m. (Luezas/ Andrés, 1999: 31, foto 4). El volumen
de agua que la superficie del circo podría llegar a recoger es importante,
como también lo es la sección de estos colectores.
Por el volumen de agua utilizado y la infraestructura necesaria para
su posterior evacuación, son importantes los tres conjuntos termales localizados
hasta ahora en el casco urbano de Calahorra: San Andrés, Cervantes y Eras-La
Clínica (Luezas/ Andrés, 1999/ Luezas, 2000). Las termas de la calle San
Andrés estarían ubicadas entre las calles San Andrés y Enramada. La situación
de la cloaca 2, bajo una de las piscinas, permitiría su vaciado. La situación
de los otros dos conjuntos termales, junto a la ladera facilitaría la
rápida evacuación de las aguas. En la calle Cervantes se conocía la existencia
de una gran piscina (Gutiérrez Achútegui, 1981: 57) cuyos restos, descubiertos
recientemente, fueron destruidos durante la construcción de viviendas.
Respecto al conjunto conocido como "termas del Norte",
ubicado entre las calles Eras, San Blas, y Clínica, han aparecido
restos de piscinas, hipocaustos, conducciones, etc. y, recientemente,
un colector en el sector de La Clínica.

Se trata de un colector de notables dimensiones (anchura: 1,10-1,30;
altura: 2,60 m.), con una dirección este-oeste, hastiales de opus vittatum,
y suelo de grandes losas de arenisca. De características parecidas
a este colector son los de Asturica Augusta (Astorga), aunque éstos
son abovedados (Luengo, 1953) y probablemente el de La Clínica,
también lo fuese. Por último, por sus dimensiones no solo permitiría el
desagüe de las termas, sino también el de las aguas sucias de esa parte
de la ciudad.
Las cloacas de la calle San Andrés.

Como ya hemos visto anteriormente, son muchas las noticias recogidas
sobre la existencia de conductos subterráneos en el casco antiguo de Calahorra,
pero es difícil identificar con seguridad como cloacas romanas, porque
en ocasiones se trata de simples bodegas modernas. Por otro lado, en el
caso de que su adscripción romana sea cierta, no es sencillo establecer
si canalizaban agua potable dentro de la ciudad, o bien eran colectores
de aguas residuales. Los de la calle San Andrés, por sus características
constructivas y orientación, los conductos laterales existentes, los niveles
de sedimentación y la disposición de los materiales aparecidos en su interior,
son cloacas.
Los dos tramos de cloaca, 1 (San Andrés, 50) y 2 (San Andrés, 27) son
los restos mejor conservados de los que hoy tenemos referencia arqueológica
y los que merecen una caracterización concreta.
Cloaca 1 (San Andrés, 50 - ).

La orientación de la cloaca coincide con el probable trazado del decumano
de la ciudad, Este-Oeste con pendiente hacia el Este; su cota oscila entre
346,21 m. en el punto más bajo y 347.802 m. en la parte más alta del trazado
libre de tierras. Tiene una longitud de 41 metros y se encuentra cegada
en ambos extremos por acumulación de sedimentos. Está construida en opus
caementicium, con paredes de 0,43 m., canal de 0,64 m. y altura total
de 1,32 m. en el punto de acceso a la cloaca, con una mínima variación
interior. La bóveda de cañón arranca a 1 m. del suelo y es resuelta mediante
disposición radial de cantos rodados, al igual que la cloaca hallada bajo
la catedral de La Seo en Zaragoza (Ariño et alii, 1990: 144). Sobre
la bóveda se encuentran tres registros, dos de forma cuadrada (0,55 x
0,48 m. y 0,50 x 0,50 m. respectivamente) han sido realizados mediante
encofrado, forman parte de la obra inicial y la separación entre ambos
es de 15,50 m.; el otro registro, posterior por la tosquedad de su ejecución
y ligeramente desplazado del eje, es de forma irregular (0,50 x 0,37 m.)
y se encuentra a 3.25 m del anterior. La cloaca cuenta con un desagüe
lateral (0,30 x 0,21 m.) situado sobre el hastial norte y con dos pequeños
nichos de 0,22 x 0,17 m. y de 0,15 x 0,11 m. en el arranque de la bóveda.
En el alzado de las paredes laterales, se aprecian claramente las huellas
de los tablones empleados en el encofrado de la obra, de dos a tres piezas.

La pendiente pasa de 7.19 % en un tramo de 12 m. al 3.84 % en un tramo
de 18,77 m.

