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INGENIERÍA MINERA ROMANA


Roberto Matías © 2004

TRAIANVS © 2004


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Publicado en:
Elementos de Ingeniería Romana
Libro de ponencias
Congreso Europeo "Las Obras Públicas Romanas"
Tarragona, noviembre de 2004



1.- INTRODUCCIÓN

En época romana la minería europea conoció un prolongado período de inusitada actividad que puso en producción intensiva numerosos yacimientos. El alcance de los trabajos mineros fue tal que, por ejemplo, para el caso del oro, la práctica totalidad de las mineralizaciones hoy conocidas ya fueron localizadas y explotadas en época romana hasta el límite permitido por la tecnología minera y metalúrgica del momento. La intensa actividad minera romana es especialmente patente en Hispania, tras la expulsión de los cartagineses (209 a. C.), con explotaciones repartidas por todo el territorio, algunas de gran envergadura como las de Río Tinto, Cerro Muriano, Cartagena, Almadén o los yacimientos de oro del noroeste (Las Médulas, Teleno, Jales, Três Minas). El volumen y la extensión de los trabajos de minería romana ha hecho que se conserven muchos restos, desde complejos subterráneos hasta grandes áreas afectadas por minería a cielo abierto. En la mayoría de los casos las mineralizaciones se han visto afectadas por nuevas etapas de actividad en relación directa con el auge de la minera mundial de los siglos XIX y XX, pero en algunos se conservan casi íntegramente las estructuras originales de la minería romana en todo su esplendor, especialmente en el noroeste hispano.

La minería romana estuvo generalmente sometida al poder público y la participación directa del estado en las grandes explotaciones, pasando estas a formar parte del ager publicus, pudiendo arbitrar los sistemas de explotación y gestión que considerase más adecuados. El proceso fue progresivo, encargándose de las minas en un primer momento los gobernadores provinciales. Hacia el 180 a. de C. la gestión de las explotaciones se empieza a arrendar a publicanos o sociedades de publicanos. A partir de Augusto (27 a. C.) la responsabilidad recae directamente sobre el Senado o el fisco romano, en función de la categoría de las provincias (senatoriales o imperiales), encargándose el control de las explotaciones a la figura de los procurator metallorum. Al final de la dinastía Julio-Claudia (68 d. C.) la mayor parte de las minas de cierta entidad estaban controladas por la administración financiera imperial, el fisco, quien decidía los modos de explotación, bien en régimen de arrendamiento a particulares o mediante explotación directa gestionada por el ejército (Domergue, 1990; Mangas y Orejas, 1999).

Esta intervención estatal fue la que hizo posible destinar los recursos técnicos y económicos necesarios para acometer con garantías unas obras mineras de gran envergadura que tienen por objeto satisfacer las crecientes demandas de la sociedad romana en metales (oro, plata, cobre, hierro, plomo, estaño) y otros productos minerales (sal, cinabrio, malaquita, hematites, etc.). A pesar de que no existía un derecho minero romano propiamente dicho, el hallazgo a finales del siglo XIX de las Leyes de Vipasca en las minas de Aljustrel es una extraordinaria evidencia de la regulación de la minería, tanto desde el punto de vista técnico y administrativo, como del económico en su relación con el fisco. La similitud organizativa entre los trabajos de Aljustrel y otras zonas muestran que la ordenación minera era un hecho habitual, por otra parte estrictamente necesario para la planificación de las labores.

La gran uniformidad y extensión geográfica que se aprecia en la tecnología empleada y en los criterios de explotación de los distintos yacimientos minerales, denota la existencia de una verdadera y característica INGENIERÍA MINERA ROMANA, en el más amplio concepto actual del término. Sin embargo, sobre este aspecto científico-tecnológico apenas nos han llegado referencias en los textos antiguos. Tan solo se conservan descripciones incluidas en crónicas históricas o tratados sobre otros campos (Diodoro, Vitrubio, Posidonio-Estrabón, etc), destacando la enciclopédica obra sobre historia natural de Plinio El Viejo, en donde se encuentran algunas de las más interesantes citas sobre las técnicas de minería romana. La imprecisión (o nuestro desconocimiento) de la terminología empleada por Plinio hace que su traducción sufra constantes modificaciones con el paso del tiempo, al adaptarla de distinta forma a las evidencias del terreno (Domergue, 1972-74, 1986, 1990; Sánchez-Palencia, 2002). Para evitar cualquier influencia al respecto, en este trabajo se ha utilizado la antigua traducción de Francisco Hernández seguida por Jerónimo de Huerta que fue publicada en 1624 (reedición de Visor Libros, 1999). 

Un posible punto de partida para entender el origen de la escasez de referencias mineras en los textos clásicos es que, desde el punto de vista de la filosofía, la minería estuvo considerada por varios autores  (Aristóteles, Plinio o Estrabón) como una auténtica "violación de la naturaleza", en una sociedad donde la riqueza estaba relacionada con la posesión y cultivo agrícola de la tierra, llegando incluso en algún momento el Senado a prohibir la explotación de minas en Italia (Plinio, N.H. 3, 138). Por otro lado, la excepcional peculiaridad y el misticismo que siempre suscitaron en cualquier sociedad urbana los trabajos de minería y metalurgia desde muy antiguo, junto a su relación directa en muchos casos con complejas y lejanas guerras de conquista, además de duros trabajos en régimen de esclavitud, tal vez haya contribuido a dejar eclipsada la tecnología minera en los tratados de la época. No hemos de olvidar tampoco en este contexto que la minería también se caracterizó en la antigüedad por la extracción y manipulación de materiales de gran valor para la época, capaces de generar grandes riquezas, por lo que eran controlados por una elite social en la mayoría de los casos, de ahí que el conocimiento y difusión de sus técnicas estaría ciertamente restringido.

La realización de toda la extensión y variedad de trabajos de explotación minera romana, que se mantuvieron posiblemente activos en algunos casos durante un período de decenios, incluso siglos, no hubiera sido viable sin contar con la adecuada transmisión de los conocimientos de ingeniería minera y la supervisión directa de auténticos ingenieros, especialmente en las explotaciones de gran envergadura, marcando las pautas a seguir en una estricta labor organizativa y de planificación, tal y como se desprende del análisis de algunas de las estructuras mineras que han perdurado hasta la actualidad. En este trabajo se ha dado una total preferencia a las evidencias conservadas sobre el terreno, suficientemente significativas por si mismas desde la perspectiva tecnológica. Estos datos, incontestables en muchos casos por su evidente claridad, no sólo han servido para confirmar o rebatir las descripciones ilustrativas de los textos, sino que las amplían notablemente en todos los casos.

Al margen de las necesarias valoraciones arqueológicas, es preciso un profundo estudio tecnológico desde el punto de vista de la ingeniería de minas de los restos de la minería romana para adquirir una visión global de la actividad minera con objeto de poder evaluar adecuadamente el grado de desarrollo alcanzado sobre el conocimiento geológico de los distintos yacimientos minerales y sus técnicas de explotación. Una aproximación bibliográfica al tema arroja ya unos datos sorprendentes sobre el elevado nivel de conocimientos adquirido o inducido respecto a las mineralizaciones, en base al cual se constata un notable grado de planificación en la ejecución de todos los trabajos de ingeniería realizados en las explotaciones mineras.

Recientes investigaciones de campo como la del descubrimiento de un complejo minero romano en Llamas de Cabrera (León-España) (Matías y Gómez, 2003) o los datos obtenidos de la reconstrucción íntegra del trazado y estructura de la red hidráulica de Las Médulas, en el mismo área (Matías, 2004), corroboran la necesidad de continuar profundizando en este aspecto.


1.1.- LA MINERÍA EN LA ÉPOCA ANTERIOR AL IMPERIO ROMANO

Los recursos minerales han marcado, sobre todo en la antigüedad, el grado de desarrollo de las sociedades, ligado este en buena medida al uso de los materiales metálicos bajo distintos aspectos: estructurales, defensivos, suntuarios o bien como base de intercambios monetarios, sin olvidar por otro lado la utilización directa de los minerales como sustancias colorantes o medicinales.

El hecho de que muchos de los minerales posean llamativos colores o formas ya despertó necesariamente desde tiempos muy remotos el interés humano por su posesión y uso. Sin embargo, las evidencias metalúrgicas, como primera transformación profunda de los minerales, se remontan tan solo a 7000 años a. de C. La existencia de oro, plata y cobre directamente en estado metálico (nativo) en la naturaleza apunta hacia estos elementos como los primeros utilizados por la Humanidad, especialmente el oro, por su fascinante color amarillo y su inalterabilidad ante los agentes atmosféricos. Todas las evidencias apuntan a que el primer metal obtenido a partir del tratamiento metalúrgico de sus minerales fue el cobre, posteriormente aleado con el estaño para fabricar el bronce, producto de menor punto de fusión y más fácilmente moldeable.

La minería es, por tanto, una actividad muy antigua cuyo origen se pierde en el tiempo. Las huellas de algunos de los primeros trabajos de explotación del sílex, especialmente los subterráneos, han llegado hasta nuestros días como testimonio de la necesidad humana de aprovechar los recursos minerales. Con rudimentarias herramientas de hueso o piedra y la escasa luz de unas mechas o ramas encendidas, en la época prehistórica se realizaron explotaciones mineras de cierta importancia, cuyos límites en profundidad estaban marcados por la inevitable presencia de agua. De esta forma, se explotaron en un primer momento algunos minerales de uso directo como sílex y sillimanita (fibrolita), colorantes como malaquita-azurita o cinabrio, y también oro, plata y cobre nativos. En las primeras etapas de la metalurgia se beneficiaron los minerales metálicos de fácil reducción como los carbonatos de cobre (malaquita-azurita) y óxidos de cobre (cuprita-tenorita), marcando el comienzo de la Edad del Cobre. La introducción de estaño en el proceso metalúrgico del cobre, de forma intencionada o casual, dará paso a la Edad del Bronce, en la que jugarán un papel fundamental los escasos yacimientos de casiterita.

El posterior desarrollo de la metalurgia del hierro supone un hito de gran importancia en la generalización del uso de los metales, ya que la mayor abundancia y dispersión de los minerales de hierro amplía considerablemente el espectro geográfico y social, además de proporcionar elementos de más resistencia y funcionalidad. Respecto al bronce y otras aleaciones, aumenta la utilización en objetos de adorno y uso cotidiano debido a su fácil fusión y moldeado. Por tanto, en época romana y anterior los metales más buscados eran, fundamentalmente, oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo.

Las fuentes de materias primas para la obtención de metales, los yacimientos minerales, no se encuentran repartidos regularmente, sino que se verifica su concentración en zonas geográficas concretas debido a unas especiales características geológicas. Este hecho dará lugar a un intenso comercio de metales y sustancias minerales entre las zonas de producción y los centros de consumo, comercio cuyo control asegurará unas importantes cotas de poder económico y social a su poseedor. Además de su aplicación práctica, el valor tangible que alcanzan algunos metales en el intercambio comercial los convertirán en la base monetaria de las sociedades más avanzadas del momento, en un proceso que ha perdurado prácticamente hasta el presente, en donde el patrón oro se ha destacado ampliamente sobre los demás metales.

Todo el Mediterráneo vivirá un largo período de febril actividad impulsado por el comercio de metales y las luchas entre fenicios, griegos, cartagineses y romanos para controlar y llevar estas preciadas mercancías desde sus lugares de producción hasta los centros de consumo. La expansión imperial de Roma y su hegemonía sobre el resto de países del entorno aglutinará en un único propietario la posesión de los más ricos yacimientos.



