INGENIERÍA MINERA ROMANA
TRAIANVS ©
2004
Publicado en:
Elementos de Ingeniería Romana
Libro de ponencias
Congreso Europeo "Las Obras Públicas Romanas"
Tarragona, noviembre de 2004
1.- INTRODUCCIÓN
En época romana la minería europea conoció un prolongado período de
inusitada actividad que puso en producción intensiva numerosos yacimientos.
El alcance de los trabajos mineros fue tal que, por ejemplo, para el caso
del oro, la práctica totalidad de las mineralizaciones hoy conocidas ya
fueron localizadas y explotadas en época romana hasta el límite permitido
por la tecnología minera y metalúrgica del momento. La intensa actividad
minera romana es especialmente patente en Hispania, tras la expulsión de los
cartagineses (209 a. C.), con explotaciones repartidas por todo el
territorio, algunas de gran envergadura como las de Río Tinto, Cerro Muriano,
Cartagena, Almadén o los yacimientos de oro del noroeste (Las Médulas,
Teleno, Jales, Três Minas). El volumen y la extensión de los trabajos de
minería romana ha hecho que se conserven muchos restos, desde complejos
subterráneos hasta grandes áreas afectadas por minería a cielo abierto. En
la mayoría de los casos las mineralizaciones se han visto afectadas por
nuevas etapas de actividad en relación directa con el auge de la minera
mundial de los siglos XIX y XX, pero en algunos se conservan casi
íntegramente las estructuras originales de la minería romana en todo su
esplendor, especialmente en el noroeste hispano.
La minería romana estuvo generalmente sometida al poder público y la
participación directa del estado en las grandes explotaciones, pasando estas
a formar parte del ager publicus, pudiendo arbitrar los sistemas de
explotación y gestión que considerase más adecuados. El proceso fue
progresivo, encargándose de las minas en un primer momento los gobernadores
provinciales. Hacia el 180 a. de C. la gestión de las explotaciones se
empieza a arrendar a publicanos o sociedades de publicanos. A partir de
Augusto (27 a. C.) la responsabilidad recae directamente sobre el Senado o
el fisco romano, en función de la categoría de las provincias (senatoriales
o imperiales), encargándose el control de las explotaciones a la figura de
los procurator metallorum. Al final de la dinastía Julio-Claudia (68
d. C.) la mayor parte de las minas de cierta entidad estaban controladas por
la administración financiera imperial, el fisco, quien decidía los modos de
explotación, bien en régimen de arrendamiento a particulares o mediante
explotación directa gestionada por el ejército (Domergue, 1990; Mangas y
Orejas, 1999).
Esta intervención estatal fue la que hizo posible destinar los recursos
técnicos y económicos necesarios para acometer con garantías unas obras
mineras de gran envergadura que tienen por objeto satisfacer las crecientes
demandas de la sociedad romana en metales (oro, plata, cobre, hierro, plomo,
estaño) y otros productos minerales (sal, cinabrio, malaquita, hematites,
etc.). A pesar de que no existía un derecho minero romano propiamente dicho,
el hallazgo a finales del siglo XIX de las Leyes de Vipasca en las minas de
Aljustrel es una extraordinaria evidencia de la regulación de la minería,
tanto desde el punto de vista técnico y administrativo, como del económico
en su relación con el fisco. La similitud organizativa entre los trabajos de
Aljustrel y otras zonas muestran que la ordenación minera era un hecho
habitual, por otra parte estrictamente necesario para la planificación de
las labores.
La gran uniformidad y extensión geográfica que se aprecia en la
tecnología empleada y en los criterios de explotación de los distintos
yacimientos minerales, denota la existencia de una verdadera y
característica INGENIERÍA MINERA ROMANA, en el más amplio
concepto actual del término. Sin embargo, sobre este aspecto
científico-tecnológico apenas nos han llegado referencias en los textos
antiguos. Tan solo se conservan descripciones incluidas en crónicas
históricas o tratados sobre otros campos (Diodoro, Vitrubio, Posidonio-Estrabón,
etc), destacando la enciclopédica obra sobre historia natural de Plinio El
Viejo, en donde se encuentran algunas de las más interesantes citas sobre
las técnicas de minería romana. La imprecisión (o nuestro desconocimiento)
de la terminología empleada por Plinio hace que su traducción sufra
constantes modificaciones con el paso del tiempo, al adaptarla de distinta
forma a las evidencias del terreno (Domergue, 1972-74, 1986, 1990;
Sánchez-Palencia, 2002). Para evitar cualquier influencia al respecto, en
este trabajo se ha utilizado la antigua traducción de Francisco Hernández
seguida por Jerónimo de Huerta que fue publicada en 1624 (reedición de Visor
Libros, 1999).
Un posible punto de partida para entender el origen de la escasez de
referencias mineras en los textos clásicos es que, desde el punto de vista
de la filosofía, la minería estuvo considerada por varios autores
(Aristóteles, Plinio o Estrabón) como una auténtica "violación de la
naturaleza", en una sociedad donde la riqueza estaba relacionada con la
posesión y cultivo agrícola de la tierra, llegando incluso en algún momento
el Senado a prohibir la explotación de minas en Italia (Plinio, N.H. 3,
138). Por otro lado, la excepcional peculiaridad y el misticismo que siempre
suscitaron en cualquier sociedad urbana los trabajos de minería y metalurgia
desde muy antiguo, junto a su relación directa en muchos casos con complejas
y lejanas guerras de conquista, además de duros trabajos en régimen de
esclavitud, tal vez haya contribuido a dejar eclipsada la tecnología minera
en los tratados de la época. No hemos de olvidar tampoco en este contexto
que la minería también se caracterizó en la antigüedad por la extracción y
manipulación de materiales de gran valor para la época, capaces de generar
grandes riquezas, por lo que eran controlados por una elite social en la
mayoría de los casos, de ahí que el conocimiento y difusión de sus técnicas
estaría ciertamente restringido.
La realización de toda la extensión y variedad de trabajos de explotación
minera romana, que se mantuvieron posiblemente activos en algunos casos
durante un período de decenios, incluso siglos, no hubiera sido viable sin
contar con la adecuada transmisión de los conocimientos de ingeniería minera
y la supervisión directa de auténticos ingenieros, especialmente en las
explotaciones de gran envergadura, marcando las pautas a seguir en una
estricta labor organizativa y de planificación, tal y como se desprende del
análisis de algunas de las estructuras mineras que han perdurado hasta la
actualidad. En este trabajo se ha dado una total preferencia a las
evidencias conservadas sobre el terreno, suficientemente significativas por
si mismas desde la perspectiva tecnológica. Estos datos, incontestables en
muchos casos por su evidente claridad, no sólo han servido para confirmar o
rebatir las descripciones ilustrativas de los textos, sino que las amplían
notablemente en todos los casos.
Al margen de las necesarias valoraciones arqueológicas, es preciso un
profundo estudio tecnológico desde el punto de vista de la ingeniería de
minas de los restos de la minería romana para adquirir una visión global de
la actividad minera con objeto de poder evaluar adecuadamente el grado de
desarrollo alcanzado sobre el conocimiento geológico de los distintos
yacimientos minerales y sus técnicas de explotación. Una aproximación
bibliográfica al tema arroja ya unos datos sorprendentes sobre el elevado
nivel de conocimientos adquirido o inducido respecto a las mineralizaciones,
en base al cual se constata un notable grado de planificación en la
ejecución de todos los trabajos de ingeniería realizados en las
explotaciones mineras.
Recientes investigaciones de campo como la del descubrimiento de un
complejo minero romano en Llamas de Cabrera (León-España) (Matías y Gómez,
2003) o los datos obtenidos de la reconstrucción íntegra del trazado y
estructura de la red hidráulica de Las Médulas, en el mismo área (Matías,
2004), corroboran la necesidad de continuar profundizando en este aspecto.
1.1.- LA MINERÍA EN LA ÉPOCA ANTERIOR AL IMPERIO ROMANO
Los recursos minerales han marcado, sobre todo en la antigüedad, el grado
de desarrollo de las sociedades, ligado este en buena medida al uso de los
materiales metálicos bajo distintos aspectos: estructurales, defensivos,
suntuarios o bien como base de intercambios monetarios, sin olvidar por otro
lado la utilización directa de los minerales como sustancias colorantes o
medicinales.
El hecho de que muchos de los minerales posean llamativos colores o
formas ya despertó necesariamente desde tiempos muy remotos el interés
humano por su posesión y uso. Sin embargo, las evidencias metalúrgicas, como
primera transformación profunda de los minerales, se remontan tan solo a
7000 años a. de C. La existencia de oro, plata y cobre directamente en
estado metálico (nativo) en la naturaleza apunta hacia estos elementos como
los primeros utilizados por la Humanidad, especialmente el oro, por su
fascinante color amarillo y su inalterabilidad ante los agentes
atmosféricos. Todas las evidencias apuntan a que el primer metal obtenido a
partir del tratamiento metalúrgico de sus minerales fue el cobre,
posteriormente aleado con el estaño para fabricar el bronce, producto de
menor punto de fusión y más fácilmente moldeable.
La minería es, por tanto, una actividad muy antigua cuyo origen se pierde
en el tiempo. Las huellas de algunos de los primeros trabajos de explotación
del sílex, especialmente los subterráneos, han llegado hasta nuestros días
como testimonio de la necesidad humana de aprovechar los recursos minerales.
Con rudimentarias herramientas de hueso o piedra y la escasa luz de unas
mechas o ramas encendidas, en la época prehistórica se realizaron
explotaciones mineras de cierta importancia, cuyos límites en profundidad
estaban marcados por la inevitable presencia de agua. De esta forma, se
explotaron en un primer momento algunos minerales de uso directo como sílex
y sillimanita (fibrolita), colorantes como malaquita-azurita o cinabrio, y
también oro, plata y cobre nativos. En las primeras etapas de la metalurgia
se beneficiaron los minerales metálicos de fácil reducción como los
carbonatos de cobre (malaquita-azurita) y óxidos de cobre
(cuprita-tenorita), marcando el comienzo de la Edad del Cobre. La
introducción de estaño en el proceso metalúrgico del cobre, de forma
intencionada o casual, dará paso a la Edad del Bronce, en la que jugarán un
papel fundamental los escasos yacimientos de casiterita.
El posterior desarrollo de la metalurgia del hierro supone un hito de
gran importancia en la generalización del uso de los metales, ya que la
mayor abundancia y dispersión de los minerales de hierro amplía
considerablemente el espectro geográfico y social, además de proporcionar
elementos de más resistencia y funcionalidad. Respecto al bronce y otras
aleaciones, aumenta la utilización en objetos de adorno y uso cotidiano
debido a su fácil fusión y moldeado. Por tanto, en época romana y anterior
los metales más buscados eran, fundamentalmente, oro, plata, cobre, estaño,
hierro y plomo.
Las fuentes de materias primas para la obtención de metales, los
yacimientos minerales, no se encuentran repartidos regularmente, sino que se
verifica su concentración en zonas geográficas concretas debido a unas
especiales características geológicas. Este hecho dará lugar a un intenso
comercio de metales y sustancias minerales entre las zonas de producción y
los centros de consumo, comercio cuyo control asegurará unas importantes
cotas de poder económico y social a su poseedor. Además de su aplicación
práctica, el valor tangible que alcanzan algunos metales en el intercambio
comercial los convertirán en la base monetaria de las sociedades más
avanzadas del momento, en un proceso que ha perdurado prácticamente hasta el
presente, en donde el patrón oro se ha destacado ampliamente sobre los demás
metales.
Todo el Mediterráneo vivirá un largo período de febril actividad impulsado
por el comercio de metales y las luchas entre fenicios, griegos, cartagineses
y romanos para controlar y llevar estas preciadas mercancías desde sus
lugares de producción hasta los centros de consumo. La expansión imperial
de Roma y su hegemonía sobre el resto de países del entorno aglutinará
en un único propietario la posesión de los más ricos yacimientos.