Para completar esta descripción debemos hacer referencia a la presencia
en el hastial Norte, a tres metros y medio del actual acceso de la galería
Oeste, de un hueco irregular de forma ovalada (0,65 x 0,60 m.) a 0,80
m. del suelo que daba acceso a un hueco circular que interpretamos como
un pozo ciego de época moderna y hoy cegado con escombros.
De la tierra que a finales de los setenta se extrajo, se recuperaron
numerosos fragmentos de cerámica (sigillatas itálicas, gálicas en menor
medida, hispánicas lisas y decoradas en gran número, comunes, paredes
finas, importaciones norteafricanas, etc.), agujas y pasadores elaborados
en hueso, fragmentos de vidrio, escorias de hierro, fragmentos de lucernas,
bronces, un entalle, fragmentos de molino, tégulas, y ladrillos. El conjunto
de los materiales recuperados nos permiten datar la utilización de este
tramo de cloaca entre mediados del siglo I y comienzos del IV d. C.
Los hallazgos que tuvieron lugar durante las obras de urbanización de
la calle San Andrés (conducción 31a), permiten suponer que las conducciones
detectadas en el Palacio de Carramiñana (Andrés, 1998: 39) puedan pertenecer
a esta cloaca en dirección Oeste, puesto que coinciden trazado, técnica,
dimensiones y pendiente. Lo mismo se podría decir de los restos del número
68 de esta misma calle (Andrés, 1998: 38; conducción 68), frente a la
iglesia y en dirección Este, hacia una de las puertas de entrada de la
ciudad medieval, quizá construida sobre o cerca de un acceso a la ciudad
romana.
La cloaca 2 (San Andrés, 27 - )

El trazado de esta cloaca describe una curva en dirección Norte, con
una cota en el punto de acceso de 350,17 por lo que manteniendo la pendiente
del 1,5 % que tiene, puede desembocar en la cloaca 1. Tiene una longitud
de 29,08 m. y está cegada por ambos lados, pero en el extremo sur, tras
ocho metros sin ningún tipo de sedimento, está colmatada con escombros
de época moderna. Está construida en opus caementicium, con paredes
de 0,40 m., canalización de 0,57 m. y una altura total de 1.07 m. La bóveda
es de cañón y conserva un registro circular de 0,22 m. de diámetro que
serviría de desagüe para la piscina bajo la que se encuentra esta cloaca.

En el alzado de las paredes y en la bóveda, se conservan perfectamente
las huellas de las tablonadas necesarias para la ejecución del encofrado:
de mayor anchura las de los hastiales verticales (2 tablones de 0,40 m.)
que los de la bóveda (entre 6 y 10 tablones con diferentes anchuras).

Cuando se procedió al vaciado de los escombros que colmataban la bodega,
se extrajeron bastantes fragmentos de opus caementicium junto al
hueco por el que se accede a la cloaca, procedentes de la realización
en una época indeterminada, pero reciente, de ese mismo hueco. Una de
las paredes de la bodega es la pared exterior de la cloaca y se distingue
claramente la base de 0,10 m. de canto rodado sobre la que asienta la
obra, así como la solera de argamasa de 0,30 m.

Entre el sedimento que se extrajo en su día del interior de la cloaca,
aparecieron fragmentos de pequeño tamaño de cerámica (itálicas, sudgálicas,
hispánicas, paredes finas y comunes), un sorprendente número de agujas
y pasadores en hueso que suponía el 22 % del total de los materiales extraídos,
vidrios, teselas, fragmentos de lucernas, estuco, y piezas de joyería
(dos entalles, un fragmento de anillo y colgante en pasta, una minúscula
lámina de oro, y dos pequeñas perlas). Según estos materiales, el periodo
de utilización de este tramo de cloaca quedó establecido entre segunda
mitad del siglo I y el siglo III d.C.
Conclusiones.
A falta de estudios sobre el nuevo colector aparecido recientemente junto
a la Clínica, la única referencia son las dos cloacas de la Calle San
Andrés. La ausencia de hallazgos arqueológicos interpretables como cloacas
(a excepción de desagües y los ya citados de la calle San Andrés) en los
seguimientos que de las obras de urbanización y renovación de redes se
han efectuado en estas dos últimas décadas en importantes calles del casco
antiguo, nos hace plantear que la red de cloacas no abarcara la totalidad
de la ciudad sino que quedaría limitada a alguna de las vías principales
y a la evacuación de ciertos lugares públicos.
El trazado de la cloaca 1, lo interpretamos coincidente con el decumano;
la cloaca 2 sería utilizada para recoger las aguas del cerro de San Francisco
y las del complejo termal de la calle San Andrés, desaguando en la cloaca
1. La ubicación junto a la ladera de las otras estructuras termales localizadas
(Cervantes y La Clínica) permitiría una rápida salida de las aguas y por
las dimensiones del colector de La Clínica, sería también utilizado para
evacuar parte de las aguas de la ciudad. Las no canalizadas a través de
cloacas, discurrirían por las calles hacia el exterior, con canalizaciones
superficiales y al aire libre hasta su salida de la ciudad.
La presencia entre los materiales que se extrajeron en su día de cerámicas
de paredes finas (Aguarod I/Unzu 3), itálicas, sudgálicas, hispánicas
y la ausencia de sigillata tardía datan provisionalmente la construcción
de las cloacas de la calle San Andrés en la segunda mitad del siglo I,
y su periodo de utilización hasta comienzos del siglo IV.
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