2.- INGENIERÍA MINERA ROMANA

El auge de la minería que tuvo lugar en Europa durante todo el siglo XIX y principios del XX puso de manifiesto la existencia de importantes labores mineras antiguas en la mayoría de los yacimientos prospectados o trabajados. Las zonas mineras por excelencia del entorno europeo se sitúan en Anatolia, Chipre, Los Balcanes, Europa Central, Gran Bretaña y la Península Ibérica. Todos los grandes yacimientos conocidos habían sido ya explotados en época romana, algunos incluso también con anterioridad. Esta concentración de explotaciones mineras romanas es especialmente notable en la península Ibérica, en donde destacan los restos hallados en las minas de Río Tinto (Huelva), el distrito Cartagena-Mazarrón (Murcia), Linares (Jaén), Sierra Morena (Córdoba), Almadén (Ciudad Real), en España, y los de Aljustrel, Sâo Domingos, Valongo, Jales y Três Minas, en Portugal. 

La atribución a época romana de los trabajos encontrados se realiza en base a la magnitud y la tecnología empleada, así como por evidencias arqueológicas encontradas en las antiguas labores mineras, apoyadas por referencias de autores antiguos como Diodoro, Estrabón o Plinio respecto a su distribución geográfica y métodos de laboreo. La investigación actual sobre la minería romana desde el punto de vista de la ingeniería se encuentra con la problemática de la reactivación posterior de la mayoría de los trabajos mineros antiguos, sin apenas registros arqueológicos previos, por lo que la pérdida de datos en algunos casos ha sido muy importante y difícil de cuantificar.

Los primeros acercamientos globales a la minería romana se deben a Alfred Leger con su obra "Les Travaux Publics aux temps des Romains. Les mines et la metallurgie" (Leger, 1875), quien realiza un excelente trabajo de recopilación sobre las obras de infraestructura acometidas por Roma en todo el Imperio, haciendo también un balance muy acertado de la distribución geográfica de las explotaciones mineras y las técnicas metalúrgicas aplicadas. La reactivación de muchas minas explotadas en época romana sacará a la luz interesantes hallazgos que se recogen puntualmente en prestigiosas publicaciones de ingeniería como Engineering and Mining, Journal, Transactions of Institution of Mining and Metallurgy, Mining Journal, Revista Minera, etc. Es notable el esfuerzo realizado por muchos ingenieros de minas encargados de las explotaciones mineras del siglo XIX y XX para documentar los hallazgos de labores antiguas, casi siempre por motivos de seguridad ante el temor de la existencia de aguas colgadas o como guías de prospección, pero también en otros casos por un loable interés científico.

Uno de los primeros artículos globales sobre las técnicas romanas se lo debemos a E. Ardaillon, "metalla", de principios del siglo XX (Ardaillon, 1904), aunque los primeros estudios en profundidad realizados específicamente sobre la minería romana del entorno europeo se deben a Oliver Davies, destacando especialmente su obra "Roman Mines in Europe" (Davies, 1935). En años posteriores aparecen otros trabajos que recogen la tecnología minera romana de autores como Forbes (1966), Ramin (1977) o Healy (1978). En la década de los 70, las primeras investigaciones de Domergue (1970, 1970a) y Almeida (1970) perfilan definitivamente una visión real de la verdadera magnitud e importancia de los trabajos de minería romana, especialmente en los yacimientos auríferos del noroeste de la Península Ibérica, donde se abrirá un amplio campo de investigación.

En la actualidad, aunque contamos con la interesante obra de Robert Shepherd: "Ancient Mining", en donde combina con acierto la visión tecnológica de la minería  antigua con los aspectos históricos más relevantes (Shepherd,1993), Claude Domergue destaca entre todos los investigadores por la amplitud enciclopédica de sus trabajos en minería romana y prerromana, iniciados en la década de los 60. Desde un extenso conocimiento de la minería antigua (Domergue, 1987, 1990), el autor nos hace una amplia descripción de las técnicas mineras ("l´art des mines") de época romana, bajo el denominador común de la "mecanización" como novedad introducida por los romanos en la explotación de las minas (Domergue, 1993). A pesar de no ser un pueblo eminentemente minero, los romanos sometieron en sus conquistas a territorios de gran tradición minera, entrando en contacto con una mano de obra indígena muy preparada y experimentada a lo largo de muchos años de actividad en el campo de la minería, como ocurrió en el caso de las explotaciones de Cartagena y Sierra Morena, Río Tinto, Dacia,  Macedonia o las minas de oro del Egipto faraónico.

La aplicación generalizada a la explotación de las minas por parte romana de los avances conseguidos en otros campos tecnológicos, como topografía e hidráulica, hizo posible acometer trabajos de gran envergadura desconocidos hasta la época, o lo que es lo mismo, una explotación racional de los yacimientos, necesariamente apoyada en un rudimentario pero efectivo conocimiento geológico, adquirido de forma empírica in situ o inducido en base a  conocimientos previos obtenidos también experimentalmente.


2.1.- LAS TÉCNICAS DE MINERÍA ROMANA

Desde una perspectiva global, si algo distingue en particular a las técnicas mineras romanas de las de sus antecesores es la planificación y estructuración de los trabajos de explotación de los grandes yacimientos. En esta novedosa aplicación minera de la tecnología de la época tienen mucho que ver los recursos de mano de obra especializada que fueron destinados a esta labor, debido al elevado grado de participación e intereses económicos de la administración romana. El rumbo que toman ahora las explotaciones mineras marcará el inicio de una importante y característica etapa tecnológica, que se puede considerar el nacimiento de la ingeniería de minas.

En el ámbito de la minería subterránea resuelven con éxito el principal problema, que es la existencia de agua en el terreno, bien por los posibles aportes del exterior en época de lluvias o por la propia circulación natural de las aguas subterráneas. La progresión de cualquier explotación se enfrenta con la necesidad de profundizar continuamente las labores para poder mantener los niveles de producción, por lo que a medida que aumenta la profundidad el problema del agua se acentúa. Para solucionar esta circunstancia los romanos generalizan la realización de grandes galerías de desagüe donde es topográficamente posible, o utilizan sistemas escalonados de elevación de agua como la noria o el tornillo de Arquímedes, constatándose también arqueológicamente la utilización puntual de sistemas mecánicos más complejos como la bomba de Ctesibius, artefactos todos ellos de procedencia helenística en su concepción inicial.

En los trabajos sobre aquellos yacimientos a cielo abierto en los que el mineral se encuentra diseminado en la roca y requieren el tratamiento extensivo de grandes masas de materiales, como en el caso de la mayoría de los yacimientos auríferos, especialmente los de origen aluvial, se realizaron por primera vez extensas obras hidráulicas de abastecimiento para proceder a su explotación integral. El audaz uso realizado de la fuerza hidráulica, utilizado anteriormente a pequeña escala, aportó como avance tecnológico la posibilidad de remover y lavar cantidades de materiales nunca imaginadas hasta esa fecha, que en algunos casos superan los cien millones de metros cúbicos.


2.1.0.- LA PROSPECCIÓN MINERA

En general. la puesta en marcha de cualquier explotación minera de gran tamaño que requiere la realización de costosas infraestructuras comienza por el reconocimiento de la existencia de cantidad suficiente de la mineralización buscada, bien basándose en trabajos mineros anteriores, bien utilizando unos criterios de prospección elaborados a partir de experiencias y conocimientos previos para conseguir localizar y evaluar lo que no siempre es evidente sobre el terreno. La gran variedad de minerales y su no menos extensa variedad de yacimientos hace que el proceso de prospección minera sea una labor verdaderamente difícil y compleja en la que los conocimientos adquiridos y la experimentación directa sobre el terreno juegan un papel fundamental.

Como se ha dicho anteriormente, las campañas de conquista de Roma pusieron en sus manos el control de zonas de mucha tradición minera en las que algunos yacimientos eran de una riqueza tan extraordinaria que llegaron a considerarse inagotables. En estos casos en los que los yacimientos, por su extensión o nivel de trabajos, ya están suficientemente reconocidos, simplemente se limitaron a racionalizar las estructuras de las explotaciones para proceder a su profundización.

En aquellos otros yacimientos en los que el grado de explotación anterior era apenas superficial o se descubren nuevas mineralizaciones, resulta evidente que la amplia distribución geográfica de las explotaciones mineras romanas fue fruto de una sistemática exploración, producto de la simbiosis entre los conocimientos de los nativos sobre la minería de su propio terreno y los conocimientos técnicos o geológicos aportados por los ingenieros romanos.

Donde más desarrollo alcanzaron los romanos en el aspecto de la prospección minera fue en la localización de los yacimientos de oro, especialmente en el noroeste de la Península Ibérica. Si bien está admitida la existencia de una minería primitiva consistente en el lavado artesanal de las arenas auríferas por parte de la población autóctona, como atestiguan las numerosas muestras de orfebrería halladas (Sánchez-Palencia y Pérez, 1989), la llegada de los romanos pondrá en producción la práctica totalidad de los yacimientos auríferos del territorio, tanto primarios como secundarios. Los trabajos mineros fueron tan exhaustivos y extensos que aún hoy son motivo de asombro, no sólo para ingenieros de minas y geólogos en su ámbito profesional, en el que muchas veces se valieron de los indicios de minería romana para sus investigaciones, sino también para cualquiera que se acerque a contemplar las espectaculares huellas que han dejado sobre el terreno. A pesar de los logros alcanzados por los romanos, algunos investigadores consideran que todos los textos y descripciones procedentes del mundo antiguo respecto a la explotación minera, especialmente del oro (Diodoro, Estrabón, Plinio) confirman que nunca existió un conocimiento geológico sistematizado, afirmando que sus éxitos fueron resultado de una aplicación empírica de conocimientos adquiridos (Healy, 1978, p.15; Sánchez-Palencia y Orejas, 1994, pp. 154-155),

Podemos ilustrar y comparar con los textos clásicos el grado de conocimiento de romanos y nativos sobre las riquezas minerales de su territorio en un caso muy concreto y bien documentado. El historiador Floro relata cómo en el proceso de conquista de los territorios auríferos del noroeste hispano se modifican profundamente las estructuras del pueblo Astur por la introducción de nuevos sistemas organizativos romanos tras la terminación de las Guerras Cántabras (Floro, II, 33. 46-60):

 "...Para Augusto este fue el final de sus quehaceres bélicos y también el fin de la rebelión de Hispania. A partir de entonces fueron fieles y tuvieron una paz duradera, no sólo por su ingenio bien dispuesto para las artes propicias de una situación de paz, sino también por el buen entendimiento de César quien recelando de la buena fe de quienes se escondían en los montes, les mandó habitar el campamento suyo que estaba en la zona llana y trabajar la tierra; allí había un consejo del pueblo y aquel campamento era considerado como auténtica capital. Las características de la región favorecían la realización; en efecto, por los alrededores del lugar había oro, malaquita, minio y también abundaban otros productos. Así pues, mandó que se explotase el suelo. Con ello los Astures, excavando la tierra esforzadamente, empezaron a darse cuenta de sus recursos y riquezas, aunque en principio tratan de adquirir todo esto para otros".

Si bien las evidencias en el terreno confirman el texto de Floro en cuanto a la presencia de oro, cobre y cinabrio en los territorios astures, los nativos ya conocieron y explotaron con cierta amplitud sus recursos minerales muchos siglos atrás, especialmente el mineral de cobre en la mina "La Profunda" (Matías et al., 2000) y el cinabrio en las mineralizaciones de Lois, Pedrosa del Rey y Riosol (Alonso et al., 2004). El interés de Roma por las riquezas minerales del territorio Astur se centrará especialmente en la explotación del oro, aunque también mostrarán un marcado interés por el cinabrio, en donde acometieron una excepcional explotación por minería hidráulica en Miñera de Luna (Matías et al., 2001). El cobre, cuya explotación llegó a ser importante en época prehistórica, queda en un segundo plano, no teniéndose hasta la fecha evidencias consistentes de su minería en la zona durante la época romana.