2.- INGENIERÍA MINERA ROMANA
El auge de la minería que tuvo lugar en Europa durante todo el siglo
XIX y principios del XX puso de manifiesto la existencia de importantes
labores mineras antiguas en la mayoría de los yacimientos prospectados
o trabajados. Las zonas mineras por excelencia del entorno europeo se
sitúan en Anatolia, Chipre, Los Balcanes, Europa Central, Gran Bretaña
y la Península Ibérica. Todos los grandes yacimientos conocidos habían
sido ya explotados en época romana, algunos incluso también con anterioridad.
Esta concentración de explotaciones mineras romanas es especialmente notable
en la península Ibérica, en donde destacan los restos hallados en las
minas de Río Tinto (Huelva), el distrito Cartagena-Mazarrón (Murcia),
Linares (Jaén), Sierra Morena (Córdoba), Almadén (Ciudad Real), en España,
y los de Aljustrel, Sâo Domingos, Valongo, Jales y Três Minas, en Portugal.
La atribución a época romana de los trabajos encontrados se realiza en
base a la magnitud y la tecnología empleada, así como por evidencias arqueológicas
encontradas en las antiguas labores mineras, apoyadas por referencias
de autores antiguos como Diodoro, Estrabón o Plinio respecto a su distribución
geográfica y métodos de laboreo. La investigación actual sobre la minería
romana desde el punto de vista de la ingeniería se encuentra con la problemática
de la reactivación posterior de la mayoría de los trabajos mineros antiguos,
sin apenas registros arqueológicos previos, por lo que la pérdida de datos
en algunos casos ha sido muy importante y difícil de cuantificar.
Los primeros acercamientos globales a la minería romana se deben a Alfred
Leger con su obra "Les Travaux Publics aux temps des Romains. Les mines
et la metallurgie" (Leger, 1875), quien realiza un excelente trabajo
de recopilación sobre las obras de infraestructura acometidas por Roma
en todo el Imperio, haciendo también un balance muy acertado de la distribución
geográfica de las explotaciones mineras y las técnicas metalúrgicas aplicadas.
La reactivación de muchas minas explotadas en época romana sacará a la
luz interesantes hallazgos que se recogen puntualmente en prestigiosas
publicaciones de ingeniería como Engineering and Mining, Journal, Transactions
of Institution of Mining and Metallurgy, Mining Journal, Revista Minera,
etc. Es notable el esfuerzo realizado por muchos ingenieros de minas encargados
de las explotaciones mineras del siglo XIX y XX para documentar los hallazgos
de labores antiguas, casi siempre por motivos de seguridad ante el temor
de la existencia de aguas colgadas o como guías de prospección, pero también
en otros casos por un loable interés científico.
Uno de los primeros artículos globales sobre las técnicas romanas se
lo debemos a E. Ardaillon, "metalla", de principios del siglo XX
(Ardaillon, 1904), aunque los primeros estudios en profundidad realizados
específicamente sobre la minería romana del entorno europeo se deben a
Oliver Davies, destacando especialmente su obra "Roman Mines in Europe"
(Davies, 1935). En años posteriores aparecen otros trabajos que recogen
la tecnología minera romana de autores como Forbes (1966), Ramin (1977)
o Healy (1978). En la década de los 70, las primeras investigaciones de
Domergue (1970, 1970a) y Almeida (1970) perfilan definitivamente una visión
real de la verdadera magnitud e importancia de los trabajos de minería
romana, especialmente en los yacimientos auríferos del noroeste de la
Península Ibérica, donde se abrirá un amplio campo de investigación.
En la actualidad, aunque contamos con la interesante obra de Robert Shepherd:
"Ancient Mining", en donde combina con acierto la visión tecnológica de
la minería antigua con los aspectos históricos más relevantes (Shepherd,1993),
Claude Domergue destaca entre todos los investigadores por la amplitud
enciclopédica de sus trabajos en minería romana y prerromana, iniciados
en la década de los 60. Desde un extenso conocimiento de la minería antigua
(Domergue, 1987, 1990), el autor nos hace una amplia descripción de las
técnicas mineras ("l´art des mines") de época romana, bajo el denominador
común de la "mecanización" como novedad introducida por los romanos en
la explotación de las minas (Domergue, 1993). A pesar de no ser un pueblo
eminentemente minero, los romanos sometieron en sus conquistas a territorios
de gran tradición minera, entrando en contacto con una mano de obra indígena
muy preparada y experimentada a lo largo de muchos años de actividad en
el campo de la minería, como ocurrió en el caso de las explotaciones de
Cartagena y Sierra Morena, Río Tinto, Dacia, Macedonia o las minas
de oro del Egipto faraónico.
La aplicación generalizada a la explotación de las minas por parte romana
de los avances conseguidos en otros campos tecnológicos, como topografía
e hidráulica, hizo posible acometer trabajos de gran envergadura desconocidos
hasta la época, o lo que es lo mismo, una explotación racional de los
yacimientos, necesariamente apoyada en un rudimentario pero efectivo conocimiento
geológico, adquirido de forma empírica in situ o inducido en base a
conocimientos previos obtenidos también experimentalmente.
2.1.- LAS TÉCNICAS DE MINERÍA ROMANA
Desde una perspectiva global, si algo distingue en particular a las técnicas
mineras romanas de las de sus antecesores es la planificación y estructuración
de los trabajos de explotación de los grandes yacimientos. En esta novedosa
aplicación minera de la tecnología de la época tienen mucho que ver los
recursos de mano de obra especializada que fueron destinados a esta labor,
debido al elevado grado de participación e intereses económicos de la
administración romana. El rumbo que toman ahora las explotaciones mineras
marcará el inicio de una importante y característica etapa tecnológica,
que se puede considerar el nacimiento de la ingeniería de minas.
En el ámbito de la minería subterránea resuelven con éxito el principal
problema, que es la existencia de agua en el terreno, bien por los posibles
aportes del exterior en época de lluvias o por la propia circulación natural
de las aguas subterráneas. La progresión de cualquier explotación se enfrenta
con la necesidad de profundizar continuamente las labores para poder mantener
los niveles de producción, por lo que a medida que aumenta la profundidad
el problema del agua se acentúa. Para solucionar esta circunstancia los
romanos generalizan la realización de grandes galerías de desagüe donde
es topográficamente posible, o utilizan sistemas escalonados de elevación
de agua como la noria o el tornillo de Arquímedes, constatándose también
arqueológicamente la utilización puntual de sistemas mecánicos más complejos
como la bomba de Ctesibius, artefactos todos ellos de procedencia helenística
en su concepción inicial.
En los trabajos sobre aquellos yacimientos a cielo abierto en los que
el mineral se encuentra diseminado en la roca y requieren el tratamiento
extensivo de grandes masas de materiales, como en el caso de la mayoría
de los yacimientos auríferos, especialmente los de origen aluvial, se
realizaron por primera vez extensas obras hidráulicas de abastecimiento
para proceder a su explotación integral. El audaz uso realizado de la
fuerza hidráulica, utilizado anteriormente a pequeña escala, aportó como
avance tecnológico la posibilidad de remover y lavar cantidades de materiales
nunca imaginadas hasta esa fecha, que en algunos casos superan los cien
millones de metros cúbicos.
2.1.0.- LA PROSPECCIÓN MINERA
En general. la puesta en marcha de cualquier explotación minera de gran
tamaño que requiere la realización de costosas infraestructuras comienza
por el reconocimiento de la existencia de cantidad suficiente de la mineralización
buscada, bien basándose en trabajos mineros anteriores, bien utilizando
unos criterios de prospección elaborados a partir de experiencias y conocimientos
previos para conseguir localizar y evaluar lo que no siempre es evidente
sobre el terreno. La gran variedad de minerales y su no menos extensa
variedad de yacimientos hace que el proceso de prospección minera sea
una labor verdaderamente difícil y compleja en la que los conocimientos
adquiridos y la experimentación directa sobre el terreno juegan un papel
fundamental.
Como se ha dicho anteriormente, las campañas de conquista de Roma pusieron
en sus manos el control de zonas de mucha tradición minera en las que
algunos yacimientos eran de una riqueza tan extraordinaria que llegaron
a considerarse inagotables. En estos casos en los que los yacimientos,
por su extensión o nivel de trabajos, ya están suficientemente reconocidos,
simplemente se limitaron a racionalizar las estructuras de las explotaciones
para proceder a su profundización.
En aquellos otros yacimientos en los que el grado de explotación anterior
era apenas superficial o se descubren nuevas mineralizaciones, resulta
evidente que la amplia distribución geográfica de las explotaciones mineras
romanas fue fruto de una sistemática exploración, producto de la simbiosis
entre los conocimientos de los nativos sobre la minería de su propio terreno
y los conocimientos técnicos o geológicos aportados por los ingenieros
romanos.
Donde más desarrollo alcanzaron los romanos en el aspecto de la prospección
minera fue en la localización de los yacimientos de oro, especialmente
en el noroeste de la Península Ibérica. Si bien está admitida la existencia
de una minería primitiva consistente en el lavado artesanal de las arenas
auríferas por parte de la población autóctona, como atestiguan las numerosas
muestras de orfebrería halladas (Sánchez-Palencia y Pérez, 1989), la llegada
de los romanos pondrá en producción la práctica totalidad de los yacimientos
auríferos del territorio, tanto primarios como secundarios. Los trabajos
mineros fueron tan exhaustivos y extensos que aún hoy son motivo de asombro,
no sólo para ingenieros de minas y geólogos en su ámbito profesional,
en el que muchas veces se valieron de los indicios de minería romana para
sus investigaciones, sino también para cualquiera que se acerque a contemplar
las espectaculares huellas que han dejado sobre el terreno. A pesar de
los logros alcanzados por los romanos, algunos investigadores consideran
que todos los textos y descripciones procedentes del mundo antiguo respecto
a la explotación minera, especialmente del oro (Diodoro, Estrabón, Plinio)
confirman que nunca existió un conocimiento geológico sistematizado, afirmando
que sus éxitos fueron resultado de una aplicación empírica de conocimientos
adquiridos (Healy, 1978, p.15; Sánchez-Palencia y Orejas, 1994, pp. 154-155),
Podemos ilustrar y comparar con los textos clásicos el grado de conocimiento
de romanos y nativos sobre las riquezas minerales de su territorio en
un caso muy concreto y bien documentado. El historiador Floro relata cómo
en el proceso de conquista de los territorios auríferos del noroeste hispano
se modifican profundamente las estructuras del pueblo Astur por la introducción
de nuevos sistemas organizativos romanos tras la terminación de las Guerras
Cántabras (Floro, II, 33. 46-60):
"...Para Augusto este fue el final de sus quehaceres bélicos y
también el fin de la rebelión de Hispania. A partir de entonces fueron
fieles y tuvieron una paz duradera, no sólo por su ingenio bien dispuesto
para las artes propicias de una situación de paz, sino también por el
buen entendimiento de César quien recelando de la buena fe de quienes
se escondían en los montes, les mandó habitar el campamento suyo que estaba
en la zona llana y trabajar la tierra; allí había un consejo del pueblo
y aquel campamento era considerado como auténtica capital. Las características
de la región favorecían la realización; en efecto, por los alrededores
del lugar había oro, malaquita, minio y también abundaban otros productos.
Así pues, mandó que se explotase el suelo. Con ello los Astures, excavando
la tierra esforzadamente, empezaron a darse cuenta de sus recursos y riquezas,
aunque en principio tratan de adquirir todo esto para otros".
Si bien las evidencias en el terreno confirman el texto de Floro en cuanto
a la presencia de oro, cobre y cinabrio en los territorios astures, los
nativos ya conocieron y explotaron con cierta amplitud sus recursos minerales
muchos siglos atrás, especialmente el mineral de cobre en la mina "La
Profunda" (Matías et al., 2000) y el cinabrio en las mineralizaciones
de Lois, Pedrosa del Rey y Riosol (Alonso et al., 2004). El interés de
Roma por las riquezas minerales del territorio Astur se centrará especialmente
en la explotación del oro, aunque también mostrarán un marcado interés
por el cinabrio, en donde acometieron una excepcional explotación por
minería hidráulica en Miñera de Luna (Matías et al., 2001). El cobre,
cuya explotación llegó a ser importante en época prehistórica, queda en
un segundo plano, no teniéndose hasta la fecha evidencias consistentes
de su minería en la zona durante la época romana.