En la prospección de los yacimientos auríferos la mayor dificultad reside en que el oro sólo se manifiesta tras un cuidadoso y delicado proceso de lavado y concentración, siendo muy raros los casos en que puede apreciarse a simple vista. Algunos investigadores han considerado que los trabajos de prospección aurífera romana estaban basados únicamente en la aplicación sistemática de criterios empíricos, como es el bateo sistemático de las arenas de los ríos, remontando su curso hasta dar con los yacimientos primarios (Sánchez-Palencia y Orejas, 1994, pp. 154-155). Sin embargo, este método, técnicamente correcto, no proporciona por si sólo criterios suficientes para evaluar la viabilidad de las grandes obras mineras de explotación hidráulica o subterránea que se acometieron con posterioridad en una zona tan amplia. Una vez localizada la presencia del oro en la superficie fue preciso aplicar otros criterios y realizar los trabajos necesarios que permitieran estimar la conveniencia o no de la construcción de las complejas y costosas obras de infraestructura hidráulica para su explotación.

Teniendo en cuenta la enorme extensión geográfica en la que se encuentran los yacimientos de oro explotados en el noroeste hispano, repartidos en un área de muchos miles de kilómetros cuadrados y trabajados casi de forma simultánea, parece acertado tener en cuenta que en la búsqueda de los yacimientos de oro se tuvieron que aplicar no sólo criterios empíricos, sino también los conocimientos adquiridos en cuanto a la configuración y características de los yacimientos, que presentan por lo general, dentro de ciertas áreas, rasgos comunes en cuanto a  morfología, tipos de terrenos y rocas asociadas, es decir, criterios geológicos de prospección.

La documentación de restos que atestigüen fehacientemente en el campo la existencia de trabajos de prospección es un tema aún muy confuso debido al escaso desarrollo hasta ahora de los estudios sobre las verdaderas estructuras de las explotaciones mineras. La superposición de trabajos de distintas épocas dificulta también las interpretaciones al destruir o enmascarar vestigios de labores anteriores. Por ejemplo, en las minas auríferas de Três Minas y Valongo se ha documentado la existencia de pozos verticales gemelos que posteriormente fueron puestos al descubierto por nuevos trabajos de minería, realizados a cielo abierto en el caso de Três Minas (Wahl, 1988). Este podría ser un caso de una prospección inicial para la evaluación del yacimiento y posterior explotación intensiva según un método más adecuado, aunque también, y aquí está el verdadero problema de interpretación, puede tratarse de fases de explotación diferentes en tiempo y forma, que se superponen. De todos modos, no debe de hacerse una distinción muy estricta entre prospección y explotación porque ambas fases están íntimamente relacionadas y se han podido realizar labores aparentemente de explotación con fines prospectivos, modificándose posteriormente el método de trabajo según los resultados conseguidos.


2.1.1.- MINERÍA ROMANA SUBTERRÁNEA

Las técnicas de minería subterránea anteriores a la época romana se encontraban a un cierto nivel de desarrollo. En el neolítico se habían alcanzado ya más de 16 metros de profundidad en las minas de sílex de Spiennes (Shepherd, 1980). En la Edad del Bronce se registran profundidades de trabajo de más de 30 metros en las minas de cobre de Timna (Israel), que son superados en las de Laurion y que llegan en algunos casos hasta los 50 metros de profundidad, como en la explotación de cobre de la mina "La Profunda" (León-España) (Matías et al, 2000) o en las minas de cinabrio de Riosol (Alonso et al, 2004). Los medios de trabajo habituales para el avance de las explotaciones mineras fue el ataque de la roca o mineral con diversos útiles de piedra, hueso y madera, a veces también en combinación con el uso limitado del fuego, que se constata desde el Neolítico y durante la Edad del Bronce en explotaciones de cobre como las de Rudna Glava, Mount Gabriel (Irlanda) y otras en Austria, España y País de Gales (Shepherd, 1980, Domergue, 1987). Los instrumentos metálicos de cobre, bronce o hierro se implantan sobre los de piedra, en especial este último, desplazándolos definitivamente en las grandes explotaciones subterráneas romanas, que tienen como precedente las minas griegas de Laurion, donde se ha documentado la existencia de 140 km de galerías (Ramin, 1977) realizadas con herramientas de hierro.

En el ámbito de la minería subterránea, cualquier operación a gran escala reviste mucha complejidad, ya que los distintos aspectos de esta, como avance de galerías, profundización de pozos, sostenimiento de las zonas inestables, extracción del mineral, desagües ventilación, etc. son factores sometidos a continuos cambios producidos por la naturaleza geológica del terreno que convierte las labores mineras subterráneas en trabajos con un alto grado de dificultad y, en algunos casos, con graves riesgos físicos para los trabajadores en caso de no tomarse las debidas precauciones. Sin llegar al apocalíptico panorama que configura Diodoro en sus descripciones de las minas de Egipto (Diodoro, 3, 12-13.1) o Hispania (Diodoro, 5, 36-38), la penosidad del trabajo y los riesgos en el interior de las minas son muy reales. Estos van desde los más graves, como aplastamientos por caída de rocas, asfixia en atmósferas irrespirables o enfermedades pulmonares provocadas por la exposición prolongada al polvo, hasta los leves, que pueden ser heridas cortantes producidas por las  herramientas y el manejo continuado de materiales rocosos en medios estrechos y escasamente iluminados.


Alumbrado:

La iluminación en los frentes de trabajo y avance de galerías o pozos se realizaba por regla general mediante  lámparas de aceite (lucernas) de distintos tamaños, elaboradas en arcilla cocida, semejantes a aquellas que eran utilizadas en el ámbito doméstico romano, cuyo diseño y decoración permite a veces su encuadre en un período de tiempo determinado. El emplazamiento de las lámparas se hacía sistemáticamente en pequeñas oquedades excavadas en los hastiales para su colocación a la altura deseada. Estos huecos reciben el nombre de lucernarios y su distribución y espaciado puede dar alguna idea de los ciclos de trabajo en el interior de la mina.


Arranque:

Como útiles de arranque, en los trabajos mineros subterráneos romanos se introduce el uso generalizado de herramientas de hierro frente a los útiles de piedra y hueso de épocas anteriores, de menor capacidad de penetración, consiguiendo con ello aumentar sustancialmente los rendimientos. Se utilizan cuñas metálicas o de madera,  martillos diversos, picos y punterolas provistas de mango de madera para un manejo adecuado de estos elementos, apoyados por rastrillas y palas para cargar el mineral (Luzón, 1970).

Se sigue utilizando el fuego y agua alternativamente en el interior de las minas para romper la roca muy dura, tanto para el avance de galerías como para el abatimiento de masas de roca mineralizada. Las limitaciones de este método son muchas en el caso de ambientes reducidos y de escasa ventilación, aumentando todavía más cuando se trata de explotaciones que han llegado a una cierta profundidad o de sulfuros metálicos por su posibilidad de entrar en ignición emitiendo gases sulfurosos de alta toxicidad. El empleo del fuego se constata en el terreno principalmente por las características superficies abovedadas que quedan después de su uso. El ennegrecimiento de las paredes producido por el humo y los posibles depósitos de cenizas no resultan siempre evidentes en todos los casos.


Sostenimiento:

Como sistema básico de sostenimiento y entibación de labores mineras se sigue manteniendo la utilización de la madera, por lo general abundante y fácil de trabajar. Su uso está constatado ya desde la antigüedad por los restos aparecidos en la excavación de explotaciones de sílex de Spiennes y en minas de cobre de Austria y Anatolia, datadas de la Edad del Bronce (Shepherd, 1980), así como en las minas de oro galas de la segunda Edad del Hierro (siglo. II a. C) en Limousin (Cauuet, 1997), donde se han encontrado trabajos de entibación en madera técnicamente muy elaborados.

Este uso de la madera en la minería romana subterránea se recoge en el texto de la segunda tabla de Aljustrel, donde se advierte a los titulares de las concesiones mineras de la necesidad de reemplazar y mantener en buen estado el sostenimiento de madera para evitar la ruina de las explotaciones:


Lex metallica vispacense:

T-II - 11 Todos los pozos estarán  siempre cuidadosamente apuntalados y sujetos; y el colono de cualquier pozo sustituirá la madera podrida por madera nueva e idónea.

T-II - 12 No estará permitido causar daños o romper de modo engañoso las estacas o maderos puestos como protección de la mina o hacer cualquier otra cosa, para que esas estacas o maderos estén seguros y permitan el acceso.

Aunque la madera se emplea con profusión en la minería, su duración efectiva es bastante limitada, del orden de unos pocos años, y requiere de constante mantenimiento, por lo que se recurre donde es posible a la utilización complementaria de elementos rocosos. En el caso de yacimientos filonianos se dejan pequeños macizos de mineral a espacios regulares para el sostenimiento de los hastiales o techos. En otro tipo de labores, principalmente galerías y anchurones, se realizan refuerzos con muros de mampostería en seco y arcos o bóvedas de piedra, usando para su construcción el material procedente de la propia mina, que a veces también se utiliza para el relleno de zonas ya trabajadas, evitando así su transporte hacia el exterior y estabilizando los huecos que ha dejado el mineral extraído.


Transporte:

El transporte del mineral hasta la superficie es una operación muy penosa que se venía realizando manualmente en espuertas y capazos por las propias labores de explotación y galerías o mediante el empleo de tornos rudimentarios de diversos modelos instalados en las bocas de los pozos. En esta nueva etapa el sistema anterior apenas sufre variaciones por su sencillez y efectividad. Para las operaciones de izado se utilizan cables confeccionados con fibras vegetales o cuero, bien directamente o arrollados en tornos simples o combinados con poleas, cuyo uso se generaliza. Los tornos pueden también para la extracción de pequeñas cantidades de agua. En las minas de Cartagena se han encontrado ruedas dentadas de madera pertenecientes un mecanismo de elevación no definido que apunta a la existencia de otros sistemas.

Un caso aparte y excepcional lo constituye la extracción del mineral a través de grandes galerías transversales mediante carruajes, como se ha constatado en las explotaciones auríferas romanas de Três Minas (Portugal). En estas minas se conservan también las posibles cimentaciones de un sistema de elevación por cabrestante, que podría corresponderse con el representado en el bajorrelieve de Avianno (Jurghen Whal, 1988, 1998).


Pozos y galerías:

Los pozos verticales que se construyen para el servicio de la explotación (acceso, ventilación, evacuación de mineral y agua, etc) son unas de las obras más audaces que se realizan. En algunos casos llegan a alcanzar más de 100 m de profundidad, como en la Sierra de Cartagena (Domergue, 1987) y 2-3 m de diámetro, siendo preferentemente de sección cuadrada y también circular, prefiriendo esta última en los terrenos menos estables. Los pozos comunican no sólo las labores subterráneas con el exterior sino que también se realizan pozos verticales entre los diferentes niveles de la mina. Su perforación está por lo general muy cuidada, con paredes recortadas a pico, utilizando cerchas de madera o revestimientos de piedra en las zonas de terrenos más blandos.

Existen más de 800 pozos en las áreas mineras de Río Tinto, La Zarza, Cabezas de los Pastos y Sotiel-Coronada (Huelva). En la mina de Cabezas de los Pastos y otras se puede apreciar una cierta distribución regular de pozos gemelos, que estaría relacionada con una parcelación de las concesiones. Se ha atribuido a estos pozos una posible utilización como chimeneas de ventilación, obligando el tiro del aire mediante fuegos en su base, o bien, para dar servicio simultáneamente a la extracción del mineral por uno, equipado con tornos y la circulación de los mineros por el otro.