En la prospección de los yacimientos auríferos la mayor dificultad reside
en que el oro sólo se manifiesta tras un cuidadoso y delicado proceso
de lavado y concentración, siendo muy raros los casos en que puede apreciarse
a simple vista. Algunos investigadores han considerado que los trabajos
de prospección aurífera romana estaban basados únicamente en la aplicación
sistemática de criterios empíricos, como es el bateo sistemático de las
arenas de los ríos, remontando su curso hasta dar con los yacimientos
primarios (Sánchez-Palencia y Orejas, 1994, pp. 154-155). Sin embargo,
este método, técnicamente correcto, no proporciona por si sólo criterios
suficientes para evaluar la viabilidad de las grandes obras mineras de
explotación hidráulica o subterránea que se acometieron con posterioridad
en una zona tan amplia. Una vez localizada la presencia del oro en la
superficie fue preciso aplicar otros criterios y realizar los trabajos
necesarios que permitieran estimar la conveniencia o no de la construcción
de las complejas y costosas obras de infraestructura hidráulica para su
explotación.
Teniendo en cuenta la enorme extensión geográfica en la que se encuentran
los yacimientos de oro explotados en el noroeste hispano, repartidos en
un área de muchos miles de kilómetros cuadrados y trabajados casi de forma
simultánea, parece acertado tener en cuenta que en la búsqueda de los
yacimientos de oro se tuvieron que aplicar no sólo criterios empíricos,
sino también los conocimientos adquiridos en cuanto a la configuración
y características de los yacimientos, que presentan por lo general, dentro
de ciertas áreas, rasgos comunes en cuanto a morfología, tipos de
terrenos y rocas asociadas, es decir, criterios geológicos de prospección.
La documentación de restos que atestigüen fehacientemente en el campo
la existencia de trabajos de prospección es un tema aún muy confuso debido
al escaso desarrollo hasta ahora de los estudios sobre las verdaderas
estructuras de las explotaciones mineras. La superposición de trabajos
de distintas épocas dificulta también las interpretaciones al destruir
o enmascarar vestigios de labores anteriores. Por ejemplo, en las minas
auríferas de Três Minas y Valongo se ha documentado la existencia de pozos
verticales gemelos que posteriormente fueron puestos al descubierto por
nuevos trabajos de minería, realizados a cielo abierto en el caso de Três
Minas (Wahl, 1988). Este podría ser un caso de una prospección inicial
para la evaluación del yacimiento y posterior explotación intensiva según
un método más adecuado, aunque también, y aquí está el verdadero problema
de interpretación, puede tratarse de fases de explotación diferentes en
tiempo y forma, que se superponen. De todos modos, no debe de hacerse
una distinción muy estricta entre prospección y explotación porque ambas
fases están íntimamente relacionadas y se han podido realizar labores
aparentemente de explotación con fines prospectivos, modificándose posteriormente
el método de trabajo según los resultados conseguidos.
2.1.1.- MINERÍA ROMANA SUBTERRÁNEA
Las técnicas de minería subterránea anteriores a la época romana se encontraban
a un cierto nivel de desarrollo. En el neolítico se habían alcanzado ya
más de 16 metros de profundidad en las minas de sílex de Spiennes (Shepherd,
1980). En la Edad del Bronce se registran profundidades de trabajo de
más de 30 metros en las minas de cobre de Timna (Israel), que son superados
en las de Laurion y que llegan en algunos casos hasta los 50 metros de
profundidad, como en la explotación de cobre de la mina "La Profunda"
(León-España) (Matías et al, 2000) o en las minas de cinabrio de Riosol
(Alonso et al, 2004). Los medios de trabajo habituales para el avance
de las explotaciones mineras fue el ataque de la roca o mineral con diversos
útiles de piedra, hueso y madera, a veces también en combinación con el
uso limitado del fuego, que se constata desde el Neolítico y durante la
Edad del Bronce en explotaciones de cobre como las de Rudna Glava, Mount
Gabriel (Irlanda) y otras en Austria, España y País de Gales (Shepherd,
1980, Domergue, 1987). Los instrumentos metálicos de cobre, bronce o hierro
se implantan sobre los de piedra, en especial este último, desplazándolos
definitivamente en las grandes explotaciones subterráneas romanas, que
tienen como precedente las minas griegas de Laurion, donde se ha documentado
la existencia de 140 km de galerías (Ramin, 1977) realizadas con herramientas
de hierro.
En el ámbito de la minería subterránea, cualquier operación a gran escala
reviste mucha complejidad, ya que los distintos aspectos de esta, como
avance de galerías, profundización de pozos, sostenimiento de las zonas
inestables, extracción del mineral, desagües ventilación, etc. son factores
sometidos a continuos cambios producidos por la naturaleza geológica del
terreno que convierte las labores mineras subterráneas en trabajos con
un alto grado de dificultad y, en algunos casos, con graves riesgos físicos
para los trabajadores en caso de no tomarse las debidas precauciones.
Sin llegar al apocalíptico panorama que configura Diodoro en sus descripciones
de las minas de Egipto (Diodoro, 3, 12-13.1) o Hispania (Diodoro, 5, 36-38),
la penosidad del trabajo y los riesgos en el interior de las minas son
muy reales. Estos van desde los más graves, como aplastamientos por caída
de rocas, asfixia en atmósferas irrespirables o enfermedades pulmonares
provocadas por la exposición prolongada al polvo, hasta los leves, que
pueden ser heridas cortantes producidas por las herramientas y el
manejo continuado de materiales rocosos en medios estrechos y escasamente
iluminados.
Alumbrado:
La iluminación en los frentes de trabajo y avance de galerías o pozos
se realizaba por regla general mediante lámparas de aceite (lucernas)
de distintos tamaños, elaboradas en arcilla cocida, semejantes a aquellas
que eran utilizadas en el ámbito doméstico romano, cuyo diseño y decoración
permite a veces su encuadre en un período de tiempo determinado. El emplazamiento
de las lámparas se hacía sistemáticamente en pequeñas oquedades excavadas
en los hastiales para su colocación a la altura deseada. Estos huecos
reciben el nombre de lucernarios y su distribución y espaciado puede dar
alguna idea de los ciclos de trabajo en el interior de la mina.
Arranque:
Como útiles de arranque, en los trabajos mineros subterráneos romanos
se introduce el uso generalizado de herramientas de hierro frente a los
útiles de piedra y hueso de épocas anteriores, de menor capacidad de penetración,
consiguiendo con ello aumentar sustancialmente los rendimientos. Se utilizan
cuñas metálicas o de madera, martillos diversos, picos y punterolas
provistas de mango de madera para un manejo adecuado de estos elementos,
apoyados por rastrillas y palas para cargar el mineral (Luzón, 1970).
Se sigue utilizando el fuego y agua alternativamente en el interior de
las minas para romper la roca muy dura, tanto para el avance de galerías
como para el abatimiento de masas de roca mineralizada. Las limitaciones
de este método son muchas en el caso de ambientes reducidos y de escasa
ventilación, aumentando todavía más cuando se trata de explotaciones que
han llegado a una cierta profundidad o de sulfuros metálicos por su posibilidad
de entrar en ignición emitiendo gases sulfurosos de alta toxicidad. El
empleo del fuego se constata en el terreno principalmente por las características
superficies abovedadas que quedan después de su uso. El ennegrecimiento
de las paredes producido por el humo y los posibles depósitos de cenizas
no resultan siempre evidentes en todos los casos.
Sostenimiento:
Como sistema básico de sostenimiento y entibación de labores mineras
se sigue manteniendo la utilización de la madera, por lo general abundante
y fácil de trabajar. Su uso está constatado ya desde la antigüedad por
los restos aparecidos en la excavación de explotaciones de sílex de Spiennes
y en minas de cobre de Austria y Anatolia, datadas de la Edad del Bronce
(Shepherd, 1980), así como en las minas de oro galas de la segunda Edad
del Hierro (siglo. II a. C) en Limousin (Cauuet, 1997), donde se han encontrado
trabajos de entibación en madera técnicamente muy elaborados.
Este uso de la madera en la minería romana subterránea se recoge en el
texto de la segunda tabla de Aljustrel, donde se advierte a los titulares
de las concesiones mineras de la necesidad de reemplazar y mantener en
buen estado el sostenimiento de madera para evitar la ruina de las explotaciones:
Lex metallica vispacense:
T-II - 11 Todos los pozos estarán siempre cuidadosamente apuntalados
y sujetos; y el colono de cualquier pozo sustituirá la madera podrida
por madera nueva e idónea.
T-II - 12 No estará permitido causar daños o romper de modo engañoso
las estacas o maderos puestos como protección de la mina o hacer cualquier
otra cosa, para que esas estacas o maderos estén seguros y permitan el
acceso.
Aunque la madera se emplea con profusión en la minería, su duración efectiva
es bastante limitada, del orden de unos pocos años, y requiere de constante
mantenimiento, por lo que se recurre donde es posible a la utilización
complementaria de elementos rocosos. En el caso de yacimientos filonianos
se dejan pequeños macizos de mineral a espacios regulares para el sostenimiento
de los hastiales o techos. En otro tipo de labores, principalmente galerías
y anchurones, se realizan refuerzos con muros de mampostería en seco y
arcos o bóvedas de piedra, usando para su construcción el material procedente
de la propia mina, que a veces también se utiliza para el relleno de zonas
ya trabajadas, evitando así su transporte hacia el exterior y estabilizando
los huecos que ha dejado el mineral extraído.
Transporte:
El transporte del mineral hasta la superficie es una operación muy penosa
que se venía realizando manualmente en espuertas y capazos por las propias
labores de explotación y galerías o mediante el empleo de tornos rudimentarios
de diversos modelos instalados en las bocas de los pozos. En esta nueva
etapa el sistema anterior apenas sufre variaciones por su sencillez y
efectividad. Para las operaciones de izado se utilizan cables confeccionados
con fibras vegetales o cuero, bien directamente o arrollados en tornos
simples o combinados con poleas, cuyo uso se generaliza. Los tornos pueden
también para la extracción de pequeñas cantidades de agua. En las minas
de Cartagena se han encontrado ruedas dentadas de madera pertenecientes
un mecanismo de elevación no definido que apunta a la existencia de otros
sistemas.
Un caso aparte y excepcional lo constituye la extracción del mineral
a través de grandes galerías transversales mediante carruajes, como se
ha constatado en las explotaciones auríferas romanas de Três Minas (Portugal).
En estas minas se conservan también las posibles cimentaciones de un sistema
de elevación por cabrestante, que podría corresponderse con el representado
en el bajorrelieve de Avianno (Jurghen Whal, 1988, 1998).
Pozos y galerías:
Los pozos verticales que se construyen para el servicio de la explotación
(acceso, ventilación, evacuación de mineral y agua, etc) son unas de las
obras más audaces que se realizan. En algunos casos llegan a alcanzar
más de 100 m de profundidad, como en la Sierra de Cartagena (Domergue,
1987) y 2-3 m de diámetro, siendo preferentemente de sección cuadrada
y también circular, prefiriendo esta última en los terrenos menos estables.
Los pozos comunican no sólo las labores subterráneas con el exterior sino
que también se realizan pozos verticales entre los diferentes niveles
de la mina. Su perforación está por lo general muy cuidada, con paredes
recortadas a pico, utilizando cerchas de madera o revestimientos de piedra
en las zonas de terrenos más blandos.
Existen más de 800 pozos en las áreas mineras de Río Tinto, La Zarza,
Cabezas de los Pastos y Sotiel-Coronada (Huelva). En la mina de Cabezas
de los Pastos y otras se puede apreciar una cierta distribución regular
de pozos gemelos, que estaría relacionada con una parcelación de las concesiones.
Se ha atribuido a estos pozos una posible utilización como chimeneas de
ventilación, obligando el tiro del aire mediante fuegos en su base, o
bien, para dar servicio simultáneamente a la extracción del mineral por
uno, equipado con tornos y la circulación de los mineros por el otro.