Las galerías de acceso a las mineralizaciones y los pozos se realizan intencionadamente en las rocas del encajante del yacimiento, a suficiente distancia para no verse influidas por los trabajos de explotación y garantizar un servicio prolongado. Las secciones de estas galerías y pozos están relacionadas con los usos a los que se destinan, buscando en todo momento la mayor facilidad de su trazado, por lo que las sinuosidades y secciones reducidas que a veces presentan no han de interpretarse como trazados poco cuidadosos sin antes tener en cuenta los objetivos de la labor y las características de los materiales que cortan a su paso.


Desagüe:

La solución efectiva más aplicada para resolver los problemas de desagüe y acceso fue la realización de galerías de drenaje en aquellas explotaciones donde el relieve del terreno es favorable, alcanzando su máximo exponente en época romana mediante grandes trazados que llegan a tener en algunos casos hasta casi dos kilómetros de longitud. El ejemplo más representativo se encuentra en las minas del sureste de la Península Ibérica, en el área de Cartagena-Mazarrón, donde en el Coto Fortuna se hacía circular el agua por una galería de 1,8 km de largo y 1,30 x 2 m de sección, a 70 metros de profundidad (Guillén, 1997). Se da también una acertada preferencia al emplazamiento de estas labores de desagüe y acceso en rocas estériles para garantizar su estabilidad a medida que progresa la explotación sin que se vean afectados por los hundimientos que pueden provocar los vaciados que se originan en el yacimiento con la extracción del mineral. El uso de técnicas topográficas de orientación y nivelación subterránea en las minas romanas implica también su representación en algún tipo de esquema o planos que permitan estructurar y orientar el trazado de galerías, pozos y otras pequeñas obras de infraestructura.

Aunque se conocen algunos ejemplos de galerías de desagüe desde la Edad del Bronce (Cauuet, 1997) su corto trazado de apenas una decena de metros no admite comparación con las grandes obras de desagüe romanas en las que fue preciso utilizar técnicas de topografía subterránea, no desarrolladas anteriormente, y de las que de momento no se tienen evidencias materiales (señales, marcas, instrumentos, etc.), pero cuyos resultados son evidentes. La estructura topográfica de estas galerías de desagüe apenas está documentada, aunque existen algunas excepciones, como la siguiente descripción del sistema de drenaje de una de las masas de Riotinto (Palmer, 1927):

 "Siguendo el curso de un barranco hay cuatro socavones en las proximidades de uno de los criaderos de pirita, a cotas 390, 376, 348 y 320 metros sobre el nivel del mar, siendo sus longitudes de 100, 250, 600 y 925 metros, respectivamente. Hay numerosos pocillos que conectan los socavones con la superficie. Los detalles correspondientes al socavón más bajo y a sus pocillos son los que siguen: longitud total del socavón desde el emboquillado exterior hasta la masa de pirita 925 metros; término medio de su pendiente, 1 por 300; metraje total de todos los pocillos, 1600 metros; pocillo menos profundo, 5 metros; pocillo más profundo, 84 metros; distancia más corta entre dos pocillos consecutivos, 15 metros; distancia más larga entre dos pocillos, 84 metros."

De esta descripción se desprende el espaciado regular entre las galerías de desagüe (socavones), que en la primera es de 14 metros, pasando luego a ser de 28 metros entre las dos siguientes. Destaca también la estructura de las galerías que acceden a la mineralización, que muestran no sólo la nivelación necesaria para efectuar los desagües, sino una progresiva y nada aleatoria profundización de los trabajos, además de una precisa orientación topográfica para acceder a las zonas de explotación.

La planificación de las labores posibilita ahora la introducción de maquinaria en las grandes explotaciones mineras para los trabajos de desagüe mediante dispositivos sobradamente conocidos en otros ámbitos de aplicación como la agricultura (Gossé, 1942; Luzón, 1968; Oleson, 1984; Viana et al. 1954). Los sistemas utilizados que han podido documentarse son:


Noria (rueda de cangilones): su uso en la minería está muy extendido ya que se han encontrado ruedas de noria en las grandes minas del suroeste de la península Ibérica (Río Tinto, Tharsis, Lagunazo, Sâo Domingos o Sotiel-Coronada) y en el sureste (Cabezo Rajado - Murcia), así como en las minas de oro de Dacia (Rumania) y Dolaucothi (Pais de Gales - G.B.). Eran accionadas mediante fuerza humana pisando en una serie de travesaños situados en su parte exterior. Para alcanzar las alturas de elevación necesarias las norias eran habitualmente colocadas por parejas en cascada dentro de labores mineras diseñadas y destinadas específicamente al efecto. Algunas de las 13 ruedas halladas en las minas de Río Tinto durante su explotación en el siglo XIX tienen un diámetro de 4,5 m y sus piezas estaban cuidadosamente numeradas para su ensamblado. Pertenecían a un conjunto de al menos ocho pares de ruedas instaladas escalonadamente en una estructura subterránea para elevar el agua una altura de 30 metros, por lo que su capacidad de elevación se acerca al diámetro efectivo.


Tornillo de Arquímedes (Coclea de Vitrubio): era un artefacto inventado en el siglo III a. C. y profusamente utilizado en agricultura para irrigación. Su accionamiento se hacía mediante fuerza humana aplicada en el extremo del cilindro interior con las manos o con los pies. Se ha documentado su uso en las minas de galena argentífera de Santa Bárbara (Posadas-Córdoba) en una galería de 300 m de largo, 2,70 m de ancho y 30º de inclinación equipada en un tramo con una batería escalonada de cuatro tornillos. En el Centenillo (Jaén) fue encontrado un tornillo de Arquímedes completo por debajo de los 200 m de profundidad, perteneciente a una instalación de 5 tornillos de Arquímedes que se utilizaba en el desagüe de las labores desde la cota 225 hasta la cota 200.


Bombas de doble efecto: se trata de bombas de pistones de gran precisión, cuyas piezas estaban realizadas habitualmente en fundición de bronce. Los pistones y cilindros eran sometidos con posterioridad a un cuidadoso tratamiento de rectificado y pulido para asegurar su encaje. Los dos cilindros que alojan los pistones están comunicados por una cámara de válvulas. Accionando alternativamente los pistones mediante una palanca manual el agua ascendía por uno u otro pistón, saliendo luego a presión por un conducto común.

Su invención se atribuye al sabio helenístico Ctesibio de Alejandría a mediados del siglo III a. C.. Por su modo de funcionamiento, sólo eran aptas para las aguas limpias, pudiendo alcanzar alturas de elevación considerables según la descripción de Vitrubio, hecho verificado modernamente tras su reconstrucción experimental. Un ejemplar de la bomba de Ctesibio construido en plomo fue encontrado en las minas de la Sierra de Cartagena durante las explotaciones a cielo abierto realizas en el siglo XX en la Cantera Emilia (La Unión - Murcia). Otra bomba construida en bronce, semejante al modelo descrito por Héron de Alejandría, fue encontrada en perfecto estado de conservación en las minas de Sotiel - Coronada (Huelva). Por su particular construcción, su uso se atribuye a una "bomba de incendios" para las operaciones mineras realizadas con la aplicación alternativa de fuego y agua (Domergue, 1993, p. 343), permitiendo lanzar directamente el agua sobre la roca caliente desde cierta distancia.

La adaptación de esta maquinaria de uso fundamentalmente agrícola para ser utilizada en el interior de las minas requiere la realización de unas obras de infraestructura nada corrientes, especialmente en el caso de las norias y tornillos de Arquímedes, en las que nuevamente ha sido precisa también la aplicación de técnicas topográficas adecuadas para realizar los trabajos de orientación y nivelación necesarios, previamente planificados tras un exhaustivo estudio del terreno.


2.1.2.- MINERÍA ROMANA SUBTERRÁNEA EN LLAMAS DE CABRERA (LEÓN-España)

Como notable ejemplo de minería subterránea que ha llegado prácticamente intacto  hasta nuestros días, en las inmediaciones de la localidad de Llamas de Cabrera (León - España) fue descubierto en julio del 2002 un complejo minero de época romana, cuya explotación se realizó mediante técnicas de minería hidráulica superficial combinadas con grandes trabajos de minería subterránea. El objetivo de estas antiguas labores mineras fue el oro presente en los filones de cuarzo de un yacimiento desconocido hasta esa fecha,  tanto en el ámbito geológico como en el de la arqueología. Toda la explotación minera fue realizada directamente sobre la roca mineralizada o materiales disgregados de escaso transporte, por lo que se podría definir genéricamente como un yacimiento aurífero primario.

La infraestructura hidráulica construida para el desarrollo de las explotaciones mineras de Llamas de Cabrera consta de 9 depósitos de almacenamiento y distribución de agua, además de seis canalizaciones propias, con más de 26 km de recorrido, guardando todo el conjunto íntima relación con los canales de la red hidráulica que abastece a la explotación de Las Médulas, cuya red queda parcialmente destruida al ponerse en funcionamiento esta mina.

Las excavaciones a cielo abierto fueron realizadas mediante el método de "arrugia", aplicando directamente la fuerza del agua sobre derrubios de ladera, coluviones y la zona meteorizada de la mineralización. Con posterioridad a los trabajos de superficie fueron realizadas en un amplio sector del yacimiento más de 20 labores subterráneas que superan en muchos casos los 50 metros de profundidad, conformado un conjunto estructurado de pozos y galerías destinados a la explotación sistemática de los filones auríferos.

Desde el punto de vista histórico y técnico, llamaba hasta ahora la atención el hecho de la  práctica ausencia de minería aurífera romana específicamente subterránea en un entorno tan rico en mineralizaciones de oro como es la provincia de León, en donde la minería romana sobre yacimientos secundarios tuvo un fuerte desarrollo.

Sin embargo, son abundantes los ejemplos repartidos por toda la geografía ibérica que demuestran el nivel alcanzado por los romanos en las obras de minería subterránea, destacando por su magnitud y proximidad, para el caso del oro, las explotaciones realizadas en la Gallaecia portuguesa: Três Minas, Jales, Valongo (Almeida, 1970, Tranoy 1981, Jürgen Whal, 1988). Por el contrario, en la vecina Asturias, así como en Lugo, sí se localizan algunas galerías sobre yacimientos primarios (Luzón et al, 1980; Sánchez-Palencia, 1983; Domergue, 1987; Villa, 1998), si bien, en muy escaso número frente a las explotaciones de superficie, siendo consideradas habitualmente como labores de prospección.

La identificación de estas labores subterráneas romanas en Llamas de Cabrera (Matías y Gómez, 2003) representa la más importante evidencia hasta el momento de la utilización efectiva de minería subterránea para el beneficio de yacimientos auríferos primarios en el territorio Astur. Según todo lo observado hasta ahora, los trabajos mineros han llegado intactos hasta nuestros días, tal y como fueron abandonados en su momento, por lo que asistimos a un caso extraordinario dentro de la minería antigua, conservándose íntegramente y en bastante buen estado toda la estructura de la explotación.

La combinación en un mismo yacimiento de diferentes técnicas mineras (superficial y subterránea), claramente estructuradas y aplicadas en fases sucesivas,  como es el caso de Llamas de Cabrera, sugiere conocimientos muy precisos de la configuración del yacimiento, obtenidos no sólo de sus evidencias superficiales, sino también por un seguimiento puntual de la productividad del proceso de extracción.


a.- Geología del yacimiento aurífero de llamas de cabrera:

La zona aurífera de Llamas de Cabrera consta de un yacimiento de oro primario con una mineralización secundaria asociada, generada esta por la actuación de los agentes exógenos sobre la mineralización primaria y que, debido a su escaso o nulo transporte, ha permanecido prácticamente in situ, por lo que el límite entre ambos resulta poco definido a simple vista.