Las galerías de acceso a las mineralizaciones y los pozos se realizan
intencionadamente en las rocas del encajante del yacimiento, a suficiente
distancia para no verse influidas por los trabajos de explotación y garantizar
un servicio prolongado. Las secciones de estas galerías y pozos están
relacionadas con los usos a los que se destinan, buscando en todo momento
la mayor facilidad de su trazado, por lo que las sinuosidades y secciones
reducidas que a veces presentan no han de interpretarse como trazados
poco cuidadosos sin antes tener en cuenta los objetivos de la labor y
las características de los materiales que cortan a su paso.
Desagüe:
La solución efectiva más aplicada para resolver los problemas de desagüe
y acceso fue la realización de galerías de drenaje en aquellas explotaciones
donde el relieve del terreno es favorable, alcanzando su máximo exponente
en época romana mediante grandes trazados que llegan a tener en algunos
casos hasta casi dos kilómetros de longitud. El ejemplo más representativo
se encuentra en las minas del sureste de la Península Ibérica, en el área
de Cartagena-Mazarrón, donde en el Coto Fortuna se hacía circular el agua
por una galería de 1,8 km de largo y 1,30 x 2 m de sección, a 70 metros
de profundidad (Guillén, 1997). Se da también una acertada preferencia
al emplazamiento de estas labores de desagüe y acceso en rocas estériles
para garantizar su estabilidad a medida que progresa la explotación sin
que se vean afectados por los hundimientos que pueden provocar los vaciados
que se originan en el yacimiento con la extracción del mineral. El uso
de técnicas topográficas de orientación y nivelación subterránea en las
minas romanas implica también su representación en algún tipo de esquema
o planos que permitan estructurar y orientar el trazado de galerías, pozos
y otras pequeñas obras de infraestructura.
Aunque se conocen algunos ejemplos de galerías de desagüe desde la Edad
del Bronce (Cauuet, 1997) su corto trazado de apenas una decena de metros
no admite comparación con las grandes obras de desagüe romanas en las
que fue preciso utilizar técnicas de topografía subterránea, no desarrolladas
anteriormente, y de las que de momento no se tienen evidencias materiales
(señales, marcas, instrumentos, etc.), pero cuyos resultados son evidentes.
La estructura topográfica de estas galerías de desagüe apenas está documentada,
aunque existen algunas excepciones, como la siguiente descripción del
sistema de drenaje de una de las masas de Riotinto (Palmer, 1927):
"Siguendo el curso de un barranco hay cuatro socavones en las
proximidades de uno de los criaderos de pirita, a cotas 390, 376, 348
y 320 metros sobre el nivel del mar, siendo sus longitudes de 100, 250,
600 y 925 metros, respectivamente. Hay numerosos pocillos que conectan
los socavones con la superficie. Los detalles correspondientes al socavón
más bajo y a sus pocillos son los que siguen: longitud total del socavón
desde el emboquillado exterior hasta la masa de pirita 925 metros; término
medio de su pendiente, 1 por 300; metraje total de todos los pocillos,
1600 metros; pocillo menos profundo, 5 metros; pocillo más profundo, 84
metros; distancia más corta entre dos pocillos consecutivos, 15 metros;
distancia más larga entre dos pocillos, 84 metros."
De esta descripción se desprende el espaciado regular entre las galerías
de desagüe (socavones), que en la primera es de 14 metros, pasando luego
a ser de 28 metros entre las dos siguientes. Destaca también la estructura
de las galerías que acceden a la mineralización, que muestran no sólo
la nivelación necesaria para efectuar los desagües, sino una progresiva
y nada aleatoria profundización de los trabajos, además de una precisa
orientación topográfica para acceder a las zonas de explotación.
La planificación de las labores posibilita ahora la introducción de maquinaria
en las grandes explotaciones mineras para los trabajos de desagüe mediante
dispositivos sobradamente conocidos en otros ámbitos de aplicación como
la agricultura (Gossé, 1942; Luzón, 1968; Oleson, 1984; Viana et al. 1954).
Los sistemas utilizados que han podido documentarse son:
Noria (rueda de cangilones): su uso en la minería está muy extendido
ya que se han encontrado ruedas de noria en las grandes minas del suroeste
de la península Ibérica (Río Tinto, Tharsis, Lagunazo, Sâo Domingos o
Sotiel-Coronada) y en el sureste (Cabezo Rajado - Murcia), así como en
las minas de oro de Dacia (Rumania) y Dolaucothi (Pais de Gales - G.B.).
Eran accionadas mediante fuerza humana pisando en una serie de travesaños
situados en su parte exterior. Para alcanzar las alturas de elevación
necesarias las norias eran habitualmente colocadas por parejas en cascada
dentro de labores mineras diseñadas y destinadas específicamente al efecto.
Algunas de las 13 ruedas halladas en las minas de Río Tinto durante su
explotación en el siglo XIX tienen un diámetro de 4,5 m y sus piezas estaban
cuidadosamente numeradas para su ensamblado. Pertenecían a un conjunto
de al menos ocho pares de ruedas instaladas escalonadamente en una estructura
subterránea para elevar el agua una altura de 30 metros, por lo que su
capacidad de elevación se acerca al diámetro efectivo.
Tornillo de Arquímedes (Coclea de Vitrubio): era un artefacto
inventado en el siglo III a. C. y profusamente utilizado en agricultura
para irrigación. Su accionamiento se hacía mediante fuerza humana aplicada
en el extremo del cilindro interior con las manos o con los pies. Se ha
documentado su uso en las minas de galena argentífera de Santa Bárbara
(Posadas-Córdoba) en una galería de 300 m de largo, 2,70 m de ancho y
30º de inclinación equipada en un tramo con una batería escalonada de
cuatro tornillos. En el Centenillo (Jaén) fue encontrado un tornillo de
Arquímedes completo por debajo de los 200 m de profundidad, perteneciente
a una instalación de 5 tornillos de Arquímedes que se utilizaba en el
desagüe de las labores desde la cota 225 hasta la cota 200.
Bombas de doble efecto: se trata de bombas de pistones de gran
precisión, cuyas piezas estaban realizadas habitualmente en fundición
de bronce. Los pistones y cilindros eran sometidos con posterioridad a
un cuidadoso tratamiento de rectificado y pulido para asegurar su encaje.
Los dos cilindros que alojan los pistones están comunicados por una cámara
de válvulas. Accionando alternativamente los pistones mediante una palanca
manual el agua ascendía por uno u otro pistón, saliendo luego a presión
por un conducto común.
Su invención se atribuye al sabio helenístico Ctesibio de Alejandría
a mediados del siglo III a. C.. Por su modo de funcionamiento, sólo eran
aptas para las aguas limpias, pudiendo alcanzar alturas de elevación considerables
según la descripción de Vitrubio, hecho verificado modernamente tras su
reconstrucción experimental. Un ejemplar de la bomba de Ctesibio construido
en plomo fue encontrado en las minas de la Sierra de Cartagena durante
las explotaciones a cielo abierto realizas en el siglo XX en la Cantera
Emilia (La Unión - Murcia). Otra bomba construida en bronce, semejante
al modelo descrito por Héron de Alejandría, fue encontrada en perfecto
estado de conservación en las minas de Sotiel - Coronada (Huelva). Por
su particular construcción, su uso se atribuye a una "bomba de incendios"
para las operaciones mineras realizadas con la aplicación alternativa
de fuego y agua (Domergue, 1993, p. 343), permitiendo lanzar directamente
el agua sobre la roca caliente desde cierta distancia.
La adaptación de esta maquinaria de uso fundamentalmente agrícola para
ser utilizada en el interior de las minas requiere la realización de unas
obras de infraestructura nada corrientes, especialmente en el caso de
las norias y tornillos de Arquímedes, en las que nuevamente ha sido precisa
también la aplicación de técnicas topográficas adecuadas para realizar
los trabajos de orientación y nivelación necesarios, previamente planificados
tras un exhaustivo estudio del terreno.
2.1.2.- MINERÍA ROMANA SUBTERRÁNEA EN LLAMAS DE CABRERA (LEÓN-España)
Como notable ejemplo de minería subterránea que ha llegado prácticamente
intacto hasta nuestros días, en las inmediaciones de la localidad
de Llamas de Cabrera (León - España) fue descubierto en julio del 2002
un complejo minero de época romana, cuya explotación se realizó mediante
técnicas de minería hidráulica superficial combinadas con grandes trabajos
de minería subterránea. El objetivo de estas antiguas labores mineras
fue el oro presente en los filones de cuarzo de un yacimiento desconocido
hasta esa fecha, tanto en el ámbito geológico como en el de la arqueología.
Toda la explotación minera fue realizada directamente sobre la roca mineralizada
o materiales disgregados de escaso transporte, por lo que se podría definir
genéricamente como un yacimiento aurífero primario.
La infraestructura hidráulica construida para el desarrollo de las explotaciones
mineras de Llamas de Cabrera consta de 9 depósitos de almacenamiento y
distribución de agua, además de seis canalizaciones propias, con más de
26 km de recorrido, guardando todo el conjunto íntima relación con los
canales de la red hidráulica que abastece a la explotación de Las Médulas,
cuya red queda parcialmente destruida al ponerse en funcionamiento esta
mina.
Las excavaciones a cielo abierto fueron realizadas mediante el método
de "arrugia", aplicando directamente la fuerza del agua sobre derrubios
de ladera, coluviones y la zona meteorizada de la mineralización. Con
posterioridad a los trabajos de superficie fueron realizadas en un amplio
sector del yacimiento más de 20 labores subterráneas que superan en muchos
casos los 50 metros de profundidad, conformado un conjunto estructurado
de pozos y galerías destinados a la explotación sistemática de los filones
auríferos.
Desde el punto de vista histórico y técnico, llamaba hasta ahora la atención
el hecho de la práctica ausencia de minería aurífera romana específicamente
subterránea en un entorno tan rico en mineralizaciones de oro como es
la provincia de León, en donde la minería romana sobre yacimientos secundarios
tuvo un fuerte desarrollo.
Sin embargo, son abundantes los ejemplos repartidos por toda la geografía
ibérica que demuestran el nivel alcanzado por los romanos en las obras
de minería subterránea, destacando por su magnitud y proximidad, para
el caso del oro, las explotaciones realizadas en la Gallaecia portuguesa:
Três Minas, Jales, Valongo (Almeida, 1970, Tranoy 1981, Jürgen Whal, 1988).
Por el contrario, en la vecina Asturias, así como en Lugo, sí se localizan
algunas galerías sobre yacimientos primarios (Luzón et al, 1980; Sánchez-Palencia,
1983; Domergue, 1987; Villa, 1998), si bien, en muy escaso número frente
a las explotaciones de superficie, siendo consideradas habitualmente como
labores de prospección.
La identificación de estas labores subterráneas romanas en Llamas de
Cabrera (Matías y Gómez, 2003) representa la más importante evidencia
hasta el momento de la utilización efectiva de minería subterránea para
el beneficio de yacimientos auríferos primarios en el territorio Astur.
Según todo lo observado hasta ahora, los trabajos mineros han llegado
intactos hasta nuestros días, tal y como fueron abandonados en su momento,
por lo que asistimos a un caso extraordinario dentro de la minería antigua,
conservándose íntegramente y en bastante buen estado toda la estructura
de la explotación.
La combinación en un mismo yacimiento de diferentes técnicas mineras
(superficial y subterránea), claramente estructuradas y aplicadas en fases
sucesivas, como es el caso de Llamas de Cabrera, sugiere conocimientos
muy precisos de la configuración del yacimiento, obtenidos no sólo de
sus evidencias superficiales, sino también por un seguimiento puntual
de la productividad del proceso de extracción.
a.- Geología del yacimiento aurífero de llamas de cabrera:
La zona aurífera de Llamas de Cabrera consta de un yacimiento de oro
primario con una mineralización secundaria asociada, generada esta por
la actuación de los agentes exógenos sobre la mineralización primaria
y que, debido a su escaso o nulo transporte, ha permanecido prácticamente
in situ, por lo que el límite entre ambos resulta poco definido a simple
vista.
La mineralización primaria se dispone en filones de dirección N180ºE/90
a 70ºE, encajados, en la mayor parte de los casos, en alternancias de
cuarcitas y pizarras (O2) de la parte alta de la serie de Los
Cabos, mientras que otras veces lo hacen en las pizarras de la Formación
Luarca (O3). El oro se presenta asociado mecánicamente a arsenopirita
(FeAsS), en filones de cuarzo de espesor decimétrico (hasta 50-60 cm).
Se han contabilizado, tan solo en la zona de labores subterráneas (La
Mina), más de 20 filones de cuarzo aurífero, con dirección N180ºE, sensiblemente
constante. El conjunto del yacimiento lo constituye un campo filoniano
de forma alargada en dirección N120ºE, con más de 1,2 km. de longitud
y una anchura del orden de 100-150 m, mientras que su desnivel en los
afloramientos sobre la falda de la montaña supera los 900 m.
El yacimiento ha podido ser explotado en la antigüedad aprovechando las
zonas de oxidación en donde el oro se ha liberado de la arsenopirita,
permaneciendo este in situ en estado nativo dentro del cuarzo o incorporándose
a los materiales de meteorización, a modo de polvo o laminillas. La extracción
del mineral se ha realizado siguiendo la zona oxidada hasta alcanzar la
mena primaria, que marca el límite de rendimiento, tanto en profundidad
como lateralmente. Cuando los filones de cuarzo aurífero no presentaban
el grado de oxidación necesario para liberar el oro de la arsenopirita,
estos no fueron trabajados, ya que la tecnología de la época no tenía
el desarrollo suficiente para permitir una extracción directa del oro
a partir del mineral primario, lo cual no fue conseguido adecuadamente
hasta el siglo XIX mediante el empleo del procedimiento de la cianuración.
b.- La minería aurífera romana subterránea de Llamas de Cabrera:
Los trabajos de explotación del complejo minero romano están repartidos
por un área mineralizada que se extiende sobre una superficie de más de
3,5 km2, concentrándose las explotaciones en cuatro sectores
principales: "El Corralín" (en la cabecera del arroyo de Valdecorrales),
"La Mina" (labores subterráneas en la margen derecha del arroyo de la
Patadura, entre las cotas 1000 m y 1300 m), "La Corta" (sobre "La Mina",
a la cota 1350 m) y "El Zanjón" (sobre "La Corta", desde la cota 1350
m hasta la cota 1555 m).
La minería subterránea más importante se concentra principalmente en
el sector oeste del arroyo de la Patadura, en el paraje conocido como
"La Casarina", entre las cotas 1000 m y 1350 m, introduciéndose las labores
subterráneas en la parte N de La Corta. Se registran también varias más
en la zona del Zanjón, en donde destaca una gran excavación de 50 metros
de longitud en superficie, 3-4 metros de anchura y más de 15 metros de
profundidad reconocida hasta ahora. Las labores subterráneas son los trabajos
mineros más modernos, ya que desmantelan la red hidráulica situada sobre
ellos, en especial los canales C-4, C-5 y C-6, afectando también al C-3
en menor medida. Comienzan en superficie sobre los afloramientos de los
filones y continúan selectivamente en profundidad aprovechando las zonas
más ricas, dando como resultado unas labores descendentes, en ocasiones
estrechas (apenas algunos centímetros más que la anchura del filón de
cuarzo aurífero), que se adentran vertiginosamente hacia el interior del
terreno con pendientes cercanas a los 35-45º, y que como consecuencia
del vaciado progresivo en profundidad del filón dan lugar a chimeneas
alargadas de apariencia vertical.
Los distintos frentes de explotación subterránea de los filones de cuarzo
se encontraban comunicados con el exterior mediante varias galerías transversales
para facilitar la extracción del mineral aurífero y la salida del agua.
Estas galerías son de pequeña sección (1 x 1,70 m) y cortan casi
perpendicularmente los filones mineralizados a distintos niveles, comunicándolos
entre si. Los primeros resultados de un estudio topográfico de la estructura
del trazado de las tres galerías principales encontradas por ahora en
el yacimiento aurífero de Llamas de Cabrera (M-2, M-6 y M-14) las sitúan
a un intervalo aproximado de 100 metros de desnivel. entre si. Algunos
de los tramos estudiados alcanzan los 80 metros de longitud reconocida.
El desaguado de las labores subterráneas, imprescindible en época de lluvias
o en caso de cortar alguna corriente de agua, se realizaba por estas galerías
transversales mediante un simple pero efectivo sistema de cunetas a favor
de la pendiente de su trazado, que se conserva muy visible en el suelo
de algunas galerías, entre las que destaca la M-2, en donde también puede
apreciarse el pulimento del suelo como consecuencia del tránsito de los
mineros.
La explotación se realizó de forma descendente como atestigua el hecho
de que en la profundización de los trabajos subterráneos y para evitar
arrastres de las zonas ya explotadas hacia los lugares de circulación
del personal o zonas de trabajo inferiores se hicieron muros de contención
mediante mampostería en seco utilizando el material estéril del interior
de la mina.
Profusamente repartidos por todas las labores subterráneas, tanto horizontales
como descendentes, se han conservado la mayoría de los lucernarios utilizados
para sostener las lámparas de iluminación (lucernas), consistentes en
pequeñas oquedades excavadas en la roca. Los lucernarios de las galerías
generales tienden a situarse sistemáticamente a una altura entre 1 m y
1,35 m., con separaciones horizontales muy variables que van desde los
20-30 cm hasta 80-100 cm, las cuales podrían marcar las jornadas o turnos
de trabajo de los mineros.
Las herramientas utilizadas para abrir las galerías y pozos fueron martillos
y picos de hierro, cuyas huellas se aprecian con toda claridad en la roca
fresca de techos y hastiales. Observando cuidadosamente el trazado de
los trabajos, resulta evidente que los mineros aprovecharon en todo momento
tanto la fracturación como la estratificación del terreno para abatir
la roca. En cuanto al uso del fuego, no se ha apreciado la existencia
de cenizas o zonas ennegrecidas. Sin embargo, la presencia de las características
superficies abovedadas en algunos filones de cuarzo parece indicar el
uso puntual del fuego en la labores de extracción.
Para mayor información sobre este tema ver el trabajo específico en TRAIANVS
sobre la Mina de Llamas
de Cabrera.
2.1.3.- MINERÍA ROMANA A CIELO ABIERTO
La minería a cielo abierto fue utilizada con profusión para beneficiar
los afloramientos de los filones metalíferos de muchos yacimientos y también
en la explotación de aluviones auríferos. Para el caso de los afloramientos
de filones metalíferos masivos resulta un tipo de minería en esencia muy
simple, ya que se reduce al arranque directo del mineral o rocas mineralizadas
y no precisa de medios de iluminación ni grandes obras de desagüe, además
de tener la ventaja de poder realizar un control continuo sobre el proceso
de extracción. La minería a cielo abierto de estos afloramientos es una
operación de elevada rentabilidad. Cuando el arranque se efectúa manualmente,
el esfuerzo necesario es directamente proporcional a la dureza y grado
de disgregación de la roca, por lo que la disponibilidad de suficiente
mano de obra no especializada es fundamental. El uso de fuego y agua para
romper la roca es factible en todo momento.
Las labores a cielo abierto, al tratarse de obras de excavación sin ningún
tipo de relleno, dejan sobre el terreno huellas en forma de hondonadas
características, fácilmente apreciables in situ y en las fotografías aéreas.
Destacan en el sur de la Península Ibérica labores de este tipo sobre
filones que se conocen con el nombre de "rafas". A veces tienen varios
kilómetros de extensión y se realizaron sobre afloramientos de filones
de plomo-plata, que llegan en algunos casos mediante minería subterránea
a alcanzar profundidades de más de 100 m, como las de La Loba (Córdoba)
de 2 km x 100 m de profundidad o Los Escoriales (Jaén), sobre un campo
filoniano de 10 km que alcanza en su sector central la profundidad de
160 m, y también la mina Diógenes (Ciudad Real), que se explotó superficialmente
mediante rafas (Domergue, 1987).
En el caso de yacimientos de bajas leyes, el gran aporte de Roma a la
minería a cielo abierto fue la utilización extensiva de la fuerza hidráulica
para la minería aurífera. El agua se utilizó como elemento de trabajo
principal, tanto en el proceso de extracción y lavado como en la evacuación
de estériles, reduciendo con ello las necesidades de mano de obra y elevando
también la capacidad técnica de movimiento de tierras a un nivel que no
llegó a ser superado hasta el siglo XIX, teniendo como ejemplo más representativo
de estos trabajos la explotación aurífera de Las Médulas (León), en donde
fueron removidos muchos millones de toneladas.
Sobre el posible origen griego, etrusco o romano de estas técnicas se
ha escrito mucho (Sánchez-Palencia, 1989; Domergue, 1986-1993). Es necesario
indicar que algunos de los planteamientos utilizados valoran por igual
pequeñas obras de abastecimiento hidráulico para modestas labores superficiales
frente a cientos de kilómetros de meticuloso trazado destinados al suministro
de agua en las inmensas explotaciones auríferas del noroeste hispano.
Tal comparación supone de principio un cierto despropósito sobre el grado
tecnológico requerido en cada caso, siendo únicamente en las explotaciones
del noroeste hispano donde se aprecia el inmenso despliegue de medios
necesario para su aplicación extensiva y, por tanto, el origen más probable
de esta técnica.
La descripción que hace Plinio nos permite ilustrar la minería hidráulica
sobre los yacimientos auríferos (Plinio, NH 33, 70-73): "El tercer
orden y modo de sacar el oro vencería las obras de los gigantes, porque,
hechas las cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles,
y ellos mismos son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos meses
no se ve la luz del día. A este modo de sacar el oro llaman arrugias,
y súbitamente se suelen hundir las quiebras, que se hienden en un instante
y cubren súbitamente a los trabajadores dejándolos allí sepultados, de
suerte que ya parece menos temerario buscar en lo profundo del mar las
perlas, tanto más peligrosas hemos hecho las tierras. Por esta causa de
dejan muchos arcos para sustentar los montes. Hacen contradicción y estorbo,
en el uno y otro modo de sacarlo, los peñascos de pedernales que se encuentran:
estos se rompen con fuego y vinagre. Pero muchas veces, porque en las
cuevas el vapor y el humo ahogan, los quebrantan y rompen con martillos
de hierro de ciento cincuenta libras, haciéndolos tierra, y lo sacan en
los hombros de día y de noche, entregándolos unos a otros de mano en mano
por aquellas tinieblas: sólo los últimos ven la luz. Si la peña de pedernal
es muy larga, siguen la vena por el lado y con quietud hacen fosa alrededor.
Pero en el pedernal se tiene por más fácil la obra. Porque hay una tierra
de cierto género de arcilla mezclada con guijas que es casi inexpugnable.
Esta rompen con cuñas de hierro y con los mismos martillos: y entienden
no haber cosa más dura sino es que entre todas las cosas es durísima el
hambre del oro. Acabada la obra, las cabezas de los arcos por lo último
se abren y hienden, y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es
vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los
obreros que de presto se aparten y juntamente el vuela huyendo. Quebrantado
el monte, cae por si mismo, con tan grande estruendo que no se puede significar
con el entendimiento humano, y con un viento increíble. Esperan los vencedores
la ruina de la naturaleza. Pero aún hasta allí no hay oro, ni sabían que
lo hubiese cuando cavaban. Y para vencer tantos peligros fue harta causa
esperar lo que deseaban..."
El análisis moderno de los restos de la minería aurífera romana en aluviones
proporciona una perspectiva mucho más amplia y real de las distintas variantes
utilizadas del sistema de explotación hidráulica, las cuales son aplicadas
en función de las características y morfología del yacimiento aurífero.