La mineralización primaria se dispone en filones de dirección N180ºE/90 a 70ºE, encajados, en la mayor parte de los casos, en alternancias de cuarcitas y pizarras (O2) de la parte alta de la serie de Los Cabos, mientras que otras veces lo hacen en las pizarras de la Formación Luarca (O3). El oro se presenta asociado mecánicamente a arsenopirita (FeAsS), en filones de cuarzo de espesor decimétrico (hasta 50-60 cm). Se han contabilizado, tan solo en la zona de labores subterráneas (La Mina), más de 20 filones de cuarzo aurífero, con dirección N180ºE, sensiblemente constante. El conjunto del yacimiento lo constituye un campo filoniano de forma alargada en dirección N120ºE, con más de 1,2 km. de longitud y una anchura del orden de 100-150 m, mientras que su desnivel en los afloramientos sobre la falda de la montaña supera los 900 m.

El yacimiento ha podido ser explotado en la antigüedad aprovechando las zonas de oxidación en donde el oro se ha liberado de la arsenopirita, permaneciendo este in situ en estado nativo dentro del cuarzo o incorporándose a los materiales de meteorización, a modo de polvo o laminillas. La extracción del mineral se ha realizado siguiendo la zona oxidada hasta alcanzar la mena primaria, que marca el límite de rendimiento, tanto en profundidad como lateralmente. Cuando los filones de cuarzo aurífero no presentaban el grado de oxidación necesario para liberar el oro de la arsenopirita, estos no fueron trabajados, ya que la tecnología de la época no tenía el desarrollo suficiente para permitir una extracción directa del oro a partir del mineral primario, lo cual no fue conseguido adecuadamente hasta el siglo XIX mediante el empleo del procedimiento de la cianuración.


b.- La minería aurífera romana subterránea de Llamas de Cabrera:

Los trabajos de explotación del complejo minero romano están repartidos por un área mineralizada que se extiende sobre una superficie de más de 3,5 km2, concentrándose las explotaciones en cuatro sectores principales: "El Corralín" (en la cabecera del arroyo de Valdecorrales), "La Mina" (labores subterráneas en la margen derecha del arroyo de la Patadura, entre las cotas 1000 m y 1300 m), "La Corta" (sobre "La Mina", a la cota 1350 m) y "El Zanjón" (sobre "La Corta", desde la cota 1350 m hasta la cota 1555 m).

La minería subterránea más importante se concentra principalmente en el sector oeste del arroyo de la Patadura, en el paraje conocido como "La Casarina", entre las cotas 1000 m y 1350 m, introduciéndose las labores subterráneas en la parte N de La Corta. Se registran también varias más en la zona del Zanjón, en donde destaca una gran excavación de 50 metros de longitud en superficie, 3-4 metros de anchura y más de 15 metros de profundidad reconocida hasta ahora. Las labores subterráneas son los trabajos mineros más modernos, ya que desmantelan la red hidráulica situada sobre ellos, en especial los canales C-4, C-5 y C-6, afectando también al C-3 en menor medida. Comienzan en superficie sobre los afloramientos de los filones y continúan selectivamente en profundidad aprovechando las zonas más ricas, dando como resultado unas labores descendentes, en ocasiones estrechas (apenas algunos centímetros más que la anchura del filón de cuarzo aurífero), que se adentran vertiginosamente hacia el interior del terreno con pendientes cercanas a los 35-45º, y que como consecuencia del vaciado progresivo en profundidad del filón dan lugar a chimeneas alargadas de apariencia vertical.

Los distintos frentes de explotación subterránea de los filones de cuarzo se encontraban comunicados con el exterior mediante varias galerías transversales para facilitar la extracción del mineral aurífero y la salida del agua. Estas galerías son de pequeña sección (1 x 1,70 m) y  cortan casi perpendicularmente los filones mineralizados a distintos niveles, comunicándolos entre si. Los primeros resultados de un estudio topográfico de la estructura del trazado de las tres galerías principales encontradas por ahora en el yacimiento aurífero de Llamas de Cabrera (M-2, M-6 y M-14) las sitúan a un intervalo aproximado de 100 metros de desnivel. entre si. Algunos de los tramos estudiados alcanzan los 80 metros de longitud reconocida. El desaguado de las labores subterráneas, imprescindible en época de lluvias o en caso de cortar alguna corriente de agua, se realizaba por estas galerías transversales mediante un simple pero efectivo sistema de cunetas a favor de la pendiente de su trazado, que se conserva muy visible en el suelo de algunas galerías, entre las que destaca la M-2, en donde también puede apreciarse el pulimento del suelo como consecuencia del tránsito de los mineros.

La explotación se realizó de forma descendente como atestigua el hecho de que en la profundización de los trabajos subterráneos y para evitar arrastres de las zonas ya explotadas hacia los lugares de circulación del personal o zonas de trabajo inferiores se hicieron muros de contención mediante mampostería en seco utilizando el material estéril del interior de la mina.

Profusamente repartidos por todas las labores subterráneas, tanto horizontales como descendentes, se han conservado la mayoría de los lucernarios utilizados para sostener las lámparas de iluminación (lucernas), consistentes en pequeñas oquedades excavadas en la roca. Los lucernarios de las galerías generales tienden a situarse sistemáticamente a una altura entre 1 m y 1,35 m., con separaciones horizontales muy variables que van desde los 20-30 cm hasta 80-100 cm, las cuales podrían marcar las jornadas o turnos de trabajo de los mineros.

Las herramientas utilizadas para abrir las galerías y pozos fueron martillos y picos de hierro, cuyas huellas se aprecian con toda claridad en la roca fresca de techos y hastiales. Observando cuidadosamente el trazado de los trabajos, resulta evidente que los mineros aprovecharon en todo momento tanto la fracturación como la estratificación del terreno para abatir la roca. En cuanto al uso del fuego, no se ha apreciado la existencia de cenizas o zonas ennegrecidas. Sin embargo, la presencia de las características superficies abovedadas en algunos filones de cuarzo parece indicar el uso puntual del fuego en la labores de extracción.

Para mayor información sobre este tema ver el trabajo específico en TRAIANVS sobre la Mina de Llamas de Cabrera.


2.1.3.- MINERÍA ROMANA A CIELO ABIERTO

La minería a cielo abierto fue utilizada con profusión para beneficiar los afloramientos de los filones metalíferos de muchos yacimientos y también en la explotación de aluviones auríferos. Para el caso de los afloramientos de filones metalíferos masivos resulta un tipo de minería en esencia muy simple, ya que se reduce al arranque directo del mineral o rocas mineralizadas y no precisa de medios de iluminación ni grandes obras de desagüe, además de tener la ventaja de poder realizar un control continuo sobre el proceso de extracción. La minería a cielo abierto de estos afloramientos es una operación de elevada rentabilidad. Cuando el arranque se efectúa manualmente, el esfuerzo necesario es directamente proporcional a la dureza y grado de disgregación de la roca, por lo que la disponibilidad de suficiente mano de obra no especializada es fundamental. El uso de fuego y agua para romper la roca es factible en todo momento.

Las labores a cielo abierto, al tratarse de obras de excavación sin ningún tipo de relleno, dejan sobre el terreno huellas en forma de hondonadas características, fácilmente apreciables in situ y en las fotografías aéreas. Destacan en el sur de la Península Ibérica labores de este tipo sobre filones que se conocen con el nombre de "rafas". A veces tienen varios kilómetros de extensión y se realizaron sobre afloramientos de filones de plomo-plata, que llegan en algunos casos mediante minería subterránea a alcanzar profundidades de más de 100 m, como las de La Loba (Córdoba) de 2 km x 100 m de profundidad o Los Escoriales (Jaén), sobre un campo filoniano de 10 km que alcanza en su sector central la profundidad de 160 m, y también la mina Diógenes (Ciudad Real), que se explotó superficialmente mediante rafas (Domergue, 1987).

En el caso de yacimientos de bajas leyes, el gran aporte de Roma a la minería a cielo abierto fue la utilización extensiva de la fuerza hidráulica para la minería aurífera. El agua se utilizó como elemento de trabajo principal, tanto en el proceso de extracción y lavado como en la evacuación de estériles, reduciendo con ello las necesidades de mano de obra y elevando también la capacidad técnica de movimiento de tierras a un nivel que no llegó a ser superado hasta el siglo XIX, teniendo como ejemplo más representativo de estos trabajos la explotación aurífera de Las Médulas (León), en donde fueron removidos muchos millones de toneladas.

Sobre el posible origen griego, etrusco o romano de estas técnicas se ha escrito mucho (Sánchez-Palencia, 1989; Domergue, 1986-1993). Es necesario indicar que algunos de los planteamientos utilizados valoran por igual pequeñas obras de abastecimiento hidráulico para modestas labores superficiales frente a cientos de kilómetros de meticuloso trazado destinados al suministro de agua en las inmensas explotaciones auríferas del noroeste hispano. Tal comparación supone de principio un cierto despropósito sobre el grado tecnológico requerido en cada caso, siendo únicamente en las explotaciones del noroeste hispano donde se aprecia el inmenso despliegue de medios necesario para su aplicación extensiva y, por tanto, el origen más probable de esta técnica.

La descripción que hace Plinio nos permite ilustrar la minería hidráulica sobre los yacimientos auríferos (Plinio, NH 33, 70-73): "El tercer orden y modo de sacar el oro vencería las obras de los gigantes, porque, hechas las cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellos mismos son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos meses no se ve la luz del día. A este modo de sacar el oro llaman arrugias, y súbitamente se suelen hundir las quiebras, que se hienden en un instante y cubren súbitamente a los trabajadores dejándolos allí sepultados, de suerte que ya parece menos temerario buscar en lo profundo del mar las perlas, tanto más peligrosas hemos hecho las tierras. Por esta causa de dejan muchos arcos para sustentar los montes. Hacen contradicción y estorbo, en el uno y otro modo de sacarlo, los peñascos de pedernales que se encuentran: estos se rompen con fuego y vinagre. Pero muchas veces, porque en las cuevas el vapor y el humo ahogan, los quebrantan y rompen con martillos de hierro de ciento cincuenta libras, haciéndolos tierra, y lo sacan en los hombros de día y de noche, entregándolos unos a otros de mano en mano por aquellas tinieblas: sólo los últimos ven la luz. Si la peña de pedernal es muy larga, siguen la vena por el lado y con quietud hacen fosa alrededor. Pero en el pedernal se tiene por más fácil la obra. Porque hay una tierra de cierto género de arcilla mezclada con guijas que es casi inexpugnable. Esta rompen con cuñas de hierro y con los mismos martillos: y entienden no haber cosa más dura sino es que entre todas las cosas es durísima el hambre del oro. Acabada la obra, las cabezas de los arcos por lo último se abren y hienden, y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten y juntamente el vuela huyendo. Quebrantado el monte, cae por si mismo, con tan grande estruendo que no se puede significar con el entendimiento humano, y con un viento increíble. Esperan los vencedores  la ruina de la naturaleza. Pero aún hasta allí no hay oro, ni sabían que lo hubiese cuando cavaban. Y para vencer tantos peligros fue harta causa esperar lo que deseaban..."

El análisis moderno de los restos de la minería aurífera romana en aluviones proporciona una perspectiva mucho más amplia y real de las distintas variantes utilizadas del sistema de explotación hidráulica, las cuales son aplicadas en función de las características y morfología del yacimiento aurífero. Varios investigadores proponen algunas clasificaciones desde diferentes puntos de vista (Domergue, 1986; Sáenz y Vélez, 1974; Pérez, 1977 o Sánchez-Palencia 1994). Todos los métodos parten del mismo principio de trabajo, por lo que difieren nada más en su aplicación, basada en el tipo y morfología del yacimiento. A efectos prácticos puede hacerse la siguiente síntesis: 


a.- Explotaciones en peines o arados: Se trata de grupos de zanjas poco profundas por las que se hace circular el agua siguiendo una distribución más o menos regular para converger en un canal de lavado y evacuación de estériles, por lo que también se conocen con el nombre de surcos convergentes. Los ejemplos más espectaculares se encuentran en Las Omañas, La Valduerna o La Valdería (León), emplazadas sobre grandes superficies de terreno pertenecientes a terrazas fluviales o mantos aluviales terciarios. Existen también otros ejemplos de este tipo de explotaciones en las riberas de los ríos Miño y Tajo. Su vista desde el aire se asemeja a surcos de arado, de ahí su denominación. Se ha explotado selectivamente por este procedimiento nada más la zona superficial de ciertos depósitos aluviales auríferos de baja ley en donde ha tenido lugar de forma natural un mayor enriquecimiento por lixiviación meteórica.

b.- Zanjas canales: se aplican a la explotación de los depósitos aluviales en todo su espesor.  Consiste en el socavamiento mediante una gran zanja que se profundiza progresivamente hasta llegar al sustrato rocoso o niveles estériles, para el caso de los yacimientos secundarios, o hasta el límite de disgregación natural, para el caso de los yacimientos primarios. En la parte superior se arroja el agua, bien directamente del canal de abastecimiento o mediante depósitos de regulación. En la parte más llana de la zanja se realizan las operaciones de lavado del material, sirviendo la continuidad de la misma para evacuar los estériles, tanto gruesos (cantos) como finos (arcillas y arenas).

c.- Cortas de arroyada: son excavaciones que se producen por el progresivo ensanchamiento y avance lateral de las zanjas canales en las zonas de explotación, manteniendo en muchos casos el mismo canal de evacuación y lavado. Es uno de los tipos más comunes. Se han aplicado tanto en yacimientos secundarios como en la zona de meteorización de los yacimientos primarios.

d.- Cortas de minado: es el tipo de explotación que se aplica a los grandes depósitos auríferos del Mioceno, en donde se emplea en toda su extensión la técnica de ruina montium descrita por Plinio. Se caracteriza por el abatimiento progresivo de grandes masas de terrenos aluviales mediante el uso combinado del agua y un sistema subterráneo de pozos - galerías. El resultado es la formación de grandes barrancos con alturas cercanas a los 100 m, como es el caso de Las Médulas, el ejemplo más espectacular, y también La Leitosa (Paradaseca) o Los Cáscaros (Pradela). Un tipo muy particular de este método ha producido estructuras en circo conocidas como "fucaronas": Fuco Grande y Fuco Chico en La Valduerna (León).

En un mismo yacimiento se pueden encontrar distintas técnicas utilizadas simultáneamente, que son aplicadas siempre teniendo en cuenta las características del punto de explotación. Para evitar una terminología técnica excesivamente específica, se puede utilizar el término "arrugia" para denominar genéricamente las labores de minería hidráulica superficial, designando como "ruina montium" nada más aquellos casos en los que se combinan las galerías subterráneas con el uso del agua para el abatimiento de grandes masas de terreno aurífero.

Sobre el lavado final del aluvión, que se realizaba en zonas de escasa pendiente, apenas se puede decir que existan restos que atestigüen fehacientemente el proceso, aunque Domergue realiza una aproximación muy significativa (Domergue, 1973). También podemos acudir a la ilustrativa descripción que hace Plinio (NH, 33, 76-78): "Después, aún en el llano, queda otro trabajo. Cavan fosas en las que vaya a parar el agua, a las cuales llaman agogas. Esta las hazen con gradas. Hay una mata fruticosa, llamada úlex, semejante al romero, áspera y que retiene el oro. Cierran los lados con tablas y cuelgan por los despeñaderos estas matas, y desta manera corre el canal desde la tierra al mar. Por estas causas aprovechó España, en el primer género, aquellas que se sacan con inmenso trabajo, para que no se ocupen con pozos, se riegan desta manera. El oro buscado con arrugia no se cueze, sino luego es perfecto y acendrado, y así se hallan masas dello, y también en los pozos, las cuales exceden de diez libras. Los españoles las llaman palacras, y otros palacranas: los mismos a lo que es menudo llaman báluce. El úlex, después de seco, se quema y su ceniza se lava poniendo debaxo un césped de yerva, para que allí se siente el oro. Desta manera dixeron algunos que davan cada año las Asturias y Galicia y Portugal veinte mil libras de oro, pero que las Asturias davan la mayor parte. Y en ninguna parte del mundo, por tantos siglos, ha habido esta fertilidad de oro."



3.- MINERÍA HIDRÁULICA ROMANA EN LAS MÉDULAS (LEÓN)

La minería a cielo abierto de época romana tiene su máximo exponente en la impresionante mina de oro de Las Médulas, donde fueron removidos varios cientos de millones de toneladas de aluviones auríferos en la búsqueda del preciado metal.

Por su elevada posición topográfica, la explotación del yacimiento aurífero de Las Médulas sólo fue posible gracias al diseño, planificación y construcción de una enorme red hidráulica de abastecimiento de agua, la mayor que se conoce para una explotación minera. La suma total del trazado de los canales alcanza los 600 km y su reconstrucción topográfica ha mostrado un cuidadoso diseño realizado para afrontar con seguridad las necesidades de abastecimiento de la explotación, lo que sólo fue posible gracias al empleo de avanzadas técnicas de nivelación (Matías, 2004).

El método de explotación por ruina montium aplicado en el yacimiento de Las Médulas dejó unos característicos y espectaculares barrancos verticales de más de 100 m de altura. Lo grandioso del paraje asombra aún mas cuando se tienen en cuenta las cifras relativas al volumen de materiales removidos mediante el uso de la fuerza hidráulica. A pesar de la descripción realizada por Plinio y los numerosos estudios realizados hasta ahora, los interrogantes que se plantean todavía desde el punto de vista técnico sobre el sistema de ruina montium utilizado para el abatimiento, lavado y evacuación de estériles constituyen un verdadero desafío para la moderna ingeniería de minas.


3.1.- LA RED HIDRÁULICA DE LAS MÉDULAS

Del estudio topográfico realizado sobre el trazado de la red hidráulica de Las Médulas se ha puesto de manifiesto la siguiente estructura de abastecimiento:

2 Canales en la vertiente norte de los montes Aquilianos (red septentrional)

6 Canales principales en la vertiente sur de los montes Aquilianos (red meridional)

En la red septentrional se realiza la captación del rio Oza por dos únicos canales que intervinieron tanto en el comienzo de la explotación (CN-1), como en la etapa final de la mina (CN-2). Este último canal presenta una variación intencionada de pendiente a su paso por el Valle del Silencio (Peñalba de Santiago) para evitar el tramo de roca caliza donde desaparecen las aguas de los arroyos del Silencio y del Aro debido a la karstificación del macizo rocoso.

En la red meridional se verifica la captación directa del cauce del río Cabrera mediante tres canales, uno en Odollo (C-0), otro en las proximidades de Encinedo (C-1) y otro (C-3), el más largo, con 143 km, por encima de La Baña. Un cuarto canal (C-4) realizaba la captación del agua del río Eria (Cuenca del Duero) en las inmediaciones del Barrio de Pedrosa de Corporales, trasvasando esta hacia la Cuenca del Sil, mediante la corrección intencionada del trazado final para hacerle pasar exactamente por el punto topográfico más favorable (puerto de Peña Aguda, 1250 m)). El canal C-5 realizaba un aporte adicional de agua al depósito de Campo de Braña, donde también confluyen los canales CN-2 y C-4 aprovechando el caudal del Arroyo de la Sierra (Odollo) y los aportes del resto de arroyos interceptados en su camino hasta la explotación. El hecho de dirigir reiteradamente los canales hasta el cauce del río Cabrera y, posteriormente, del Eria, con el espectacular incremento de costos y esfuerzos que ello supuso, indica una evidente insuficiencia de los aportes de los arroyos intermedios para abastecer por si solos y con garantías la capacidad de caudal de los canales, haciendo necesaria entonces esta captación directa de las corrientes fluviales más importantes.

El canal más bajo encontrado en la red meridional (C-0) tenía su nacimiento también en el río Cabrera, en la localidad de Odollo, llevando el agua hasta la explotación de Las Médulas en su parte más baja, lo que lo situaría justo por encima del actual pueblo de Carucedo, aunque este último tramo no ha podido observarse debido a la destrucción propia provocada por el avance de la explotación y la acumulación de estériles del Chao de Maseiros y el Barranco de la Balouta. Después de agotar su función inicial, todo indica que fue también utilizado para la explotación de los yacimientos auríferos de Santalavilla y El Miédalo.

La principal fuente escrita de la Antigüedad que hace referencia directa a los métodos de minería hidráulica aplicados por los romanos son los textos de Plinio (Historia Natural, 33, 70-78). Aunque no aporta en este caso localizaciones geográficas directas, está generalmente admitido que Plinio conoció personalmente la magnitud de las explotaciones mineras del noroeste durante su estancia en la Península Ibérica como Procurator de la Tarraconense bajo el imperio de Vespasiano en el siglo I. La envergadura de los trabajos descritos parece corresponderse con los restos que hoy podemos admirar en la explotación de Las Médulas, donde fue aplicado con total intensidad el método de ruina montium al que hace referencia.

Respecto a la red hidráulica, resulta muy significativa la descripción que hace de los canales que llevaban el agua a las explotaciones: Plinio, NH, 33, 74-75: "Hay después otro trabajo igual, o de mayor coste. Y es traer, para lavar esta ruina, ríos desde lo alto de los montes, muchas veces a cien millas de distancia. Y creo que se llaman arroyos, de aquella obra de arroyar, y cierto que este es grande trabajo. Conviene nivelar bien la corriente para que corra cuando se eche el agua, que se trae de partes altísimas. Los valles e intervalos de quiebras se juntan con canales puestos sobre puentes. En otras partes se perfora la peña viva por donde no hay camino y se excavan asientos para las vigas. Aquel que las pica está colgado con sogas, de suerte que el que lo ve desde lejos piensa que es alguna feroz especie de aves. Estos, estando pendientes y colgados en el aire, nivelan, fijan y señalan las líneas para el camino, de suerte que no hay lugar para que el hombre pueda fijar las plantas. Colgados en el aire los obreros, como demonios, prueban con las manos la tierra para conocer su cualidad. Hay un tipo de tierra  que llaman urión, del que huyen guiando los conductos por pedernales y piedras. En lo alto y cabeza de los despeñaderos por donde ha de caer el agua, en las cumbres de los montes cavan unas piscinas o estanques de doscientos pies de ancho hacia todas partes y de diez de hondo, dejando en ellos cinco desaguaderos cuadrados de tres pies. Una vez lleno el estanque se quitan las compuertas que lo cierran y sale el agua con gran ímpetu, arrastrando y llevándose las piedras".

Esta descripción de Plinio se ajusta con asombrosa fidelidad a las evidencias constatables sobre el terreno en cuanto a nivelación, excavación, etc. Incluso el dato al que hace referencia sobre las cien millas de distancia, aparentemente para indicar una gran longitud, queda corroborado por la existencia de una canalización que supera los 143 km de recorrido para captar el río Cabrera y llevar sus aguas directamente al yacimiento aurífero (Canal C-3). De conocer Plinio realmente este dato de distancia de trazado, habría visitado Las Médulas en plena etapa de funcionamiento del sistema de ruina montium utilizando el agua del canal C-3, pudiendo observar la construcción de los canales superiores, lo cual resulta acorde con la estructura de explotación que se desprende del trazado de la red hidráulica.


3.1.1.- CONSTRUCCIÓN

Los canales fueron realizados mediante excavación directa con herramientas manuales, partiendo desde las zonas de descarga en el propio yacimiento hacia las zonas de captación. Las etapas de su construcción fueron ascendentes, resultando los canales más antiguos los más bajos. Los terrenos por donde discurren los canales son en su mayoría rocosos y muy escarpados, con pendientes superiores a los 15-20º, lo que obligó a efectuar continuos aterrazamientos mediante bancales de mampostería en seco para asentar el muro de cierre del borde exterior, llegando a alcanzar en algunos casos alturas superiores a los 5 m en varios retranqueos.