Varios investigadores proponen algunas clasificaciones desde diferentes
puntos de vista (Domergue, 1986; Sáenz y Vélez, 1974; Pérez, 1977 o Sánchez-Palencia
1994). Todos los métodos parten del mismo principio de trabajo, por lo
que difieren nada más en su aplicación, basada en el tipo y morfología
del yacimiento. A efectos prácticos puede hacerse la siguiente síntesis:
a.- Explotaciones en peines o arados: Se trata de grupos
de zanjas poco profundas por las que se hace circular el agua siguiendo
una distribución más o menos regular para converger en un canal de lavado
y evacuación de estériles, por lo que también se conocen con el nombre
de surcos convergentes. Los ejemplos más espectaculares se encuentran
en Las Omañas, La Valduerna o La Valdería (León), emplazadas sobre grandes
superficies de terreno pertenecientes a terrazas fluviales o mantos aluviales
terciarios. Existen también otros ejemplos de este tipo de explotaciones
en las riberas de los ríos Miño y Tajo. Su vista desde el aire se asemeja
a surcos de arado, de ahí su denominación. Se ha explotado selectivamente
por este procedimiento nada más la zona superficial de ciertos depósitos
aluviales auríferos de baja ley en donde ha tenido lugar de forma natural
un mayor enriquecimiento por lixiviación meteórica.
b.- Zanjas canales: se aplican a la explotación de los depósitos
aluviales en todo su espesor. Consiste en el socavamiento mediante
una gran zanja que se profundiza progresivamente hasta llegar al sustrato
rocoso o niveles estériles, para el caso de los yacimientos secundarios,
o hasta el límite de disgregación natural, para el caso de los yacimientos
primarios. En la parte superior se arroja el agua, bien directamente del
canal de abastecimiento o mediante depósitos de regulación. En la parte
más llana de la zanja se realizan las operaciones de lavado del material,
sirviendo la continuidad de la misma para evacuar los estériles, tanto
gruesos (cantos) como finos (arcillas y arenas).
c.- Cortas de arroyada: son excavaciones que se producen por el
progresivo ensanchamiento y avance lateral de las zanjas canales en las
zonas de explotación, manteniendo en muchos casos el mismo canal de evacuación
y lavado. Es uno de los tipos más comunes. Se han aplicado tanto en yacimientos
secundarios como en la zona de meteorización de los yacimientos primarios.
d.- Cortas de minado: es el tipo de explotación que se aplica
a los grandes depósitos auríferos del Mioceno, en donde se emplea en toda
su extensión la técnica de ruina montium descrita por Plinio. Se
caracteriza por el abatimiento progresivo de grandes masas de terrenos
aluviales mediante el uso combinado del agua y un sistema subterráneo
de pozos - galerías. El resultado es la formación de grandes barrancos
con alturas cercanas a los 100 m, como es el caso de Las Médulas, el ejemplo
más espectacular, y también La Leitosa (Paradaseca) o Los Cáscaros (Pradela).
Un tipo muy particular de este método ha producido estructuras en circo
conocidas como "fucaronas": Fuco Grande y Fuco Chico en La Valduerna (León).
En un mismo yacimiento se pueden encontrar distintas técnicas utilizadas
simultáneamente, que son aplicadas siempre teniendo en cuenta las características
del punto de explotación. Para evitar una terminología técnica excesivamente
específica, se puede utilizar el término "arrugia" para denominar genéricamente
las labores de minería hidráulica superficial, designando como "ruina
montium" nada más aquellos casos en los que se combinan las galerías subterráneas
con el uso del agua para el abatimiento de grandes masas de terreno aurífero.
Sobre el lavado final del aluvión, que se realizaba en zonas de escasa
pendiente, apenas se puede decir que existan restos que atestigüen fehacientemente
el proceso, aunque Domergue realiza una aproximación muy significativa
(Domergue, 1973). También podemos acudir a la ilustrativa descripción
que hace Plinio (NH, 33, 76-78): "Después, aún en el llano, queda otro
trabajo. Cavan fosas en las que vaya a parar el agua, a las cuales llaman
agogas. Esta las hazen con gradas. Hay una mata fruticosa, llamada úlex,
semejante al romero, áspera y que retiene el oro. Cierran los lados con
tablas y cuelgan por los despeñaderos estas matas, y desta manera corre
el canal desde la tierra al mar. Por estas causas aprovechó España, en
el primer género, aquellas que se sacan con inmenso trabajo, para que
no se ocupen con pozos, se riegan desta manera. El oro buscado con arrugia
no se cueze, sino luego es perfecto y acendrado, y así se hallan masas
dello, y también en los pozos, las cuales exceden de diez libras. Los
españoles las llaman palacras, y otros palacranas: los mismos a lo que
es menudo llaman báluce. El úlex, después de seco, se quema y su ceniza
se lava poniendo debaxo un césped de yerva, para que allí se siente el
oro. Desta manera dixeron algunos que davan cada año las Asturias y Galicia
y Portugal veinte mil libras de oro, pero que las Asturias davan la mayor
parte. Y en ninguna parte del mundo, por tantos siglos, ha habido esta
fertilidad de oro."
3.- MINERÍA HIDRÁULICA ROMANA EN LAS MÉDULAS (LEÓN)
La minería a cielo abierto de época romana tiene su máximo exponente
en la impresionante mina de oro de Las Médulas, donde fueron removidos
varios cientos de millones de toneladas de aluviones auríferos en la búsqueda
del preciado metal.
Por su elevada posición topográfica, la explotación del yacimiento aurífero
de Las Médulas sólo fue posible gracias al diseño, planificación y construcción
de una enorme red hidráulica de abastecimiento de agua, la mayor que se
conoce para una explotación minera. La suma total del trazado de los canales
alcanza los 600 km y su reconstrucción topográfica ha mostrado un cuidadoso
diseño realizado para afrontar con seguridad las necesidades de abastecimiento
de la explotación, lo que sólo fue posible gracias al empleo de avanzadas
técnicas de nivelación (Matías, 2004).
El método de explotación por ruina montium aplicado en el yacimiento
de Las Médulas dejó unos característicos y espectaculares barrancos verticales
de más de 100 m de altura. Lo grandioso del paraje asombra aún mas cuando
se tienen en cuenta las cifras relativas al volumen de materiales removidos
mediante el uso de la fuerza hidráulica. A pesar de la descripción realizada
por Plinio y los numerosos estudios realizados hasta ahora, los interrogantes
que se plantean todavía desde el punto de vista técnico sobre el sistema
de ruina montium utilizado para el abatimiento, lavado y evacuación
de estériles constituyen un verdadero desafío para la moderna ingeniería
de minas.
3.1.- LA RED HIDRÁULICA DE LAS MÉDULAS
Del estudio topográfico realizado sobre el trazado de la red hidráulica
de Las Médulas se ha puesto de manifiesto la siguiente estructura de abastecimiento:
2 Canales en la vertiente norte de los montes Aquilianos (red septentrional)
6 Canales principales en la vertiente sur de los montes Aquilianos (red
meridional)
En la red septentrional se realiza la captación del rio Oza por dos únicos
canales que intervinieron tanto en el comienzo de la explotación (CN-1),
como en la etapa final de la mina (CN-2). Este último canal presenta una
variación intencionada de pendiente a su paso por el Valle del Silencio
(Peñalba de Santiago) para evitar el tramo de roca caliza donde desaparecen
las aguas de los arroyos del Silencio y del Aro debido a la karstificación
del macizo rocoso.
En la red meridional se verifica la captación directa del cauce del río
Cabrera mediante tres canales, uno en Odollo (C-0), otro en las proximidades
de Encinedo (C-1) y otro (C-3), el más largo, con 143 km, por encima de
La Baña. Un cuarto canal (C-4) realizaba la captación del agua del río
Eria (Cuenca del Duero) en las inmediaciones del Barrio de Pedrosa de
Corporales, trasvasando esta hacia la Cuenca del Sil, mediante la corrección
intencionada del trazado final para hacerle pasar exactamente por el punto
topográfico más favorable (puerto de Peña Aguda, 1250 m)). El canal C-5
realizaba un aporte adicional de agua al depósito de Campo de Braña, donde
también confluyen los canales CN-2 y C-4 aprovechando el caudal del Arroyo
de la Sierra (Odollo) y los aportes del resto de arroyos interceptados
en su camino hasta la explotación. El hecho de dirigir reiteradamente
los canales hasta el cauce del río Cabrera y, posteriormente, del Eria,
con el espectacular incremento de costos y esfuerzos que ello supuso,
indica una evidente insuficiencia de los aportes de los arroyos intermedios
para abastecer por si solos y con garantías la capacidad de caudal de
los canales, haciendo necesaria entonces esta captación directa de las
corrientes fluviales más importantes.
El canal más bajo encontrado en la red meridional (C-0) tenía su nacimiento
también en el río Cabrera, en la localidad de Odollo, llevando el agua
hasta la explotación de Las Médulas en su parte más baja, lo que lo situaría
justo por encima del actual pueblo de Carucedo, aunque este último tramo
no ha podido observarse debido a la destrucción propia provocada por el
avance de la explotación y la acumulación de estériles del Chao de Maseiros
y el Barranco de la Balouta. Después de agotar su función inicial, todo
indica que fue también utilizado para la explotación de los yacimientos
auríferos de Santalavilla y El Miédalo.
La principal fuente escrita de la Antigüedad que hace referencia directa
a los métodos de minería hidráulica aplicados por los romanos son los
textos de Plinio (Historia Natural, 33, 70-78). Aunque no aporta en este
caso localizaciones geográficas directas, está generalmente admitido que
Plinio conoció personalmente la magnitud de las explotaciones mineras
del noroeste durante su estancia en la Península Ibérica como Procurator
de la Tarraconense bajo el imperio de Vespasiano en el siglo I. La envergadura
de los trabajos descritos parece corresponderse con los restos que hoy
podemos admirar en la explotación de Las Médulas, donde fue aplicado con
total intensidad el método de ruina montium al que hace referencia.
Respecto a la red hidráulica, resulta muy significativa la descripción
que hace de los canales que llevaban el agua a las explotaciones: Plinio,
NH, 33, 74-75: "Hay después otro trabajo igual, o de mayor coste. Y
es traer, para lavar esta ruina, ríos desde lo alto de los montes, muchas
veces a cien millas de distancia. Y creo que se llaman arroyos, de aquella
obra de arroyar, y cierto que este es grande trabajo. Conviene nivelar
bien la corriente para que corra cuando se eche el agua, que se trae de
partes altísimas. Los valles e intervalos de quiebras se juntan con canales
puestos sobre puentes. En otras partes se perfora la peña viva por donde
no hay camino y se excavan asientos para las vigas. Aquel que las pica
está colgado con sogas, de suerte que el que lo ve desde lejos piensa
que es alguna feroz especie de aves. Estos, estando pendientes y colgados
en el aire, nivelan, fijan y señalan las líneas para el camino, de suerte
que no hay lugar para que el hombre pueda fijar las plantas. Colgados
en el aire los obreros, como demonios, prueban con las manos la tierra
para conocer su cualidad. Hay un tipo de tierra que llaman urión,
del que huyen guiando los conductos por pedernales y piedras. En lo alto
y cabeza de los despeñaderos por donde ha de caer el agua, en las cumbres
de los montes cavan unas piscinas o estanques de doscientos pies de ancho
hacia todas partes y de diez de hondo, dejando en ellos cinco desaguaderos
cuadrados de tres pies. Una vez lleno el estanque se quitan las compuertas
que lo cierran y sale el agua con gran ímpetu, arrastrando y llevándose
las piedras".
Esta descripción de Plinio se ajusta con asombrosa fidelidad a las evidencias
constatables sobre el terreno en cuanto a nivelación, excavación, etc.
Incluso el dato al que hace referencia sobre las cien millas de distancia,
aparentemente para indicar una gran longitud, queda corroborado por la
existencia de una canalización que supera los 143 km de recorrido para
captar el río Cabrera y llevar sus aguas directamente al yacimiento aurífero
(Canal C-3). De conocer Plinio realmente este dato de distancia de trazado,
habría visitado Las Médulas en plena etapa de funcionamiento del sistema
de ruina montium utilizando el agua del canal C-3, pudiendo observar
la construcción de los canales superiores, lo cual resulta acorde con
la estructura de explotación que se desprende del trazado de la red hidráulica.
3.1.1.- CONSTRUCCIÓN
Los canales fueron realizados mediante excavación directa con herramientas
manuales, partiendo desde las zonas de descarga en el propio yacimiento
hacia las zonas de captación. Las etapas de su construcción fueron ascendentes,
resultando los canales más antiguos los más bajos. Los terrenos por donde
discurren los canales son en su mayoría rocosos y muy escarpados, con
pendientes superiores a los 15-20º, lo que obligó a efectuar continuos
aterrazamientos mediante bancales de mampostería en seco para asentar
el muro de cierre del borde exterior, llegando a alcanzar en algunos casos
alturas superiores a los 5 m en varios retranqueos.