Los canales presentan todos unas características homogéneas en cuanto a diseño y dimensiones constructivas que los hacen fácilmente identificables en el terreno frente a las numerosas acequias modernas, caminos y sendas que se intercalan en el trazado. La anchura de caja oscila entre los 1,20 y 1,60 m, con variaciones significativas dentro del mismo canal. El muro de cierre se ha perdido en la inmensa mayoría de los casos, salvo cuando el canal ha sido cortado en roca viva por ambos lados. El paso de ciertos lugares extraordinariamente escarpados, tal y como se encuentran en la actualidad, tuvo que realizarse necesariamente mediante estructuras portantes de madera o construcciones en piedra que no se han conservado debido a la acción erosiva de los agentes naturales.

La presencia de crestones de cuarcitas fue un gran inconveniente a salvar debido a la dureza de este material, por lo que se registra la perforación de algunos túneles para reducir la longitud de estos tramos de penosa excavación manual, aunque no son habituales. La mayor concentración de las obras subterráneas se produce en el entorno de Llamas de Cabrera (Valle Airoso - Ermita Virgen del Valle), en donde están documentados 8 túneles de corto recorrido, inferior por lo general a los 10 m. En muchos de ellos pueden apreciarse las características superficies abovedadas producto de la utilización combinada del fuego y el agua para fragmentar la dura roca cuarcítica.

Todas las presas de derivación realizadas en las captaciones de los ríos y los pasos del canal por arroyos intermedios han sido literalmente barridas como consecuencia de la acción erosiva del agua, cuyo gradiente energético en las épocas húmedas o de crecida resulta muy elevado debido a los fuertes desniveles de los cauces. Este hecho motivó, estando la red en servicio, a la realización por encima del canal C-1 a su paso por el valle Airoso de un aliviadero excavado en la roca a modo de túnel de fuerte pendiente para desviar el exceso de agua del arroyo de Valdecorrales durante las crecidas y preservar la estructura del canal.

Las dimensiones y características constructivas de los canales se mantienen prácticamente constantes y comunes a todos ellos, con una anchura variable dentro del mismo canal de 1,20-1,60 m. En contadas ocasiones se registran anchuras parciales de 0,90 m o 1,80 m. Distintos autores han propuesto alturas de lámina de agua de 0,10 m (Sánchez-Palencia, 2000-2002), 0,30 m (Sánchez-Palencia et al., 1992), 0,45 m (López, 1980), llegando hasta 0,90 m (Gómez Moreno, 1925; Sáenz y Vélez, 1974). La altura del agua no puede ser determinada por la huella dejada en las paredes ya que se trata de aguas muy puras que no depositan incrustaciones calcáreas. Por otro lado, y teniendo en cuenta la velocidad media del agua, función de la pendiente, la erosión debida a los sólidos arrastrados se ha realizado preferentemente por rodadura, afectando tan solo al fondo del canal. No obstante, las evidencias conservadas en algunos puntos de las alturas del muro de cierre tallado en la roca y los voladizos dejados para el paso del agua, nos indican con claridad que la lámina de agua estaba limitada constructivamente a un máximo de 0,70-0,80 m, por lo que se puede considerar como lámina de agua de funcionamiento habitual los 0,50-0,60 m.


3.1.2.- NIVELACIÓN

Una de las características que más llama la atención en las observaciones de campo es la suave pendiente del trazado de los canales. Las correcciones de caja que se pueden observar en el tallado de la roca a distintas alturas en numerosos puntos atestiguan que fue realizado un trazado previo del recorrido de los canales, hecho reflejado en la descripción de Plinio, posibilitando así el trabajo simultáneo en varios frentes. Este trazado previo y su posterior nivelación fina requirió la aplicación de técnicas topográficas de cierta precisión, similares a las utilizadas en otras obras públicas romanas, con instrumentos como el nivel de agua, dioptra, groma o corobates (Hodge, 2002).

La reconstrucción topográfica detallada a E 1:10.000 de los canales romanos de Las Médulas ha permitido calcular con precisión la pendiente de cada canal, factor fundamental para un estudio hidráulico riguroso. Se han encontrado variaciones muy significativas entre los distintos canales, siendo las pendientes más bajas las de los inferiores, que parten del 0,0015 (0,15 %), llegando hasta el valor 0,004 (0,4 %) en la del canal más alto (C-5).

La pendiente media del trazado de cada canal se mantiene sensiblemente constante, salvo en aquellos tramos en los que se constata un incremento intencionado para salvar obstáculos o alcanzar un mejor abastecimiento. Este hecho manifiesta claramente un meticuloso trazado, acorde con la importancia de la obra hidráulica, semejante e incluso superior en algunos casos al trazado de los acueductos urbanos, en los que a veces las variaciones de pendiente son notables debido a su complejidad y dificultad de trazado al tener que ir cubiertos o subterráneos. Destaca por su espectacular nivelación el canal C-3 que mantiene una pendiente prácticamente constante de 0,0021 (0,21 %) en los más de 143 km de su trazado.


3.1.3.- TRAZADO:

El trazado ha sido reconstruido en mapas topográficos a escala 1:10.000, sobre los que se ha hecho la medición de su longitud. A pesar de tener esta escala una precisión muy aceptable, las mediciones de distancias son aproximadas y habrán de incrementarse ligeramente en un futuro cuando se termine de hacer su medición sobre el trazado reconstruido en cartografía digital, en donde se aprecia mejor la sinuosidad de los canales.


RED HIDRÁULICA SEPTENTRIONAL (Captación del río Oza)

CANAL CN-1 Longitud: 71,7 km Pendiente media: 0,0018
CANAL CN-2 Longitud: 57,7 km Pendiente media: 0,0028

Tienen ambos su captación en los alrededores de Peñalba de Santiago. El CN-1 captaba el río Oza para llevar el agua hasta los depósitos del sector de La Frisga, en Orellán. El CN-2 aportaba su caudal al depósito de regulación de Campo de Braña, en la cota más alta de abastecimiento de Las Médulas. Su tramo final tiene un aumento intencionado de la pendiente para superar las calizas de los Valles del Silencio y del Aro, donde termina la captación. Estas calizas se encuentran karstificadas y el agua se sume a su paso, por lo que de haber seguido con el trazado normal hubiesen perdido sus objetivos iniciales. No obstante, la capacidad hídrica del río Oza para las necesidades de la explotación de Las Médulas es muy limitada, de ahí la existencia de tan sólo dos canales en la vertiente septentrional.

Las poblaciones actuales que se encuentran relacionadas con su trazado son: Peñalba de Santiago, Montes de Valdueza, San Adrián, Santa Lucía, Villavieja, Paradela de Muces y Voces, lo que hace probable un origen vinculado a los canales, como sucede en la vertiente meridional. Es la red hidráulica más deteriorada y oculta debido a su situación en ladera norte, abundancia de calizas y pizarras muy replegadas y la intensa actividad agrícola de los núcleos de población próximos en el pasado, a lo que hay que añadir las recientes repoblaciones forestales que se están llevando a cabo actualmente y que ya han destruido numerosos puntos, entre ellos los del entorno de Las Médulas-Voces y San Adrián-Sta. Lucía. En la zona del Valle del Silencio y Montes de Valdueza todavía se pueden observar interesantes restos o recorrer algunos tramos convertidos antiguamente en caminos ("carriles"), integrados en rutas de montaña.


RED HIDRÁULICA MERIDIONAL (Cuenca del río Cabrera + captación del Eria)

CANAL C-0 Longitud: 45 km Pendiente media: 0,0018

Capta el río Cabrera en las inmediaciones de Odollo, pasando por las explotaciones romanas de El Miédalo y Santalavilla, llegando con claridad hasta la localidad de Yeres. A partir de este punto y debido a las repoblaciones forestales que se han realizado en los últimos años, apenas se puede seguir su rastro hasta el barranco de La Balouta, donde parece perderse su trazado. Por su posición topográfica fue utilizado en la explotación del sector del yacimiento de Las Médulas que se encuentra por encima de la localidad de Carucedo. Debió de ser, sino el primero, uno de los primeros canales que aportaron agua para la explotación del yacimiento, aunque por un período de tiempo reducido, dada su situación a cota tan baja respecto a la masa principal explotada. Una vez agotada su función en Las Médulas, todo indica que fue utilizado para la explotación de los yacimientos de Santalavilla y El Miédalo.

CANAL C-1 Longitud: 95 km Pendiente media: 0,0015

Capta también el río Cabrera en las inmediaciones de Losadilla de Cabrera, llegando a Las Médulas por encima de la localidad de Yeres. Junto con el canal CN-1 configura el abastecimiento principal de la primera fase de explotación del yacimiento.

La particularidad más destacada, además de ser uno de los canales más largos, lo constituyen las dos inscripciones que se encuentran en el Valle Airoso (Llamas de Cabrera), estudiadas por Gómez Moreno (Gómez, 1929) y los dos túneles que se conservan en la misma zona. A su paso por el arroyo de Valdecorrales fue preciso realizar un aliviadero para preservarlo de las crecidas mediante un túnel de desagüe de unos 15 m, que se entrecruza con otro túnel perforado para conducir el canal por un crestón de cuarcita. En este lugar se han acometido diversas labores de limpieza y señalización de un tramo de canal. Existen otros dos túneles más en las proximidades de la Ermita de la Virgen del Valle (Llamas de Cabrera) para atravesar sendos crestones de cuarcita, uno de ellos de 13 m de longitud. En los túneles abiertos en la cuarcita se aprecian con claridad las bóvedas dejadas al romperse la roca por el uso de fuego y agua.

CANAL C-2 Longitud: 35 km Pendiente media: 0,0014

Este canal presenta un trazado atípico que se corresponde con una captación cuya construcción fue abandonada intencionadamente, llegando tan solo hasta la localidad de Llamas de Cabrera, en su mismo casco urbano. La entrada en la explotación de Las Médulas la realiza apenas unos metros por debajo de las explotaciones de "Las Medulillas" de Yeres. Es un canal activo hasta el Valle Airoso, a partir del cual su trazado queda interrumpido. Las causas de esta interrupción hay que buscarlas en un cambio de la orientación de los trabajos de explotación del yacimiento, en el que, a partir de la cota 800, la masa a abatir superaba la cota de trabajo de la red de abastecimiento. Las nuevas necesidades obligaron a la construcción de otros canales situados a una cota adecuada para el desarrollo del procedimiento de ruina montium en todo su esplendor.

CANAL C-3 Longitud: 143 km Pendiente media: 0,0021

Capta el río Cabrera en las proximidades del lago de La Baña, lo que le convierte en el canal más largo de todos los que abastecen Las Médulas. Su extraordinaria longitud supera también a la de cualquier acueducto urbano de época romana, cuya longitud máxima era de 132 km, para el caso del suministro de agua a la ciudad de Cartago. Plinio (NH, XXXIII-74), en su descripción de las redes hidráulicas mineras, hace una referencia a las cien millas de distancia de alguna captación, dato que corrobora el trazado de este canal.

El canal C-3 llega a la explotación de Las Médulas a la cota 900, pero a su paso por el arroyo de Rozana (Pombriego) fue realizado un desdoblamiento en otros dos canales auxiliares de 10 km de longitud situados por debajo de este a intervalos regulares (C-3a  y C-3b) para ampliar los frentes de trabajo en el yacimiento.

Existen tres pequeños túneles situados poco antes de su paso por el arroyo de Valdecorrales (Llamas de Cabrera) para atravesar un gran crestón de cuarcita de paredes casi verticales.