Los canales presentan todos unas características homogéneas en cuanto
a diseño y dimensiones constructivas que los hacen fácilmente identificables
en el terreno frente a las numerosas acequias modernas, caminos y sendas
que se intercalan en el trazado. La anchura de caja oscila entre los 1,20
y 1,60 m, con variaciones significativas dentro del mismo canal. El muro
de cierre se ha perdido en la inmensa mayoría de los casos, salvo cuando
el canal ha sido cortado en roca viva por ambos lados. El paso de ciertos
lugares extraordinariamente escarpados, tal y como se encuentran en la
actualidad, tuvo que realizarse necesariamente mediante estructuras portantes
de madera o construcciones en piedra que no se han conservado debido a
la acción erosiva de los agentes naturales.
La presencia de crestones de cuarcitas fue un gran inconveniente a salvar
debido a la dureza de este material, por lo que se registra la perforación
de algunos túneles para reducir la longitud de estos tramos de penosa
excavación manual, aunque no son habituales. La mayor concentración de
las obras subterráneas se produce en el entorno de Llamas de Cabrera (Valle
Airoso - Ermita Virgen del Valle), en donde están documentados 8 túneles
de corto recorrido, inferior por lo general a los 10 m. En muchos de ellos
pueden apreciarse las características superficies abovedadas producto
de la utilización combinada del fuego y el agua para fragmentar la dura
roca cuarcítica.
Todas las presas de derivación realizadas en las captaciones de los ríos
y los pasos del canal por arroyos intermedios han sido literalmente barridas
como consecuencia de la acción erosiva del agua, cuyo gradiente energético
en las épocas húmedas o de crecida resulta muy elevado debido a los fuertes
desniveles de los cauces. Este hecho motivó, estando la red en servicio,
a la realización por encima del canal C-1 a su paso por el valle Airoso
de un aliviadero excavado en la roca a modo de túnel de fuerte pendiente
para desviar el exceso de agua del arroyo de Valdecorrales durante las
crecidas y preservar la estructura del canal.
Las dimensiones y características constructivas de los canales se mantienen
prácticamente constantes y comunes a todos ellos, con una anchura variable
dentro del mismo canal de 1,20-1,60 m. En contadas ocasiones se registran
anchuras parciales de 0,90 m o 1,80 m. Distintos autores han propuesto
alturas de lámina de agua de 0,10 m (Sánchez-Palencia, 2000-2002), 0,30
m (Sánchez-Palencia et al., 1992), 0,45 m (López, 1980), llegando hasta
0,90 m (Gómez Moreno, 1925; Sáenz y Vélez, 1974). La altura del agua no
puede ser determinada por la huella dejada en las paredes ya que se trata
de aguas muy puras que no depositan incrustaciones calcáreas. Por otro
lado, y teniendo en cuenta la velocidad media del agua, función de la
pendiente, la erosión debida a los sólidos arrastrados se ha realizado
preferentemente por rodadura, afectando tan solo al fondo del canal. No
obstante, las evidencias conservadas en algunos puntos de las alturas
del muro de cierre tallado en la roca y los voladizos dejados para el
paso del agua, nos indican con claridad que la lámina de agua estaba limitada
constructivamente a un máximo de 0,70-0,80 m, por lo que se puede considerar
como lámina de agua de funcionamiento habitual los 0,50-0,60 m.
3.1.2.- NIVELACIÓN
Una de las características que más llama la atención en las observaciones
de campo es la suave pendiente del trazado de los canales. Las correcciones
de caja que se pueden observar en el tallado de la roca a distintas alturas
en numerosos puntos atestiguan que fue realizado un trazado previo del
recorrido de los canales, hecho reflejado en la descripción de Plinio,
posibilitando así el trabajo simultáneo en varios frentes. Este trazado
previo y su posterior nivelación fina requirió la aplicación de técnicas
topográficas de cierta precisión, similares a las utilizadas en otras
obras públicas romanas, con instrumentos como el nivel de agua, dioptra,
groma o corobates (Hodge, 2002).
La reconstrucción topográfica detallada a E 1:10.000 de los canales romanos
de Las Médulas ha permitido calcular con precisión la pendiente de cada
canal, factor fundamental para un estudio hidráulico riguroso. Se han
encontrado variaciones muy significativas entre los distintos canales,
siendo las pendientes más bajas las de los inferiores, que parten del
0,0015 (0,15 %), llegando hasta el valor 0,004 (0,4 %) en la del canal
más alto (C-5).
La pendiente media del trazado de cada canal se mantiene sensiblemente
constante, salvo en aquellos tramos en los que se constata un incremento
intencionado para salvar obstáculos o alcanzar un mejor abastecimiento.
Este hecho manifiesta claramente un meticuloso trazado, acorde con la
importancia de la obra hidráulica, semejante e incluso superior en algunos
casos al trazado de los acueductos urbanos, en los que a veces las variaciones
de pendiente son notables debido a su complejidad y dificultad de trazado
al tener que ir cubiertos o subterráneos. Destaca por su espectacular
nivelación el canal C-3 que mantiene una pendiente prácticamente constante
de 0,0021 (0,21 %) en los más de 143 km de su trazado.
3.1.3.- TRAZADO:
El trazado ha sido reconstruido en mapas topográficos a escala 1:10.000,
sobre los que se ha hecho la medición de su longitud. A pesar de tener
esta escala una precisión muy aceptable, las mediciones de distancias
son aproximadas y habrán de incrementarse ligeramente en un futuro cuando
se termine de hacer su medición sobre el trazado reconstruido en cartografía
digital, en donde se aprecia mejor la sinuosidad de los canales.
RED HIDRÁULICA SEPTENTRIONAL (Captación del río Oza)
CANAL CN-1 |
Longitud: 71,7 km |
Pendiente media: 0,0018 |
CANAL CN-2 |
Longitud: 57,7 km |
Pendiente media: 0,0028 |
Tienen ambos su captación en los alrededores de Peñalba de Santiago.
El CN-1 captaba el río Oza para llevar el agua hasta los depósitos del
sector de La Frisga, en Orellán. El CN-2 aportaba su caudal al depósito
de regulación de Campo de Braña, en la cota más alta de abastecimiento
de Las Médulas. Su tramo final tiene un aumento intencionado de la pendiente
para superar las calizas de los Valles del Silencio y del Aro, donde termina
la captación. Estas calizas se encuentran karstificadas y el agua se sume
a su paso, por lo que de haber seguido con el trazado normal hubiesen
perdido sus objetivos iniciales. No obstante, la capacidad hídrica del
río Oza para las necesidades de la explotación de Las Médulas es muy limitada,
de ahí la existencia de tan sólo dos canales en la vertiente septentrional.
Las poblaciones actuales que se encuentran relacionadas con su trazado
son: Peñalba de Santiago, Montes de Valdueza, San Adrián, Santa Lucía,
Villavieja, Paradela de Muces y Voces, lo que hace probable un origen
vinculado a los canales, como sucede en la vertiente meridional. Es la
red hidráulica más deteriorada y oculta debido a su situación en ladera
norte, abundancia de calizas y pizarras muy replegadas y la intensa actividad
agrícola de los núcleos de población próximos en el pasado, a lo que hay
que añadir las recientes repoblaciones forestales que se están llevando
a cabo actualmente y que ya han destruido numerosos puntos, entre ellos
los del entorno de Las Médulas-Voces y San Adrián-Sta. Lucía. En la zona
del Valle del Silencio y Montes de Valdueza todavía se pueden observar
interesantes restos o recorrer algunos tramos convertidos antiguamente
en caminos ("carriles"), integrados en rutas de montaña.
RED HIDRÁULICA MERIDIONAL (Cuenca del río Cabrera + captación
del Eria)
CANAL C-0 |
Longitud: 45 km |
Pendiente media: 0,0018 |
Capta el río Cabrera en las inmediaciones de Odollo, pasando por las
explotaciones romanas de El Miédalo y Santalavilla, llegando con claridad
hasta la localidad de Yeres. A partir de este punto y debido a las repoblaciones
forestales que se han realizado en los últimos años, apenas se puede seguir
su rastro hasta el barranco de La Balouta, donde parece perderse su trazado.
Por su posición topográfica fue utilizado en la explotación del sector
del yacimiento de Las Médulas que se encuentra por encima de la localidad
de Carucedo. Debió de ser, sino el primero, uno de los primeros canales
que aportaron agua para la explotación del yacimiento, aunque por un período
de tiempo reducido, dada su situación a cota tan baja respecto a la masa
principal explotada. Una vez agotada su función en Las Médulas, todo indica
que fue utilizado para la explotación de los yacimientos de Santalavilla
y El Miédalo.
CANAL C-1 |
Longitud: 95 km |
Pendiente media: 0,0015 |
Capta también el río Cabrera en las inmediaciones de Losadilla de Cabrera,
llegando a Las Médulas por encima de la localidad de Yeres. Junto con
el canal CN-1 configura el abastecimiento principal de la primera fase
de explotación del yacimiento.
La particularidad más destacada, además de ser uno de los canales más
largos, lo constituyen las dos inscripciones que se encuentran en el Valle
Airoso (Llamas de Cabrera), estudiadas por Gómez Moreno (Gómez, 1929)
y los dos túneles que se conservan en la misma zona. A su paso por el
arroyo de Valdecorrales fue preciso realizar un aliviadero para preservarlo
de las crecidas mediante un túnel de desagüe de unos 15 m, que se entrecruza
con otro túnel perforado para conducir el canal por un crestón de cuarcita.
En este lugar se han acometido diversas labores de limpieza y señalización
de un tramo de canal. Existen otros dos túneles más en las proximidades
de la Ermita de la Virgen del Valle (Llamas de Cabrera) para atravesar
sendos crestones de cuarcita, uno de ellos de 13 m de longitud. En los
túneles abiertos en la cuarcita se aprecian con claridad las bóvedas dejadas
al romperse la roca por el uso de fuego y agua.
CANAL C-2 |
Longitud: 35 km |
Pendiente media: 0,0014 |
Este canal presenta un trazado atípico que se corresponde con una captación
cuya construcción fue abandonada intencionadamente, llegando tan solo
hasta la localidad de Llamas de Cabrera, en su mismo casco urbano. La
entrada en la explotación de Las Médulas la realiza apenas unos metros
por debajo de las explotaciones de "Las Medulillas" de Yeres. Es un canal
activo hasta el Valle Airoso, a partir del cual su trazado queda interrumpido.
Las causas de esta interrupción hay que buscarlas en un cambio de la orientación
de los trabajos de explotación del yacimiento, en el que, a partir de
la cota 800, la masa a abatir superaba la cota de trabajo de la red de
abastecimiento. Las nuevas necesidades obligaron a la construcción de
otros canales situados a una cota adecuada para el desarrollo del procedimiento
de ruina montium en todo su esplendor.
CANAL C-3 |
Longitud: 143 km |
Pendiente media: 0,0021 |
Capta el río Cabrera en las proximidades del lago de La Baña, lo que
le convierte en el canal más largo de todos los que abastecen Las Médulas.
Su extraordinaria longitud supera también a la de cualquier acueducto
urbano de época romana, cuya longitud máxima era de 132 km, para el caso
del suministro de agua a la ciudad de Cartago. Plinio (NH, XXXIII-74),
en su descripción de las redes hidráulicas mineras, hace una referencia
a las cien millas de distancia de alguna captación, dato que corrobora
el trazado de este canal.
El canal C-3 llega a la explotación de Las Médulas a la cota 900, pero
a su paso por el arroyo de Rozana (Pombriego) fue realizado un desdoblamiento
en otros dos canales auxiliares de 10 km de longitud situados por debajo
de este a intervalos regulares (C-3a y C-3b) para ampliar los frentes
de trabajo en el yacimiento.
Existen tres pequeños túneles situados poco antes de su paso por el arroyo
de Valdecorrales (Llamas de Cabrera) para atravesar un gran crestón de
cuarcita de paredes casi verticales.
CANAL C-4 |
Longitud: 81 km |
Pendiente media: 0,0033 |
El canal C-4, junto con el CN-2, ocupan la posición de abastecimiento
de cota más alta para la mina de Las Médulas, que se sitúa en el depósito
de regulación de Campo de Braña (978 m). Este canal discurre casi paralelo
al C-3 hasta el río Cabo, donde fue incrementada su pendiente para alcanzar
el collado del puerto de Peña Aguda (1250 m), pasando desde la cuenca
hidrográfica de Sil hacia la cuenca del Duero con objeto de captar el
río Eria por encima del Barrio de Pedrosa (Corporales) a la cota 1260
m.
En Llamas de Cabrera tiene un túnel de unos 10 m que forma un ángulo
recto para atravesar un crestón de cuarcita a su paso por el arroyo de
Valdecorrales (Llamas de Cabrera).
CANAL C-5 |
Longitud: 41 km |
Pendiente media: 0,0044 |
Este canal nace en el arroyo de la Sierra, entre Llamas de Cabrera y
Odollo. Tiene por objeto realizar un aporte adicional al depósito de regulación
de Campo de Braña. En su trazado presenta interesantes peculiaridades,
como un incremento intencionado de la pendiente al atravesar el valle
Airoso (Llamas de Cabrera) para esquivar un tramo prolongado de cuarcitas,
en donde fue necesario hacer túneles para los canales inferiores (C-3
y C-4), y dos bajantes escalonadas desde la cota 1100 m, después de pasar
el arroyo de Rozana (Pombriego), hasta la cota del depósito de regulación
de Campo de Braña (978 m), donde su trazado discurre un trecho por la
vertiente septentrional. El tramo de llegada de este canal a Las Médulas
se encuentra prácticamente desaparecido como consecuencia de la erosión
y las repoblaciones forestales realizadas en el entorno, lo que ha hecho
difícil su reconstrucción.
3.1.4.- CARACTERÍSTICAS HIDRÁULICAS
Los conocimientos hidráulicos de los ingenieros romanos han quedado especialmente
patentes en las obras realizadas para el abastecimiento a las ciudades,
en las que se han utilizado embalses, acueductos elevados, túneles, sifones,
etc. Plinio y, especialmente, Vitrubio, describen los modos de captación
y conducción de las aguas, destacando entre todos por su excepcionalidad
la obra de Frontino sobre el abastecimiento de agua a la ciudad de Roma.
El moderno análisis hidráulico de las evidencias arqueológicas de muchas
conducciones (Hodge 2002, Chanson 2000) revela datos formidables en cuanto
al nivel técnico alcanzado en las obras hidráulicas, nuevamente muy superior
del que se desprende de la simple lectura de los textos antiguos.
Para calcular la capacidad hidráulica de esta red se han de tener en
cuenta una serie de factores que intervienen en la aplicación de la expresión
de Manning para hallar la velocidad del agua:
Anchura: común para todos los canales. A efectos de cálculos se ha tomado
1,3 m
Rugosidad: coeficiente n = 0,35
Lámina de agua: 0,60 m como nivel de trabajo habitual
Pendiente: en función de la pendiente media calculada de cada canal (0,0015-0,004)
La anchura y rugosidad se consideran constantes en todo el trazado de
los canales, habiéndose elegido los valores promedio más desfavorables
para ambas. La altura de lámina de agua es el factor más crítico a mantener
para garantizar el mayor suministro de caudal, lo que justifica un cuidado
mantenimiento de la red hidráulica.
Los resultados de los cálculos hidráulicos revelan un aumento intencionado
de la capacidad hidráulica de los canales a medida que sube su cota en
la explotación de Las Médulas, lo que se realiza mediante un incremento
de la pendiente, sin llegar a comprometer la estabilidad de la construcción
del canal. El aumento de pendiente tuvo que ser muy bien calculado ya
que las distancias hasta la captación de los ríos son grandes y un mayor
incremento haría que perdiese la efectividad de la medida al entrar en
zonas de poco caudal e, incluso, hacer inviable la captación por salirse
de la cuenca fluvial. Este hecho parece ser el que motivó la realización
del trasvase del río Eria mediante el canal C-4, ya que un nuevo canal
por encima del C-3 para abastecerse del río Cabrera hubiese llevado el
origen de la captación hasta el mismo lago de La Baña, disminuyendo la
cantidad de caudal aprovechable y elevando la distancia de trazado por
encima de 140 km, técnicamente viables, como demuestra el propio canal
C-3, pero de escasa efectividad para el objetivo buscado.
Los romanos fueron capaces de gestionar adecuadamente los recursos hídricos
de una cuenca tan grande como la del río Cabrera lo que induce a pensar
nuevamente que conocían con bastante precisión las longitudes de los distintos
canales, dato sin el cual no parece haber sido posible calcular con acierto
los incrementos de pendiente.
3.2.- LA EXPLOTACIÓN HIDRÁULICA DE LAS MÉDULAS
Distintos autores, teniendo en cuenta los restos de canales y depósitos
que se conservan en el yacimiento, han propuesto en los últimos años varias
fases de explotación de Las Médulas, en base a los restos observados en
el campo y en las fotografías aéreas de la explotación minera (Domergue
y Herail, 1999; Sánchez-Palencia y Pérez, 2000). La reciente definición
del trazado y estructura de la red hidráulica de abastecimiento de Las
Médulas muestra sensibles variaciones en cuanto al desarrollo de los trabajos
de explotación del yacimiento. A falta de los resultados definitivos de
la investigación actualmente en curso sobre la explotación hidráulica
de Las Médulas, se pueden adelantar las siguientes fases de trabajo:
- FASE I: corresponde al inicio de la explotación mediante el
método de arrugia en las partes más bajas del yacimiento situadas en el
entorno de la localidad de Carucedo. El canal principal encargado de esta
labor fue el C-0, que capta las aguas del río Cabrera en la red meridional
y que está prácticamente desaparecida su traza en el entorno de la explotación
por el avance de los frentes de trabajo.
- FASE II: continúan a una cota más elevada las operaciones de
la fase anterior mediante el aporte de agua de los canales CN-1 de la
red septentrional y el C-1 de la red meridional. Está realizada también
siguiendo todavía el método de arrugia en los parajes conocidos como La
Frisga y el Soutín, entre las localidades de Carucedo y Las Médulas, y
en el entorno del barranco de La Balouta. En esta fase se inicia la construcción
del canal C-2, el podría haber aportado también un cierto caudal a una
cota más alta desde la captación del arroyo de Valdecorrales, en Llamas
de Cabrera, donde se interrumpió su trazado al iniciarse la siguiente
fase de la explotación.
- FASE III: se aprecia un cambio notable en la orientación de
los trabajos, que se dirigen hacia la explotación extensiva del núcleo
principal del yacimiento en el centro y sur de la localidad de Las Médulas
(Chaos de Mouran y el Souto), por lo que queda relegado a un segundo plano
el método de arrugia y se pone en marcha el procedimiento de ruina montium.
Es la fase en la que se requiere el mayor aporte de agua por lo que se
utiliza progresivamente el resto de la red hidráulica, comenzando por
el canal C-3 de la red meridional para pasar luego a utilizar el aporte
simultáneo del C-4 y CN-2 que se unen en el depósito de Campo de Braña,
junto con el caudal del C-5. Los canales de las fases anteriores quedarían
inutilizados por el avance de la explotación, excepto el CN-1, de la red
septentrional, que pudo haber funcionado simultáneamente en el sector
de La Frisga y el Cabuerco de Valdelobos hasta completar la explotación
de su área de trabajo.
- FASE IV: una vez agotadas las posibilidades de la ruina montium
en el centro-sur del yacimiento los trabajos se orientan con el mismo
método hacia el sector comprendido entre las localidades de Las Médulas
y Orellán, utilizando para ello los canales que confluyen en el depósito
de Campo de Braña (CN-2, C-4 y C-5). La fase que se inicia ahora es descendente
en el sentido de que se retoma la explotación a cotas más bajas que la
etapa anterior, llevando el agua por medio de zanjas de cierta pendiente
excavadas en la ladera del monte Placias. Los restos más característicos
de esta fase lo constituyen varias galerías y una serie de depósitos escalonados
que salpican la ladera, cuyo abastecimiento ha dejado profundos surcos
en el terreno debido a la erosión producida por el agua en las zanjas
de distribución.
Corresponde a esta fase el depósito de la Horta, donde está actualmente
emplazado el mirador de Orellán y que fue construido sobre los restos
de la ruina montium de la fase anterior. A este depósito se bajaba
el agua desde el de Campo de Braña para su distribución hacia las galerías
o hacia los depósitos escalonados. Como última zona explotada en este
sector está la que se sitúa inmediatamente debajo del depósito de la Horta,
en los parajes de La Furnia y El Couso, en la que fue utilizado el método
de arrugia.
En la zona de aluviones auríferos situada más al sur, por donde discurren
las canalizaciones del C-4, C-3 y auxiliares (C-3a y C-3b), se verifica
ahora una explotación en retirada retomando el método de arrugia. Comienzan
en el paraje de Las Pedrices para extenderse a la Llagua de Yeres y Reirigo,
explotando niveles de conglomerados auríferos y zonas de enriquecimientos
superficiales. El abandono sucesivo de los depósitos y tramos de canal
utilizados, sin posibilidad de recuperación posterior, demuestra un total
desinterés por los macizos de aluvión terciario sobre los que estos fueron
emplazados, dando el aspecto de una explotación en "ocelos".
Toda la estructura de explotación analizada se corresponde con unos trabajos
mineros muy planificados que concluyen al final con el abandono en retirada
de los distintos frentes. La causa principal del cese de la actividad
minera parece estar relacionado con un agotamiento evidente de la masa
de aluvión explotable y/o la disminución drástica de las leyes de oro,
o bien, el caso menos probable desde el punto de vista de la ingeniería
de la explotación, por una crisis del sistema monetario romano, como han
apuntado algunos autores (Sánchez-Palencia, 2002).
4.- CONCLUSIONES
Partiendo del estudio global de las técnicas de minería romana sobre
las evidencias dejadas por esta actividad en el terreno, la interpretación
de sus estructuras desde el punto de vista de su ingeniería nos lleva
a la conclusión de que las múltiples referencias históricas recogidas
en los textos antiguos apenas esbozan el nivel alcanzado por los ingenieros
romanos en la explotación de los yacimientos mineros.
Roma acomete por primera vez de forma generalizada unos trabajos de explotación
minera basados en la planificación y estructuración de las labores mineras.
Para ello, además de aplicar en la minería unos sistemas técnicos derivados
de otros campos como agricultura, topografía, hidráulica o arquitectura,
lleva hasta las últimas consecuencias la aplicación de los medios disponibles
utilizando de forma intensiva y extensiva la energía hidráulica en las
actividades mineras.
Los trabajos de planificación y estructuración de las labores mineras
romanas se realizaron a partir de unos conocimientos geológicos adquiridos
sobre el terreno que se van incrementando con la progresión o puesta en
marcha de nuevas explotaciones. La homogeneidad que se llega a apreciar
en las técnicas de trabajo utilizadas en toda la minería romana indica
una transmisión ordenada de conocimientos, por lo que existen argumentos
suficientes para afirmar que asistimos durante el Imperio Romano al nacimiento
de la Ingeniería de Minas como tal disciplina.
Como demuestran los últimos hallazgos realizados, en la investigación
en minería romana aún existe un amplio campo de investigaciones que desarrollar
sobre las evidencias del terreno desde el punto de vista de la ingeniería,
aunque las dificultades para ello sean grandes, tanto de índole administrativo
como económico. Nuevamente es preciso apelar a la necesaria colaboración
interdisciplinar para sacar a la luz nuevos datos mediante investigaciones
de campo, tanto en las minas subterráneas como en las de cielo abierto,
que enriquezcan el ya extenso panorama de la minería romana, no sólo para
abundar de una forma realista en su actual conocimiento científico, quizás
demasiado influido por los textos antiguos, sino para continuar incrementando
su valoración, difusión y conservación. En palabras del eminente investigador
Claude Domergue relacionadas directamente con estos planteamientos: "un
tel programme ne devrait pas laisser insensibles des chercheurs qui ont
le goût du risque et la passion de la découverte" (Domergue, 1992,
p. 514).
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