CANAL C-4 Longitud: 81 km Pendiente media: 0,0033

El canal C-4, junto con el CN-2, ocupan la posición de abastecimiento de cota más alta para la mina de Las Médulas, que se sitúa en el depósito de regulación de Campo de Braña (978 m). Este canal discurre casi paralelo al C-3 hasta el río Cabo, donde fue incrementada su pendiente para alcanzar el collado del puerto de Peña Aguda (1250 m), pasando desde la cuenca hidrográfica de Sil hacia la cuenca del Duero con objeto de captar el río Eria por encima del Barrio de Pedrosa (Corporales) a la cota 1260 m.

En Llamas de Cabrera tiene un túnel de unos 10 m que forma un ángulo recto para atravesar un crestón de cuarcita a su paso por el arroyo de Valdecorrales (Llamas de Cabrera).

CANAL C-5 Longitud: 41 km Pendiente media: 0,0044

Este canal nace en el arroyo de la Sierra, entre Llamas de Cabrera y Odollo. Tiene por objeto realizar un aporte adicional al depósito de regulación de Campo de Braña. En su trazado presenta interesantes peculiaridades, como un incremento intencionado de la pendiente al atravesar el valle Airoso (Llamas de Cabrera) para esquivar un tramo prolongado de cuarcitas, en donde fue necesario hacer túneles para los canales inferiores (C-3 y C-4), y dos bajantes escalonadas desde la cota 1100 m, después de pasar el arroyo de Rozana (Pombriego), hasta la cota del depósito de regulación de Campo de Braña (978 m), donde su trazado discurre un trecho por la vertiente septentrional. El tramo de llegada de este canal a Las Médulas se encuentra prácticamente desaparecido como consecuencia de la erosión y las repoblaciones forestales realizadas en el entorno, lo que ha hecho difícil su reconstrucción.


3.1.4.- CARACTERÍSTICAS HIDRÁULICAS

Los conocimientos hidráulicos de los ingenieros romanos han quedado especialmente patentes en las obras realizadas para el abastecimiento a las ciudades, en las que se han utilizado embalses, acueductos elevados, túneles, sifones, etc. Plinio y, especialmente, Vitrubio, describen los modos de captación y conducción de las aguas, destacando entre todos por su excepcionalidad la obra de Frontino sobre el abastecimiento de agua a la ciudad de Roma. El moderno análisis hidráulico de las evidencias arqueológicas de muchas conducciones (Hodge 2002, Chanson 2000) revela datos formidables en cuanto al nivel técnico alcanzado en las obras hidráulicas, nuevamente muy superior del que se desprende de la simple lectura de los textos antiguos.           

Para calcular la capacidad hidráulica de esta red se han de tener en cuenta una serie de factores que intervienen en la aplicación de la expresión de Manning para hallar la velocidad del agua:

Anchura: común para todos los canales. A efectos de cálculos se ha tomado 1,3 m

Rugosidad: coeficiente n = 0,35

Lámina de agua: 0,60 m como nivel de trabajo habitual

Pendiente: en función de la pendiente media calculada de cada canal (0,0015-0,004)

La anchura y rugosidad se consideran constantes en todo el trazado de los canales, habiéndose elegido los valores promedio más desfavorables para ambas. La altura de lámina de agua es el factor más crítico a mantener para garantizar el mayor suministro de caudal, lo que justifica un cuidado mantenimiento de la red hidráulica.

Los resultados de los cálculos hidráulicos revelan un aumento intencionado de la capacidad hidráulica de los canales a medida que sube su cota en la explotación de Las Médulas, lo que se realiza mediante un incremento de la pendiente, sin llegar a comprometer la estabilidad de la construcción del canal. El aumento de pendiente tuvo que ser muy bien calculado ya que las distancias hasta la captación de los ríos son grandes y un mayor incremento haría que perdiese la efectividad de la medida al entrar en zonas de poco caudal e, incluso, hacer inviable la captación por salirse de la cuenca fluvial. Este hecho parece ser el que motivó la realización del trasvase del río Eria mediante el canal C-4, ya que un nuevo canal por encima del C-3 para abastecerse del río Cabrera hubiese llevado el origen de la captación hasta el mismo lago de La Baña, disminuyendo la cantidad de caudal aprovechable y elevando la distancia de trazado por encima de 140 km, técnicamente viables, como demuestra el propio canal C-3, pero de escasa efectividad para el objetivo buscado.

Los romanos fueron capaces de gestionar adecuadamente los recursos hídricos de una cuenca tan grande como la del río Cabrera lo que induce a pensar nuevamente que conocían con bastante precisión las longitudes de los distintos canales, dato sin el cual no parece haber sido posible calcular con acierto los incrementos de pendiente.


3.2.- LA EXPLOTACIÓN HIDRÁULICA DE LAS MÉDULAS

Distintos autores, teniendo en cuenta los restos de canales y depósitos que se conservan en el yacimiento, han propuesto en los últimos años varias fases de explotación de Las Médulas, en base a los restos observados en el campo y en las fotografías aéreas de la explotación minera (Domergue y Herail, 1999; Sánchez-Palencia y Pérez, 2000). La reciente definición del trazado y estructura de la red hidráulica de abastecimiento de Las Médulas muestra sensibles variaciones en cuanto al desarrollo de los trabajos de explotación del yacimiento. A falta de los resultados definitivos de la investigación actualmente en curso sobre la explotación hidráulica de Las Médulas, se pueden adelantar las siguientes fases de trabajo:


- FASE I: corresponde al inicio de la explotación mediante el método de arrugia en las partes más bajas del yacimiento situadas en el entorno de la localidad de Carucedo. El canal principal encargado de esta labor fue el C-0, que capta las aguas del río Cabrera en la red meridional y que está prácticamente desaparecida su traza en el entorno de la explotación por el avance de los frentes de trabajo.


- FASE II: continúan a una cota más elevada las operaciones de la fase anterior mediante el aporte de agua de los canales CN-1 de la red septentrional y el C-1 de la red meridional. Está realizada también siguiendo todavía el método de arrugia en los parajes conocidos como La Frisga y el Soutín, entre las localidades de Carucedo y Las Médulas, y en el entorno del barranco de La Balouta. En esta fase se inicia la construcción del canal C-2, el podría haber aportado también un cierto caudal a una cota más alta desde la captación del arroyo de Valdecorrales, en Llamas de Cabrera, donde se interrumpió su trazado al iniciarse la siguiente fase de la explotación.


- FASE III: se aprecia un cambio notable en la orientación de los trabajos, que se dirigen hacia la explotación extensiva del núcleo principal del yacimiento en el centro y sur de la localidad de Las Médulas (Chaos de Mouran y el Souto), por lo que queda relegado a un segundo plano el método de arrugia y se pone en marcha el procedimiento de ruina montium. Es la fase en la que se requiere el mayor aporte de agua por lo que se utiliza progresivamente el resto de la red hidráulica, comenzando por el canal C-3 de la red meridional para pasar luego a utilizar el aporte simultáneo del C-4 y CN-2 que se unen en el depósito de Campo de Braña, junto con el caudal del C-5. Los canales de las fases anteriores quedarían inutilizados por el avance de la explotación, excepto el CN-1, de la red septentrional, que pudo haber funcionado simultáneamente en el sector de La Frisga y el Cabuerco de Valdelobos hasta completar la explotación de su área de trabajo.


- FASE IV: una vez agotadas las posibilidades de la ruina montium en el centro-sur del yacimiento los trabajos se orientan con el mismo método hacia el sector comprendido entre las localidades de Las Médulas y Orellán, utilizando para ello los canales que confluyen en el depósito de Campo de Braña (CN-2, C-4 y C-5). La fase que se inicia ahora es descendente en el sentido de que se retoma la explotación a cotas más bajas que la etapa anterior, llevando el agua por medio de zanjas de cierta pendiente excavadas en la ladera del monte Placias. Los restos más característicos de esta fase lo constituyen varias galerías y una serie de depósitos escalonados que salpican la ladera, cuyo abastecimiento ha dejado profundos surcos en el terreno debido a la erosión producida por el agua en las zanjas de distribución.

Corresponde a esta fase el depósito de la Horta, donde está actualmente emplazado el mirador de Orellán y que fue construido sobre los restos de la ruina montium de la fase anterior. A este depósito se bajaba el agua desde el de Campo de Braña para su distribución hacia las galerías o hacia los depósitos escalonados. Como última zona explotada en este sector está la que se sitúa inmediatamente debajo del depósito de la Horta, en los parajes de La Furnia y El Couso, en la que fue utilizado el método de arrugia.

En la zona de aluviones auríferos situada más al sur, por donde discurren las canalizaciones del C-4, C-3 y auxiliares (C-3a y C-3b), se verifica ahora una explotación en retirada retomando el método de arrugia. Comienzan en el paraje de Las Pedrices para extenderse a la Llagua de Yeres y Reirigo, explotando niveles de conglomerados auríferos y zonas de enriquecimientos superficiales. El abandono sucesivo de los depósitos y tramos de canal utilizados, sin posibilidad de recuperación posterior, demuestra un total desinterés por los macizos de aluvión terciario sobre los que estos fueron emplazados, dando el aspecto de una explotación en "ocelos".

Toda la estructura de explotación analizada se corresponde con unos trabajos mineros muy planificados que concluyen al final con el abandono en retirada de los distintos frentes. La causa principal del cese de la actividad minera parece estar relacionado con un agotamiento evidente de la masa de aluvión explotable y/o la disminución drástica de las leyes de oro, o bien, el caso menos probable desde el punto de vista de la ingeniería de la explotación, por una crisis del sistema monetario romano, como han apuntado algunos autores (Sánchez-Palencia, 2002).


4.- CONCLUSIONES

Partiendo del estudio global de las técnicas de minería romana sobre las evidencias dejadas por esta actividad en el terreno, la interpretación de sus estructuras desde el punto de vista de su ingeniería nos lleva a la conclusión de que las múltiples referencias históricas recogidas en los textos antiguos apenas esbozan el nivel alcanzado por los ingenieros romanos en la explotación de los yacimientos mineros.

Roma acomete por primera vez de forma generalizada unos trabajos de explotación minera basados en la planificación y estructuración de las labores mineras. Para ello, además de aplicar en la minería unos sistemas técnicos derivados de otros campos como agricultura, topografía, hidráulica o arquitectura, lleva hasta las últimas consecuencias la aplicación de los medios disponibles utilizando de forma intensiva y extensiva la energía hidráulica en las actividades mineras.

Los trabajos de planificación y estructuración de las labores mineras romanas se realizaron a partir de unos conocimientos geológicos adquiridos sobre el terreno que se van incrementando con la progresión o puesta en marcha de nuevas explotaciones. La homogeneidad que se llega a apreciar en las técnicas de trabajo utilizadas en toda la minería romana indica una transmisión ordenada de conocimientos, por lo que existen argumentos suficientes para afirmar que asistimos durante el Imperio Romano al nacimiento de la Ingeniería de Minas como tal disciplina.

Como demuestran los últimos hallazgos realizados, en la investigación en minería romana aún existe un amplio campo de investigaciones que desarrollar sobre las evidencias del terreno desde el punto de vista de la ingeniería, aunque las dificultades para ello sean grandes, tanto de índole administrativo como  económico. Nuevamente es preciso apelar a la necesaria colaboración interdisciplinar para sacar a la luz nuevos datos mediante investigaciones de campo, tanto en las minas subterráneas como en las de cielo abierto, que enriquezcan el ya extenso panorama de la minería romana, no sólo para abundar de una forma realista en su actual conocimiento científico, quizás demasiado influido por los textos antiguos, sino para continuar incrementando su valoración, difusión y conservación. En palabras del eminente investigador Claude Domergue relacionadas directamente con estos planteamientos: "un tel programme ne devrait pas laisser insensibles des chercheurs qui ont le goût du risque et la passion de la découverte" (Domergue, 1992, p. 514).


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